Argentina no debería desaprovechar esta oportunidad

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Las noticias para la Argentina no podrían ser mejores. Desde Estados Unidos se confirmó un swap por 20.000 millones de dólares y la compra de bonos. Las acciones nacionales respondieron trepando hasta 11 % y el riesgo país cayó otros 180 puntos básicos apenas se conoció el anuncio. Aunque desde el kirchnerismo hacen analogías con «salvatajes» del pasado, lo cierto es que la historia es bien distinta por razones objetivas.

Mucho se ha recordado el supuesto respaldo de George Bush (h) al gobierno de Fernando de la Rúa, que terminó de la peor manera, con el mandatario escapando en helicóptero en una de las imágenes más tristes de la historia nacional. Sin embargo, en la previa de la crisis de 2001 – 2002, la situación macroeconómica era completamente distinta a la de hoy. 

Argentina arrastró históricamente un problema de orden fiscal, que ningún mandatario se animó a resolver. Ni siquiera los militares con los tanques y la suma del poder público, ya que consideraban que si tomaban medidas «impopulares» la gente respaldaría a los movimientos armados de la izquierda. Ya en los noventa, con las privatizaciones y la estabilización monetaria (que llegó luego de la bonificación compulsiva de los depósitos), Carlos Menem siguió agravando el problema deficitario (al igual que en las provincias y los municipios), a pesar de haberse sacado de encima muchos lastres burocráticos. Cuando asumió la Alianza en 1999, la coalición imposible que tenía dentro, desde la derecha radical hasta los partidos de centroizquierda, lo único que hizo fue aguantar. La foto que vemos del mandatario estadounidense de entonces con el último presidente de la UCR, en momentos cuando solamente se atinaba a pedir un salvavidas, nada tiene que ver con la actual.

Desde que comenzó el gobierno de Javier Milei, la gestión se dedicó a solucionar el problema fiscal de raíz, con un recorte del gasto público inédito en la historia. Hasta el economista Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso, reconoció que pensó que era «imposible» hacer lo que se hizo en este sentido. Con un sobrante monetario como el que se recibió del gobierno anterior y las bombas escondidas en el banco central, sacudones como el de la última semana, que ya se estabilizaron, podrían haber significado el caos y el desastre total. No pasó gracias a lo que para muchos es un intangible, que se trata de las medidas de fondo adecuadas que se tomaron desde el inicio de la gestión para solucionar el desorden macroeconómico y la herencia recibida.

En el marco privilegiado de ser uno de los pocos países con superávit fiscal del mundo, el apoyo de EEUU, lejos de ser un «salvataje» o una dosis de morfina para un enfermo terminal, se trata de un puente que puede servir para llevarnos hacia el desarrollo. Claro que el mismo no se alcanza con espaldarazos internacionales, ni mucho menos con dinero. El caso paradigmático de respaldo y atraso es el cubano, que jamás pudo consolidar un sistema productivo a pesar de haber pasado más de medio siglo recibiendo recursos de la Unión Soviética y cambiando petróleo por caña de azúcar. Lo que saca a los países del pozo es la inversión y el capital humano, en el contexto de un sistema de economía de mercado que fomente la competencia y el desarrollo.

Haber corregido los desajustes fiscales, habiendo limpiado el banco central y siendo un país superavitario, que por primera vez en mucho tiempo no gasta más de lo que recauda, contar con el respaldo total de los Estados Unidos es una oportunidad única para Argentina que no debería desaprovecharse.

Sin embargo, entre tantos otros dislates, la oposición centrista por estas horas planea una moción de censura contra el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, solamente por haberle pedido al Congreso que dijera de dónde piensa sacar los recursos para financiar lo que ellos mismos aprueban. Ni hablar del kirchnerismo, que cuestiona una inventada «pérdida de soberanía», cuando ellos, que sí tenían un modelo económico insustentable, acudieron al auxilio chino, que sí se cobra muy caro los favores que hace.

En la víspera de las elecciones legislativas, la mayor cantidad de espacios políticos posibles deberían estar firmando un acuerdo de coincidencias básicas, como el que el presidente Milei propuso en el Pacto de Mayo. Convenios que superen las rencillas partidarias e ideológicas y tengan como base el sentido común. Tener un jefe de Estado que asegura despreciar la política, que promete irse a vivir al medio del campo luego de dos eventuales mandatos (a diferencia de todos los anteriores que nunca se quisieron ir), debería ser una oportunidad para el país. Sobre todo, para las nuevas generaciones que están en la oposición y sueñan con sucederlo. Hay trenes que no pasan muchas veces y Argentina puede estar teniendo una oportunidad irrepetible que no debería dejarse pasar.

Fuente: PanamPost

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