¿Por qué los "profesionales de la política" no quieren fiscales ciudadanos "gratis"?

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De vez en cuando, en medio de estos ciclos de desgaste del peronismo en la opinión pública, aparece un referente que logra despertar el entusiasmo de una parte sana de la sociedad. Es decir, de quienes comprenden que el país puede mejorar de la mano del crecimiento del sector privado y no del estatismo exacerbado y prebendario.

Cuando esto sucede, antes de las votaciones, muchas personas que no son parte del mundillo político se comprometen genuinamente y desean colaborar desde sus humildes lugares con lo que puedan. Uno de los escenarios más usuales donde se canaliza esta disposición del ciudadano es en la fiscalización de los procesos electorales.

Así, muchas personas deciden dedicar un domingo completo a controlar las urnas y los votos, para que el peronismo no haga de las suyas en el cuarto oscuro y en el conteo de los sufragios. Sin embargo, cuando estos partidos ya cuentan con sus aparatos de monitoreo y agitación tradicionales, es común ver una situación que no es nueva, pero ahora quedó expuesta por primera vez en las redes sociales. La circunstancia donde varios fiscales espontáneos y “gratuitos” —nada es gratis, en realidad ellos pagan con su tiempo, pero lo hacen ad honorem— no son aceptados por los “referentes” de la propia facción política y se rechaza su participación.

Lógicamente, esto genera desilusión y desencanto entre quienes desearon ofrecer su apoyo en este evento. En el marco de los reclamos reiterados hasta aparecen las sospechas lógicas, si el rechazo no esconde alguna intención de los tradicionales punteros. Aunque pueden existir estas situaciones, ya que aquellos que ocupan este puesto en el “territorio”, no solo suelen ser peronistas, sino que están en contacto con los intendentes peronistas, hay una razón más general que explica todo esto y el porqué debe ser corregido de inmediato.

Hace unos años, cuando Mauricio Macri buscaba hacer pie y sostenerse ante un kirchnerismo hostil, en la previa de las elecciones se vivió este mismo entusiasmo, el cual fue canalizado por una organización no gubernamental dedicada a capacitar a cientos o hasta miles de fiscales ciudadanos en todo el país. La ONG los instruía de forma neutral, ya que la labor es la misma para todos los voluntarios, y luego las personas elegían el partido por el cuál iban a presentarse en las escuelas el día de las elecciones.

Como era predecible, la mayoría de los fiscales eligió al PRO para prestar servicio. El contacto entre la ONG y el partido lo realizaba alguien afín a la tolda aurinegra, que también prestaba su colaboración, puso su tiempo, su cara y su buena intención con la única finalidad de que se cuente con los fiscales en cada mesa.

Aunque en las provincias del interior del país los objetivos se cumplieron y los fiscales capacitados pudieron contribuir en diferentes distritos, en Buenos Aires fue otra historia. En este caso, a último momento, simplemente se agradeció por la ayuda, pero se aclaró horas antes de la elección que no se necesitaban fiscales y que las mesas estaban cubiertas. Fue un escándalo y la indignación fue mayúscula. No trascendió ya que hablamos de un período previo a la catarsis tuitera, donde estas cosas quedan en evidencia.

Muchas personas, que obraron de buena fe, lamentaron haberle dedicado varios días a las capacitaciones, para que luego terminen despreciando su esfuerzo. Ni hablar de la indignación de quien se propuso para acercar a los fiscales ciudadanos al PRO, que se vio en la incómoda tarea de decirles a los colaboradores ad honorem que todo había sido en vano.

Aunque muchas personas no terminen de comprender el fenómeno que existe detrás de todo esto, lo cierto es que no hay demasiado para analizar. Todo se trata de los incentivos para los “profesionales de la política”. Es decir, los “armadores” y “punteros”, en realidad no tienen vinculación ideológica con quienes prestan servicios.

Cada elección es para estos “profesionales” el momento de “temporada alta”. Si en determinado lugar hay 10 escuelas y 100 mesas, por lo tanto se necesitan 100 fiscales de mesas y 10 fiscales generales, el “puntero” le dice al “armador” lo que necesita y luego va recopilando los datos de cada distrito. Ese número lleva a otro dato: el de la cantidad de dinero que hace falta pagarles en el caso que el recurso vaya íntegro a las personas, lo que no suele suceder, sobre todo por la nula trazabilidad de un sistema de “manos porosas”.

Los partidos consiguen el dinero y comienza el círculo de pagos, como dijimos, en el caso ideal donde la cuenta sea precisa y el 100 % de los viáticos vayan a cada fiscal pago, que termina siendo contratado por los punteros y armadores.

Si esa necesidad de personas, que se traduce en un pedido de recursos económicos, aparece “gratis”, ¿los «profesionales de la política» se benefician o se perjudican? Esta es una pregunta retórica, porque la respuesta es obvia. Si no hubiese que fiscalizar o si el proceso se pudiera completar con el apoyo desinteresado de ciudadanos que no quieren dinero a cambio de la ayuda, estos “emprendedores” pierden uno de sus “kioscos” históricos.

Afortunadamente, la inclusión de la boleta única de papel es un avance en el marco de un sistema nefasto de intereses perversos. El Estado destina menos dinero a las elecciones, no se desperdicia una enormidad de papel sin ningún sentido y se desarma el sistema de corrupción de los partidos que tienen como incentivo nada más presentarse, para que le den una fortuna para imprimir las boletas.

Además, al menos durante la jornada electoral, si se chequeó que la urna esté vacía al principio y la persona está presente al momento del conteo, ya no es necesario que haya un fiscal sentado en la mesa todo el día por cada facción política.

Esto es porque se terminó con el fraude del robo de boletas, que requería un ingreso sistemático al cuarto oscuro. En la papeleta están todas las opciones para votar y el ciudadano elige. La negativa de Axel Kicillof de sumar a la provincia de Buenos Aires a este sistema deja en evidencia que el espacio político es el que se beneficia de comicios poco transparentes.

Aunque están dándose pasos en la dirección correcta, el accionar de estos “profesionales de la política”, cuando se desempeñan en grupos no peronistas, suele perjudicar la imagen de los partidos que generan ilusión en el electorado. Por eso es necesario tener una discusión abierta sobre estas problemáticas y no mirar para otro lado.

Fuente: PanamPost

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