





La cumbre de Alaska se convirtió en una victoria política de Vladímir Putin. Durante tres años insistieron en su aislamiento –lo calificaron de paria– y quisieron presionarlo para que acepte una tregua, en momentos en que sus tropas avanzan de forma persistente en camino a Kiev. Lejos de someterse a las presiones, los ultimátums y a las amenazas previas del propio mandatario estadunidense, fue recibido en alfombra roja, exhibió su sonrisa más afable y aduló al magnate devenido en presidente afirmando que "no hubiese habido guerra en Ucrania de haber estado Trump en el poder en 2022". En búsqueda de su ansiado premio Nobel de la Paz, el narcisismo de Trump se vio colmado, situación que permitió orientar los debates a áreas de interés común como el vencimiento del Tratado de Nueva Reducción de Armas Estratégicas que expira el 5 de febrero de 2026.


La revista británica The Economist consideró que el encuentro se convirtió en una pesadilla geopolítica coherente con la humillación sufrida por Volodímir Zelenski en la reunión realizada en febrero último en la Casa Blanca. Los propagandistas de la supremacía de Europa Occidental –adiestrados en una recóndita rusofobia–, olvidaron considerar que el encuentro fue protagonizado por perfiles de formación disímil. Por un lado, el millonario curtido en el arte de comprar, vender, engañar, estafar y dirigir reality shows como El Aprendiz. Un magnate devenido en mandatario que fue condenado en tres causas: abuso sexual, difamación y falsificación de registros comerciales. Un presidente que, además, la Corte Suprema lo preservó de ser procesado por golpista. Frente a él, un abogado, exfuncionario de una agencia de inteligencia durante dos décadas, protagonista de la recuperación del orgullo nacional ruso. En síntesis: un jugador fullero de póker, frente a un ajedrecista embebido en patriotismo.
El encuentro estuvo enmarcado en una proliferación comunicacional inusitada. Cada gesticulación, guiño y ademán se convirtió en un elemento de altercado simbólico. La decisión de llevar a cabo la reunión en la Base Militar Conjunta Elmendorf–Richardson se constituyó en el primer mensaje de amedrentamiento. Los encargados políticos del protocolo conjeturaron que el solo ingreso en territorio militar intimidaría al jefe del Kremlin. Una de las primeras respuestas fue bridada por el canciller Sergei Lavrov, quien fue visto el jueves por la tarde, en Anchorage con un buzo estampado con la inscripción de la sigla CCCP. Dichas iniciales son la abreviatura en ruso de la URSS. El territorio de Alaska perteneció a Rusia hasta 1867 cuando el zar Alejandro II decidió venderlo por un valor aproximado a los 7 millones de dólares.
Gran parte del establishment globalista, y sus mercenarios comunicacionales, pronosticaban, con indisimulable fastidio, que Putin sería indoblegable. En ese contexto, la sola realización de la cumbre supuso un éxito para el mandatario moscovita al prevalecer sobre las operaciones realizadas por Bruselas para que no se lleve a cabo el cónclave o para que fracase. Desde Francia, Emmanuel Macron intentó quitarle relevancia al encuentro afirmando que “es normal que haya una reunión bilateral entre Rusia y Estados Unidos. Lo bueno es que haya coordinación con Europa en los asuntos que le conciernen". Las contradicciones entre Bruselas y Washington no son el resultado del arrebato trumpista, sino la consecuencia de enfoques alternativos sobre cómo enfrentar la rebelión en la granja de los BRICS+, cuya emergencia trastoca el establishment financiarista monolítico que caracterizó las relaciones internacionales en el último medio siglo.
Europa trató de convertir la reunión en un fracaso, mientras que el régimen de Kiev llamó en forma desesperada a ejercer más presión contra Putin. Las respuestas estadounidenses previas no se hicieron esperar: el secretario del Tesoro, Scott Bessent, conminó a los dirigentes de la Unión Europea a "cerrar la boca" ante la evidencia de que buscaban el fracaso de la cumbre. La velocidad de los cambios genera confusión entre quienes estaban (mal)acostumbrados a orientar de forma mancomunada la gobernanza global, apelando al latiguillo de un orden basado en reglas, ajeno a la Carta de las Naciones Unidas. Una normativa que ningún país debatió ni aprobó y que la lógica multilateral cuestiona desde diferentes perspectivas: (a) la defensa de la seguridad estratégica planteada por Moscú contra los 32 países de la OTAN; (b) el derecho de la República Popular a instaurar mecanismos de cooperación no injerencista haciendo valer al mismo tiempo su preponderancia económica y comercial, basada en la productividad y la competitividad; (c) el paradigma de la autonomía planteado por Brasil al reivindicar la soberanía de sus instituciones jurídicas; (d) la dignidad y resiliencia India dispuesta a tender expeditivos puentes hacia su antiguo adversario regional, después de las penalidades arancelarias impuestas por Washington; y (e) Sudáfrica, liderando las acusaciones ante el Tribunal Penal Internacional respecto al genocidio en Gaza.
La ofensiva rusa se produjo en febrero de 2023, pero en el análisis estratégico examinado por los mandos militares del Kremlin no solo pesó el cerco impulsado por la OTAN, sino las invasiones previas, tanto la de Napoleón como la de Hitler. En los estudios previos también se consideraron los documentos oficiales británicos publicados por el National Archives en 1998 en los que se filtraron las propuestas de Winston Churchill para atacar la URSS en 1945. La investigación fue realizada por el analista Jonathan Walker, integrante del Comité de Historia Militar. Fue publicado en 2013 con el título de Operación Impensable. Al final de la Segunda Guerra, el presidente Harry Truman relegó la propuesta de Churchill porque tenía una propuesta de mayor alcance disciplinario: las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki con las que consiguió la rendición de Japón y pretendió aterrorizar a los soviéticos.
La pelea actual al interior de la OTAN se vincula con que fue Estados Unidos quien impulsó la operación de asedio y acoso contra la Federación Rusa desde los años noventa. Pero ahora decide ausentarse por considerar que debe dedicarse a dos enemigos prioritarios: los inmigrantes internos –todos ellos considerados delincuentes y narcotraficantes–, y los chinos. Mientras tanto, la República Popular exhibió su acostumbrada parsimonia basada en la Asociación Estratégica Integral que hermanan a Xi Jinping con el Kremlin. Dicho acuerdo incluye una próxima reunión conjunta en la que se abordarán las derivas geopolíticas del encuentro realizado en la Base Militar. Mientras tanto, los apesadumbrados demócratas globalistas junto a Ursula Von der Leyen aseguraron que la cumbre podría convertirse en una nueva Conferencia de Yalta, sin presencia europea. Las dos victorias de Putin, la política y la militar, parecen limitar las capacidades de Bruselas para proponer nuevas Operaciones Impensables. Eso que llaman Occidente está roto.
Fuente: Página12









Los líderes europeos advirtieron que Rusia “no puede vetar” el ingreso de Ucrania en la UE y la OTAN




