Homo Argentum y la soberbia impune de los críticos de arte de izquierda

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Homo-Argentum

La discusión sobre el «arte elevado» y lo «popular» o «comercial» es eterna. También el debate sobre la virtud y la masividad, ya que existen críticos y supuestos especialistas que suelen cuestionar las obras que terminan llegando al público en general.

Guillermo Francella, actor principal de la película del momento, Homo Argentum, se expresó sobre estas cuestiones en las primeras presentaciones ante la prensa por su último film y aseguró que él es partidario de las películas que son avaladas por el público en grandes números. También dijo que respetaba, pero que no terminaba de comprender, las otras expresiones artísticas con largometrajes que uno no sabe ni lo que pasa ni comprende el final. Esas producciones que suelen tener un público escaso, pero que muchas veces son celebradas por los críticos. Esos «especialistas» que suelen pararse en un pedestal para adjudicarse la prerrogativa interpretativa del arte más elevado.

Osvaldo Quiroga, periodista y crítico de cine, fulminó el largometraje al que calificó como poco ambicioso artísticamente. Aunque evidenció diferencias ideológicas con un Francella de simpatías con el momento político que atraviesa la Argentina, la crítica de Quiroga más irracional fue la de los «chivos» que tiene la película. Es decir, las publicidades encubiertas de las marcas y productos que permitieron la financiación de Homo Argentum.

La presencia de marcas de empresas para Quiroga significa un producto de pésima calidad, como si fuera «una propaganda de televisión». En este sentido, asociando a Francella con la gestión de Javier Milei, el crítico lamentó que se esté, como dicen en el kirchnerismo, «desfinanciando a la cultura». Es decir, dejar de utilizar recursos de los contribuyentes para financiar películas. Cuando, mediante los impuestos, la gente tiene que poner dinero para la realización de obras artísticas, Quiroga no dice nada. Ahora, si los argentinos dejan de pagar coactivamente lo que ven y lo que no ven, y las marcas exponen sus productos a cambio de la financiación, el crítico pone el grito en el cielo.

Claro que Quiroga no plantea el problema de forma explícita. No dice que quiere que los argentinos paguen obligatoriamente las películas que no ven. Tampoco hace referencia al gobierno ni al Estado. Simplemente, él y los críticos «progresistas» dicen que «Argentina debe financiar la cultura», cayendo en una falacia doble. «Argentina», como entidad colectiva no financia nada, son los argentinos con los impuestos. Por otro lado, «la cultura» no es la financiada. El dinero lo reciben los artistas obsecuentes de los gobiernos de turno, que se benefician por su cercanía a los políticos que están en el poder.

Lo bueno (y civilizado) de las películas como la de Francella es que la pagan los que invierten y los que desean verla. Si alguien considera que se trata de un film chabacano o poco ambicioso artísticamente, está en todo su derecho. Simplemente no va a verla, no paga su entrada. Lo positivo de todo esto es que el que no quiera ver la película, no debe pagar por ella. Con el modelo de Quiroga y el resto de los críticos de izquierda, todos debemos pagar por las películas que les gustan a ellos. Eso, al incluir la financiación coactiva, es un hecho de violencia, inmoralidad e injusticia.

El que quiera hacer esas películas, supuestamente superiores desde lo artístico, que las haga, el que desee poner dinero para la realización de las mismas que lo haga y el que desee pagar la entrada para verla, que lo haga también libremente. Pero que no le pasen la cuenta a los argentinos que no tienen los recursos para financiar sus elevadas producciones artísticas.

Fuente: PanamPost

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