

Lo que un “terapeuta de ricos” aprendió sobre la felicidad al escuchar los problemas de los millonarios
MUNDO



El psicoterapeuta estadounidense Clay Cockrell, conocido por su trabajo con clientes multimillonarios en Nueva York, ha desarrollado una perspectiva singular sobre la relación entre riqueza y bienestar.


Tras años escuchando los problemas de los más acaudalados, Cockrell afirma haber renunciado a perseguir la riqueza para sí mismo, convencido de que la abundancia financiera puede acarrear consecuencias inesperadas para la salud mental y la satisfacción personal. Su experiencia ofrece una mirada desde dentro sobre los desafíos que enfrentan los superricos y desmonta varios mitos sobre la felicidad y el dinero.
Aprendizajes sobre la felicidad y el “efecto tóxico de la abundancia”
A partir de su trabajo, Cockrell sostiene que la búsqueda de la felicidad a través del dinero es una lucha interminable, marcada por la insatisfacción permanente.
Muchos de sus pacientes llegan a terapia convencidos de que alcanzarán la tranquilidad al reunir una cantidad concreta de dinero. La realidad, según relata, es que los objetivos financieros se desplazan constantemente: quienes logran una suma que creían suficiente pronto sienten la necesidad de reunir aún más.
Cockrell describe este fenómeno como el “efecto tóxico de la abundancia”, una trampa psicológica en la que las personas nunca experimentan una verdadera sensación de suficiencia. Esta mentalidad lleva a una vida caracterizada por la ansiedad, la comparación y la sensación de vacío, asuntos recurrentes en las sesiones con sus pacientes.
“La felicidad no va a venir de la cuenta bancaria. Simplemente no va a venir”, afirmó Cockrell a la BBC, subrayando que su trabajo consiste en ayudar a las personas a descubrir propósitos que trasciendan la acumulación de riqueza.
La terapia con millonarios se convierte en un ejercicio para redefinir objetivos vitales, indagando si la satisfacción podría encontrarse en otras áreas, como la filantropía, las relaciones personales o la creatividad. La ambición no es problemática en sí misma, según Cockrell, siempre que esté alineada con un propósito genuino y no girando perpetuamente en torno a cifras en una cuenta bancaria.
El abordaje de Cockrell con la élite económica surgió de forma fortuita. Un paciente de altos ingresos elogió su innovadora práctica de realizar sesiones mientras paseaban por parques de Nueva York, en lugar de recurrir a los consultorios tradicionales, y pronto recomendó su método a su círculo social. Así, se fue especializando en atender a quienes pertenecen al denominado “1%”.
A diferencia de otros profesionales, Cockrell nunca desestima los problemas de sus clientes ricos por parecer banales a ojos externos.
El terapeuta dice que él mismo se sorprendió con los problemas que conlleva la riqueza, incluso aquellos que se descartan como “problemas del primer mundo”.
“Como mucha gente, creía que el dinero solucionaba los problemas. Resuelve algunos, pero no todos. Muchos de mis clientes dicen que terapeutas anteriores escuchaban sus quejas y respondían: ‘No deberías tratar cosas como dónde aparcar tu yate o cómo repartir la herencia de tus hijos como problemas’. Pero siempre he creído en un enfoque de comprensión y aceptación, de reconocer sus problemas como legítimos”, dijo a la BBC.
“Puede que no sean los mismos problemas que los míos, pero ahora sé que el dinero es un factor que complica la vida de las personas” añadió.
Entre los obstáculos más frecuentes que Cockrell observa en sus pacientes destacan el aislamiento social, una profunda desconfianza hacia los demás y la dificultad para establecer relaciones auténticas. El terapeuta señala que la riqueza tiende a distanciar a las personas del llamado “mundo real”, propiciando la interacción exclusivamente con círculos que comparten su estatus y compresión. Esto conduce a una vida marcada por la sospecha, donde se teme que los nuevos vínculos estén motivados por intereses económicos o de prestigio.
La consecuencia, según Cockrell, es un nivel elevado de soledad e inseguridad. Muchos de sus pacientes manifiestan una creciente incapacidad para entablar nuevas amistades o confiar en la sinceridad de quienes se les acercan, lo que acentúa la sensación de aislamiento emocional.
Los desafíos de los hijos de familias adineradas
Crecer en el seno de la abundancia plantea, según Cockrell, retos singulares para los hijos de los superricos. Los padres suelen procurarles una vida sin privaciones, con el objetivo de evitarles dificultades similares a las que ellos experimentaron. Sin embargo, esa hiperprotección puede terminar por privarles de aprendizajes esenciales y del sentido del esfuerzo personal.
Muchos jóvenes que han tenido acceso, desde edades tempranas, a lujos y experiencias exclusivas terminan desarrollando una sensación de hastío con facilidad. Buscan emociones extremas, a veces a través de conductas de riesgo o el consumo de drogas, como una forma de romper la monotonía.
Además, enfrentan la presión de estar a la altura o superar los logros de sus progenitores, especialmente si deciden seguir sus pasos profesionales. Para otros, el exceso de recursos los lleva a una falta de ambición y de propósito, cuestionándose el sentido de estudiar o emprender cuando la seguridad económica ya está garantizada.
La fascinación y hostilidad hacia los superricos se ha incrementado en años recientes, alimentada tanto por producciones culturales como Succession, como por el crecimiento de la desigualdad. Cockrell, que ha escrito sobre los paralelismos entre su práctica y la famosa serie, reconoce que la percepción social sobre los multimillonarios oscila entre la admiración y el rechazo. Muchos se convierten en íconos y líderes de opinión, mientras que otros representan, a ojos de numerosos ciudadanos, el símbolo de un sistema inequitativo.
El auge de la presión social queda reflejado en episodios como las protestas ante celebraciones ostentosas de magnates, o en datos que ilustran la creciente brecha entre los más ricos y el resto de la población mundial.
Según estimaciones, mientras las fortunas de los cinco hombres más ricos del planeta se duplicaron tras 2020, la riqueza de miles de millones de personas disminuyó, fenómeno que alimenta el debate sobre justicia tributaria y concentración de recursos.
De toda su experiencia, Cockrell extrae una lección aplicable para quienes aspiran a la fortuna: la felicidad rara vez se encuentra en la acumulación material. Entre quienes ya lo tienen todo, la plenitud no es mayor.
Sus testimonios invitan a reconsiderar dónde buscar el bienestar duradero: en los vínculos humanos, la familia y el impacto positivo en la comunidad, más que en el saldo bancario.
Fuente: Infobae





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