La difícil tarea de Netanyahu

ISRAEL Jorge Levin
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JORGE LEVINPor Jorge Levin

En marzo de 2024, en un contexto político candente, Donald Trump instó a Israel a poner fin a la guerra con urgencia, advirtiendo que un fracaso en este sentido podría resultar en una pérdida significativa de apoyo internacional. Este consejo no solo refleja una preocupación pragmática sobre la percepción global de Israel, sino que también se convierte en un imperativo estratégico que debería ser considerado por el liderazgo israelí. La interacción entre la política interna y la percepción internacional es crucial para la estabilidad y el futuro de Israel.
A pesar de que el primer ministro Benjamin Netanyahu ha indicado que está tomando en cuenta las palabras de Trump, la realidad muestra que el aislamiento global de Israel se ha intensificado desde entonces. Inicialmente, tras los eventos del 7 de octubre, muchos países apoyaron a Israel, reconociendo su derecho a la autodefensa. Sin embargo, la prolongación del conflicto y las imágenes desgarradoras de la situación en Gaza han erosionado ese apoyo, transformando a Israel en un estado cada vez más aislado.
Este aislamiento se ha manifestado en varios aspectos, desde declaraciones de aliados tradicionales que ahora consideran el reconocimiento de un Estado palestino hasta el impacto en relaciones económicas y culturales. La reciente decisión de Alemania de suspender la exportación de equipos militares que podrían ser utilizados en Gaza es un ejemplo claro de cómo las decisiones de guerra afectan la percepción internacional y, por ende, la política exterior de Israel. La naturaleza simbólica de este embargo, al provenir de un aliado histórico, subraya la gravedad del deterioro de la influencia de Israel en el escenario global.
Netanyahu ha defendido la necesidad de continuar las operaciones militares en Gaza como un medio para alcanzar una finalización del conflicto y mitigar el aislamiento del país. Sin embargo, este enfoque presenta una paradoja: las acciones impulsadas de acuerdo a su lógica podrían, por el contrario, profundizar el aislamiento que intenta mitigar. La guerra de la información es un aspecto igual de crítico, donde la narrativa ha sido moldeada en gran medida por fuerzas externas que, en gran parte, superan el control israelí. La incapacidad para combatir esta narrativa ha llevado a una creciente percepción negativa hacia Israel en el escenario internacional.
En última instancia, el dilema al que se enfrenta Israel es claro: la necesidad de actuar con rapidez para acabar con el conflicto a pesar de los costes inminentes que ello podría acarrear. La visión a largo plazo de Netanyahu se basa en la creencia de que una rápida erradicación de Hamás mejorará la posición internacional de Israel, transformando así el aislamiento actual en una estabilidad futura. Sin embargo, el argumento de que una "victoria" militar puede lavar las manchas diplomáticas es arriesgado; el recorrido hacia la pacificación y la normalidad estará marcado por las percepciones que surgen, y el tiempo será un factor crítico.
La pregunta que debe plantearse, entonces, no es solo cómo ganar la guerra, sino también cómo reconstruir relaciones globales que faciliten un entorno más positivo para el Estado de Israel. Como sostuvo Trump, actuar rápidamente es crucial, pero las decisiones tomadas para lograr este objetivo a corto plazo deben considerar cuidadosamente las implicaciones a largo plazo para evitar el riesgo de un estigma permanente como "estado paria". Solo a través de un enfoque equilibrado entre la defensa y la diplomacia, Israel puede esperar recuperar el apoyo mundial que necesita para asegurar su supervivencia y bienestar a futuro.


 
 

            
 

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