





Empecemos por los hechos. El Gobierno polaco asegura que, en la noche del pasado martes, detectó 19 drones rusos entrando en el espacio aéreo polaco. Muchos de ellos procedían de Bielorrusia.


Poco a poco, se han ido encontrado los restos de algunos de los drones –hasta siete en el momento de escribir estas líneas– uno de los cuales hizo impacto en un edificio residencial de la villa de Wyryki, cerca de la frontera con Ucrania.
La OTAN, por su parte, informa de que el ataque fue repelido por cazas F-16 polacos y F-35 holandeses, además de misiles Patriot.
La versión rusa ha ido cambiando con el tiempo. Inicialmente han negado tener nada que ver. El Ministerio de Exteriores se apresuró a declarar –tomen nota los rusoplanistas que todavía creen al Kremlin– que «los hechos desmienten los mitos propagados por Polonia para escalar la crisis de Ucrania». Tuvo que ser Bielorrusia la que abriera una pequeña rendija a la realidad sugiriendo ante la prensa internacional que fueron los efectos de la guerra electrónica «de ambos bandos» –darle el mérito a Ucrania sería suicida para Lukashenko– los que hicieron que los drones rusos se perdieran en vuelo y terminaran en Bielorrusia y en Polonia.
Las interpretaciones
Casi un día después de los hechos, la prensa doméstica rusa, responsable de la manipulación de su opinión pública, todavía se aferra a la tesis de que no hay pruebas de que fueran rusos los drones derribados en Ucrania. Rusia, después de todo, no comete errores. Algo parecido había ocurrido ya con el derribo del avión azerbaiyano cerca de Grozni.
De que algo huele a podrido en este asunto concreto da fe que el portavoz del Kremlin, casi siempre locuaz, trasladara la responsabilidad de aclarar la cuestión al Ministerio de Defensa. Pero ¿cómo pueden los militares admitir lo ocurrido después de haber publicado que el ataque de la noche de autos había alcanzado con éxito todos sus objetivos? Como suele decirse, antes se coge a un mentiroso que a un cojo.
Más importantes que la versión rusa, siempre predecible, son las interpretaciones que se hacen en el otro lado. Por el momento, hemos leído de todo y no nos hemos quedado con nada. ¿Atacó Putin Polonia para provocar una escalada con la OTAN? ¿Lo hizo para evaluar la respuesta de la Alianza? ¿Fue solo un error de navegación de los drones en un entorno electromagnético hostil? La respuesta correcta, por supuesto, solo podría dárnosla Vladimir Putin… pero ¿cómo creer al mendaz exespía?
Putin, culpable
Solo Putin sabe lo que tiene en la cabeza, pero vamos a especular sobre el asunto admitiendo el riesgo de equivocarnos. Después de todo, tiempo hemos tenido para tomarle el pulso al dictador.
Los estudiosos de la estrategia han creado una figura, la del actor irracional, que sirve para justificar cualquier nivel de incertidumbre. Sin embargo, a pesar de sus repetidos errores de juicio, no creo que debamos considerar así a Putin. Él quiere una victoria en Ucrania y, si lleva año y medio tratando de conquistar Pokrovsk, ¿qué podría ganar provocando una guerra con la Alianza?
Tampoco lo ocurrido en Polonia le conviene mucho al dictador si quiere evitar que Trump se decida a terminar de deshojar la margarita de las sanciones. El propio partido republicano ha aprovechado el ataque de ayer para volver a poner el tema sobre la mesa.
Admitamos entonces que, por falta de un móvil plausible, el ataque debe achacarse a los errores de navegación de unos drones que, después de todo, son sistemas de bajo precio. Es verdad que son muchos aparatos para que se pueda admitir una equivocación repetida en el proceso de introducción de las coordenadas de los blancos, pero algunas de las técnicas de la guerra electrónica que se emplean en Ucrania afectarían a todos por igual.
¿Absolvería esto a Putin? Por supuesto que no. Los conductores que ponen sus vehículos a 200 kilómetros por hora en un entorno urbano no pueden declararse inocentes si atropellan a alguien. Si el dictador quiere batir blancos próximos a la frontera polaca, tiene que asegurarse de que emplea sistemas que no puedan ser desviados más allá de la zona de guerra.
Putin es, pues, culpable por imprudencia, y eso nos permite sacar una primera conclusión: él, como los conductores atolondrados, no tiene miedo a las consecuencias de sus actos. Si lo tuviera, habría tomado medidas para que no se produjeran
La OTAN, y no la UE
Con el veredicto anterior, desde luego falible, absolvemos a Putin de una de las acusaciones que ha hecho Polonia: la de haber programado el ataque para poner a prueba a la Alianza. Pero eso no quiere decir que, una vez ocurrido el desastre, no vaya a estar atento a la reacción de Occidente.
Y, ¿qué es lo que el dictador puede ver desde su torre de marfil? Von der Leyen dice que «Europa está en guerra». Suena amenazador pero, por si acaso, Polonia confía en el artículo 4 del Tratado de Washington más que en la cláusula de defensa mutua del Tratado de Lisboa. Yo, la verdad, haría lo mismo, pero eso pone en juego al presidente Trump. Y ¿qué dice Trump?¿Qué significa exactamente ese «allá vamos» que publicó en Truth Social? Eso, por desgracia para un Occidente falto de liderazgo, solo lo sabe él.
*Para El Debate




Tras revés en la Corte Constitucional, Noboa envió un nuevo bloque de preguntas para el referéndum
Cuba, al límite: apagón nacional deja a millones sin luz y hunde la generación por debajo del 10% durante siete horas


Nueva amenaza de Diosdado Cabello a Estados Unidos: “Estamos preparados para cualquier guerra prolongada”

Paz y Quiroga se comprometen a evitar la "guerra sucia" hacia la segunda vuelta en Bolivia





Nicolás Maduro adelantó nuevamente la Navidad en Venezuela

No cambiar el plan económico no significa no querer que la situación mejore en Argentina

China busca en los minidramas otro Caballo de Troya para expandir su poder blando

Bolsonaro, más cerca de ser condenado tras el voto de los dos primeros jueces

Landau amenaza a Zapatero con su poder «quitavisas» por apoyar al chavismo

Anuncios contra Israel: el comodín de Sánchez para tapar líos legales de su entorno


