El éxodo del alma venezolana: Un grito de esperanza desde la diáspora

VENEZUELA Antonio Ledezma*
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Hay heridas que no se ven, pero duelen en lo más profundo del alma de una nación. Son las heridas de nueve millones de venezolanos que hoy vagan por el mundo, no como turistas o aventureros, sino como náufragos de una tragedia que nunca debió ocurrir.

Nueve millones de historias de desarraigo, de familias rotas, de sueños confiscados por la tiranía. Pienso en mi amada Venezuela, esa tierra de gracia, ese rincón del planeta bendecido con una belleza exuberante y riquezas inmensurables. Un país que no es sólo petróleo, sino una nación «megadiversa», como nos gusta recordarle al mundo, con selvas, llanos, Andes y un Caribe que nos hace únicos. Un país de gente noble, de brazos abiertos.

Recuerdo con nostalgia y orgullo que nuestra Venezuela fue un paraíso de esperanza. Recibimos con afecto y solidaridad a millones de inmigrantes de todos los continentes del mundo: españoles, italianos, portugueses, árabes, judíos, colombianos... todos encontraron en nuestra tierra de Bolívar un hogar, una oportunidad, un remanso de paz y prosperidad. Compartimos lo poco y lo mucho que teníamos, porque esa es nuestra esencia: la generosidad y la hospitalidad.

Venezuela, a lo largo de su historia, ha sido un crisol de culturas y un oasis de esperanza para muchos. Innumerables inmigrantes llegaron a sus costas, no solo buscando refugio, sino también la oportunidad de construir una vida mejor. Con su ingenio, trabajo duro y visión, muchos de ellos no solo se integraron en la sociedad venezolana, sino que también contribuyeron significativamente a su desarrollo económico y cultural.

Inmigrantes que forjaron Industrias y Empresas
La comunidad italiana, por ejemplo, tuvo un impacto profundo en la gastronomía, la construcción y el comercio. Soy hijo de uno de esos miles de inmigrantes que recalo en mi natal San Juan de Los Morros. Vi cómo en mi pueblo esos trabajadores italianos instalaron pequeñas trattorias que se convirtieron en restaurantes icónicos hasta empresas constructoras que levantaron infraestructuras clave, su influencia es innegable.

Los inmigrantes portugueses, con su espíritu emprendedor, se destacaron en la agricultura, la panadería y los supermercados. Muchos establecieron tiendas de alimentación y abastos que crecieron hasta convertirse en grandes cadenas de supermercados, transformando la forma en que los venezolanos accedían a los alimentos. Su laboriosidad y habilidad para la gestión de negocios fueron fundamentales. Me resulta inolvidable esos minutos que pasábamos los estudiantes del Liceo Roscio en la Panadería Coímbra que funcionaba en la Avenida Bolívar.

La diáspora española, impulsada por la Guerra Civil, trajo consigo una rica herencia cultural y un gran talento en diversas áreas. Contribuyeron en la educación, la medicina, la ingeniería y el comercio. Fundaron editoriales, clínicas y negocios que perduran hasta hoy, y su influencia se percibe en la arquitectura y la vida intelectual del país. Muchos ingenieros y arquitectos españoles dejaron su huella en la infraestructura del país.

Los «turcos» (así los llamábamos cariñosamente) procedentes del norte de África y del Oriente Medio, representan una comunidad que se destacó en el comercio textil, la joyería y la banca. Sus bazares y tiendas se convirtieron en puntos de referencia en las ciudades venezolanas, y su perspicacia comercial les permitió construir grandes emporios.

La comunidad judía, compuesta por sefardíes y asquenazíes, tuvo un impacto significativo en las finanzas, la industria y el comercio. Contribuyeron en la creación de bancos, fábricas textiles y empresas de tecnología, aportando una mentalidad innovadora y una fuerte ética de trabajo.

Los inmigrantes chinos, conocidos por su incansable trabajo, establecieron lavanderías, restaurantes y pequeños comercios que se convirtieron en parte integral de la vida cotidiana venezolana, ofreciendo servicios esenciales y una rica oferta gastronómica.

Venezuela como refugio de líderes políticos perseguidos
Más allá del ámbito económico, Venezuela también se distinguió como un santuario para líderes políticos e intelectuales perseguidos por dictaduras en Europa y América Latina. Esta tradición de asilo político era un pilar de su política exterior y un reflejo de su compromiso con la democracia y los derechos humanos.

Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela abrió sus puertas a republicanos españoles que huían de la dictadura, así como a intelectuales y políticos de otras naciones europeas afectadas por conflictos. Estos exiliados, a menudo altamente cualificados, enriquecieron la vida académica, cultural y política de Venezuela.

A lo largo del siglo XX, en diferentes periodos de inestabilidad y dictaduras en países de la región como Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Cuba, Panamá, Guatemala, El Salvador y Colombia, Venezuela ofreció asilo a numerosos líderes políticos, periodistas y artistas que buscaban escapar de la represión.

Figuras destacadas encontraron en Venezuela un espacio seguro desde donde continuar su lucha por la democracia en sus propios países. Esta apertura a la diversidad y la solidaridad internacional convirtió a Venezuela en un ejemplo de libertad y oportunidad para muchos, una realidad que hoy, lamentablemente, contrasta con el éxodo de sus propios ciudadanos.

Hoy, la moneda ha caído del otro lado. Somos nosotros los que necesitamos ese abrazo fraterno. Nueve millones de almas que solo pedimos un poco de afecto, un gesto de solidaridad y la comprensión de que estamos aquí, afuera, contra nuestra voluntad. Este éxodo doloroso no es el final de nuestra historia. Es la pausa necesaria para tomar impulso. Desde cada rincón del exilio, desde Madrid, Miami, Bogotá, Lima, Quito o Buenos Aires, nuestros corazones laten al unísono con el deseo irrenunciable de recuperar nuestra libertad. No estamos solos.

Sabemos que el mundo libre entiende nuestra lucha. La diáspora es nuestra fuerza, y nuestro anhelo es uno solo: regresar a casa, a esa Venezuela que nos espera para reconstruirla con esfuerzo creador, con el talento de los venezolanos, derrochando entusiasmo y pasión; buscando la libertad y la justicia. Mientras ese día llega, solo pedimos que nos comprendan, que nos den afecto y solidaridad, para mitigar el dolor de la ausencia, mientras trabajamos incansablemente por la pronta recuperación de la democracia en nuestra patria.

¡Venezuela volverá a ser libre y grande!

*Para El Debate


 
 

 

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