La trilogía indispensable para cambiar a Argentina

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Apenas Javier Milei se consagró como presidente de la Nación en 2023, rompiendo todos los manuales de las “ciencias políticas” argentinas, advertimos desde estas columnas que se trataba exclusivamente de un primer paso. Indispensable, necesario, pero insuficiente. Es complicado querer aportar cierto nivel de racionalidad, que puede ser considerado como pesimista, en momentos cuando todo es celebración y festejo.

Básicamente, advertimos que comenzaba una instancia de resistencia. El liderazgo clave de un Poder Ejecutivo con todo lo que se puede hacer desde la Presidencia, una correcta alineación internacional, pero también con la necesidad de evitar intentonas golpistas mediante un eventual juicio político y hacer malabares para sostener los vetos, ante una oposición parlamentaria mayoritariamente populista e irresponsable. Se hizo lo que se pudo, lo mejor que se pudo, dejando de lado los errores políticos propios del oficialismo, que también existieron.

Se consiguieron acuerdos circunstanciales mínimos e indispensables para aprobar la Ley Bases, la Boleta Única de Papel y se pudieron defender algunos vetos. En materia de prerrogativas del Ejecutivo, nada que cuestionar. Se pudo bajar drásticamente la inflación, se terminó con el déficit fiscal del gobierno central y se consiguieron mejoras en el ámbito de la seguridad, donde los distritos aceptaron la colaboración federal. Pero, como el mismo presidente dijo, “no somos Suiza”. Como era de esperar, la oposición buscó responsabilizar a la gestión actual de un complicado panorama económico para muchos argentinos, a pesar de la reducción considerable en los índices de pobreza. Ante eso no quedaba otra opción que explicar y explicar, algo que no siempre tiene efecto en el marco de las campañas electorales donde se apela a cualquier cosa para ganar un voto.

La sociedad respaldó mayoritariamente y La Libertad Avanza se impuso en casi todo el país. Pero, una vez más, toca apelar a la verdad y la razón para volver a advertir lo necesario: aunque se estará “mejor” a partir del 10 de diciembre, con mayor estabilidad económica y política, todavía no se verán los frutos definitivos que este proceso propone. En 2023 se plantó el árbol, en 2025 comienzan a aflorar los frutos, pero la fecha de la vendimia y la cosecha es en 2027. La próxima elección presidencial, de repetir los resultados de este domingo, es la coronación final del objetivo al que Javier Milei apunta: la Argentina potencia. El país más libre del mundo.

Es necesaria una renovación parlamentaria más, con otro recambio de tercios en el Senado y de mitad en Diputados, además de las elecciones para los poderes ejecutivos provinciales y municipales, para que el plebiscito del modelo sea finalmente ratificado. Si dentro de dos años La Libertad Avanza repite lo de ayer, habrá mayoría parlamentaria para impulsar todas las reformas propuestas, como también gobernadores e intendentes para acompañar la sustentabilidad política y económica que el proyecto libertario promueve.

No hay soluciones mágicas. Lo que estuvo en disputa este fin de semana no era más ni menos que la posibilidad de Argentina para debatir la madre de todas las batallas. En términos futbolísticos, este domingo se ganó, nada más y nada menos, que la semifinal de la Copa del Mundo. Para el que comprenda esta reflexión, y que pase de la euforia a la tristeza, sepa bien que sin 2025 no había 2027. De la misma manera que sin 2023 no había absolutamente nada. Ya se cumplieron dos de los tres objetivos necesarios.

Más allá de todo, cuidado con el triunfalismo y con dormirse en los laureles. La destrucción del kirchnerismo puede sonar atractiva, pero también trae consigo nuevos desafíos. Si el cristinismo se diluye y el justicialismo presenta un candidato “centrista y moderado”, puede ser un reto muy serio para un eventual balotaje en las próximas elecciones presidenciales. Todos los referentes que tengan un mínimo de coincidencia en el rumbo civilizado deben comprender que su momento será en 2031, aprovechando que Milei no quiere saber nada de permanecer en la política luego de dos mandatos presidenciales. Por lo tanto, hay que consolidar la coalición reformista más amplia y mantener la humildad en la victoria. Bajar el nivel confrontativo de discurso, pero mantener la ortodoxia del programa. El ansiado objetivo final, aunque lejano, nunca estuvo tan cerca. Argentina puede cambiar definitivamente. En términos históricos, 2027 está a la vuelta de la esquina.

Con la nueva conformación parlamentaria, de la mano de las mejoras que traerá la estabilidad, comienza también lo que tendría que ser la campaña electoral más larga de la historia. Una que durará dos años, pero que es fundamental. En la que todo el oficialismo debe convencer al electorado de que en las próximas elecciones la historia del último siglo puede cambiar radicalmente. No es poco lo que se logró en 2023 y 2025. Era necesario, fundamental e imprescindible. Pero ahora comienza la discusión más importante de la historia argentina desde 1853 y no hay que desviarse del objetivo. Celebrar, sí. Pero también hay que mantener el foco como nunca antes. La construcción del milagro (como se llama el último libro de Milei) está en marcha. Pero el milagro consolidado y definitivo se somete a escrutinio dentro de dos años.

Fuente: PanamPost

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