


Trump y Putin en Alaska: la última esperanza de paz mundial
MUNDO



La reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska no es solo un gesto diplomático: es, quizás, la última oportunidad real de detener el derramamiento de sangre en Ucrania y reencauzar las relaciones internacionales hacia un equilibrio multipolar. En medio de una guerra que ha devastado a millones, la cita entre ambos líderes representa un intento de racionalidad frente a la obstinación suicida de Volodímir Zelenski y la maquinaria belicista de la OTAN.


Trump lo dijo sin ambages: “Zelenski empezó una guerra contra un país veinte veces superior.” Y no le falta razón. Ucrania, lejos de buscar una salida negociada, ha preferido inmolarse en nombre de una soberanía que ya no controla. Las cinco regiones y Crimea no volverán a Kiev, como ha reiterado Putin. De hecho, Ucrania las perdió en 2014, cuando los gobiernos nacionalistas de Kiev iniciaron una campaña de exterminio contra la población rusoparlante del Donbás. Los Acuerdos de Minsk, firmados y luego ignorados por Ucrania, eran tratados vinculantes. Su incumplimiento constituye un casus belli, como lo reconocen juristas internacionales.
Zelenski, en su delirio de resistencia total, ha declarado que no aceptará concesiones territoriales. Prefiere que muera hasta el último ucraniano antes que reconocer la realidad geopolítica. Como advirtió Henry Kissinger en 2014: “Ucrania debe evitar convertirse en un puesto avanzado de Occidente contra Rusia.” Pero Kiev hizo exactamente lo contrario, provocando una guerra que hoy consume su nación.
Un alto al fuego sin condiciones no es aceptable para Moscú. Rusia sabe que Ucrania lo utilizaría para rearmarse, con ayuda de la OTAN. Si Washington realmente quiere la paz, debe cesar el suministro de armas a Kiev. La industria armamentista occidental, que se alimenta del conflicto, no tiene interés en la paz. Como señaló el filósofo ruso Aleksandr Dugin: “La guerra en Ucrania no es solo territorial, es civilizatoria. Es el choque entre el mundo unipolar y el mundo multipolar.”
La elección de Alaska como sede de la reunión no es casual. Ese territorio perteneció a Rusia hasta que el zar Alejandro II lo vendió a Estados Unidos en 1867. Putin, en tiempos de Biden, insinuó que esa venta podría ser revisada, lo que añade un simbolismo histórico al encuentro. Alaska, tierra de frontera, se convierte ahora en tierra de diálogo.
Pero Ucrania no será el único tema sobre la mesa. Las relaciones ruso-estadounidenses están paralizadas sin razón válida ahora. La apropiación de activos rusos por parte de Estados Unidos y países europeos -bajo el pretexto de sanciones- es, en términos jurídicos, un robo. La devolución de esos bienes debe ser parte de cualquier acuerdo serio. La paz no puede construirse sobre el saqueo.
También se abordará el plan de paz entre Armenia y Azerbaiyán, que podría abrir la puerta a una peligrosa expansión de la OTAN en el Cáucaso. Irán ya ha expresado su oposición. La región, históricamente volátil, podría convertirse en otro foco de conflicto si se impone una lógica de bloques. Siria, Gaza y las sanciones injustificadas a aliados de Rusia -como India- también estarán en la agenda. La política de castigo económico ha demostrado ser ineficaz y contraproducente.
Los conspiranoicos temen un atentado contra alguno de los dos líderes, lo que complicaría aún más el panorama. No es un temor infundado: a los guerreristas no les conviene la paz. La industria armamentista, los halcones del Pentágono y ciertos sectores de Bruselas prefieren un mundo en llamas antes que un mundo en equilibrio.
Trump y Putin, con estilos distintos, pero con visión estratégica, podrían sentar las bases de una nueva arquitectura internacional. No se trata de capitulaciones, sino de reconocer realidades. Ucrania está perdiendo la guerra. La OTAN ha fracasado en su intento de debilitar a Rusia. Y los pueblos, tanto ucranianos como rusos, merecen vivir en paz.
La reunión en Alaska debe ser clara, directa y sin hipocresías. El mundo necesita líderes que hablen con franqueza, que reconozcan errores y que construyan sobre la verdad. Como dijo Winston Churchill: “La diplomacia es el arte de decir ‘buen perro’ mientras se busca una piedra.” Hoy, más que nunca, se necesita menos piedras y más acuerdos.
Fuente: aurora.il



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