La popularidad de Sheinbaum dentro y fuera de México contrasta con las resistencias en su partido

MUNDOAgencia 24 NoticiasAgencia 24 Noticias
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La primera presidenta que ha tenido México en toda su historia, Claudia Sheinbaum, lleva seis meses en el cargo y, paradójicamente, las difíciles negociaciones que ha mantenido con Donald Trump a cuenta de los aranceles le han proporcionado mayor popularidad aún: las encuestas le otorgan estos días una aprobación del 82%, nada que envidiar a su antecesor, el muy carismático Andrés Manuel López Obrador. Dentro y fuera del país se le ha reconocido la titánica tarea de entenderse con el voluble presidente estadounidense. Pero hay algo que la distingue no ya del sexenio anterior, sino de todos los demás, podría decirse, y es que no acaba de llevar las riendas del partido con el que alcanzó una mayoría aplastante. Tampoco los barones de Morena que lideran las Cámaras legislativas obedecen a la presidenta como venía siendo costumbre desde décadas. Algo ha cambiado, y el hecho de ser mujer es una condición que muchos mencionan para explicar esta suerte de debilidad interna. Pero no solo.

“Desafortunadamente, siento que es una cuestión de género, pero también creo que ella no tiene un estilo autoritario”, dice la politóloga Aritmética Jaime. “En México, el presidente tradicionalmente ha dominado la política exterior, la interior y el partido, pero quizá eso no es lo correcto, eso no pasa en los sistemas parlamentarios. Esperamos de ella que reproduzca esa autoridad política, que sea fuerte, pero no tiene por qué ser lo correcto”, añade la analista. Los expertos lo ven, en todo caso, inusitado, teniendo como tiene las mayorías parlamentarias para llevar a cabo sus políticas sin cortapisas. “Por momentos parece un gobierno dividido, una especie de cohabitación a la francesa”, señala Humberto Beck, historiador del Colegio de México. A su parecer, conviven ahora tres poderes, el de la propia presidenta, el de los líderes de las cámaras y el peso que aún tiene la herencia de López Obrador.

En las últimas semanas, mientras Sheinbaum luchaba a brazo partido para frenar los aranceles con los que amenazaban desde Estados Unidos, el gran socio comercial de México, una foto llamó la atención, la que se hacían los líderes de su partido dando la espalda a la presidenta cuando caminaba hacia el escenario en una gran cita política. Se disculparon, pero la imagen, ahí quedó. Sonoro fue también, a primeros de marzo, el volantazo que dieron las Cámaras para aplazar la ley contra el nepotismo que había enviado la presidenta para su entrada en vigor antes de las elecciones intermedias de 2027. Le concedieron el deseo, pero solo en 2030. El jefe de la bancada morenista en el Senado, Adán Augusto López, y el líder de los Verdes, partido aliado, dieron al traste con la fecha requerida para la reforma y la presidenta tuvo que aceptar el manejo de sus correligionarios en las Cámaras, para las que ella consiguió en junio tan amplia mayoría. La semana pasada, el legislativo morenista volvió a emplear su poder masculino para que un diputado de sus filas acusado de violación, Cuauhtémoc Blanco, siguiera aforado. El partido de la presidenta no se ganó ahí la simpatía de su electorado y eso menoscabó en alguna medida las expectativas que depositaron las feministas en Sheinbaum.

Nada de ello ha trastocado por ahora el reconocimiento que la mandataria tiene entre la población, ni parece probable que así sea en el corto o medio plazo, pero las señales son dignas de análisis. “El nivel de machismo y de misoginia es muy grave en la política. A los hombres les resulta difícil aceptar que una mujer les ordene, tener que obedecerlas. Eso, que afecta a todo el mundo, en México es muy latente”, opina el estratega político Antonio Sola, gran conocedor de los gobiernos latinoamericanos. Pero apunta otros dos factores: “El partido, Morena, siempre ha sido un archipiélago de intereses y ahora es más visible todavía y eso pasa en lo federal, en lo estatal y en lo municipal”, afirma. “Hay muchas islitas que ven por sí mismas”. Sola menciona también “la sombra del que mandó en Morena, que sigue imponiéndose con un peso importante en la dinámica del partido”, dice. La alargada figura de López Obrador también la mencionan otros.

Mucho antes de abandonar el poder, el mandatario, que regía con mano firme su partido, organizó su sucesión en unas votaciones populares a las que se postularon varios de los más renombrados líderes morenistas. Aunque Sheinbaum se alzó como candidata a la presidencia, López Obrador dispuso premios para los perdedores: serían los líderes de las Cámaras de Diputados y Senadores. De ese modo se situaron en un espacio de poder el mencionado Adán Augusto López, cercano al presidente, pero también Ricardo Monreal, representante de una de las grandes familias morenistas, o Gerardo Fernández Noroña, líder del aliado Partido del Trabajo y ahora presidente del Senado. Por si fuera poco, el primogénito de López Obrador, también Andrés Manuel, es el secretario de Organización del partido. “La figura del expresidente, esté o no involucrado en el día a día de la gobernanza, supone un factor de poder, porque fue él quien creo esta distribución de los cargos”, sostiene el historiador Beck. “Aunque no intervenga, este arreglo suyo habla de la persistencia de su autoridad y los líderes parlamentarios sienten el empoderamiento que emana de ese diseño”, añade.

Son días de vino y rosas para Sheinbaum, de todos modos y a pesar de los embates de Trump, que este jueves anunció definitivamente aranceles para todo el mundo pero excluyó del paquete más gravoso a México y Canadá. “Esa aparente fragilidad interna la ha contrarrestado la presidenta con el también aparente éxito que ha conseguido con sus medidas contra el crimen organizado y la violencia a requerimientos del mismo Trump”, señala Beck. Incluso puede decirse que es la política que ha puesto más en evidencia el fracaso de López Obrador en esta materia, sostiene el analista. “De modo que las fortalezas y las debilidades están interactuando en el gobierno de Sheinbaum”.

Para Laura Aritmética Jaime, profesora de la Universidad de Guadalajara, lo que parecen debilidades de la presidenta son factores que la revisten de un cariz democrático que no adornó a otros mandatarios anteriores. “Las peleas internas del partido no le afectan por ahora, si le afectaran creo que intervendría, pero es buena estratega y acepta que hay batallas que puede perder sin perder tanto”, explica. “Ella mantiene una legitimidad muy fuerte”. Jaime también menciona el “espectro” del anterior presidente y la oposición que encuentra Sheinbaum en el seno de su partido, “dominado por muchos hombres”, pero cree que ella no debe conducirse con formas añejas de autoridad. “De todos modos”, afirma con cierta resignación, “si no gobierna con fortaleza se le criticará por ello, y si gobierna como antes lo hicieron los hombres, también”.

Fuente: El País

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