Éramos pocos… y volvió Alberto Fernández

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Alberto Fernández se fue del gobierno repudiado por prácticamente todos los argentinos. Lógicamente, el «antikirchnerismo» lo cuestionó por haber sido el presidente del cuarto gobierno kirchnerista –luego de uno de Néstor y dos de Cristina–, pero del lado peronista también renegaron de él. El kirchnerismo duro lo acusó del fracaso de la gestión, que supuestamente tuvo lugar por no haber seguido con más vehemencia las indicaciones y sugerencias de una vicepresidente que le refutó sus medidas durante los cuatro años de mandato. Apenas el Frente de Todos ganó las elecciones en 2019, CFK le dijo que no «usaba la lapicera» para tomar las decisiones políticas que consideraba pertinentes. Sus seguidores, hasta hoy, lo critican por no haberla indultado en la causa que tuvo su fallo en primera instancia mientras la dupla de los Fernández se encontraba en el poder.

Como si fuera poco, Alberto recibió dos duros cachetazos apenas terminó su fallida presidencia, con la economía completamente incendiada. Su nombre estuvo por primera vez vinculado a un grave caso de corrupción con el escándalo de los seguros y su expareja lo denunció por violencia de género. Su defensa fue muy incómoda para él, ya que durante su gobierno se jactó de ser un «feminista antipatriarcal». Esto significa que cuando hay una denuncia o una acusación, la mujer dice la verdad y alcanza con su testimonio, al menos como para una condena social a los hombres acusados de violencia de género.

Para dar su versión de los hechos, Fernández eligió a la filósofa Roxana Kreimer, que hace un tiempo había cuestionado la desigualdad que enfrentan hombres y mujeres ante las denuncias de este tipo. En un extenso intercambio entre ambos, el expresidente aseguró que su expareja mintió con sus acusaciones. Incluso dijo que ella les había dicho a sus amigas que pensaba hacerle una falsa denuncia por sus golpes y moretones, que según Fernández, ella se generaba con tropiezos y caídas, producto de un problema de abuso de alcohol.

Aunque el exmandatario brinde su versión de los hechos, que tendrán que ser analizadas por la justicia, lo cierto es que Alberto Fernández no encuentra demasiados oídos empáticos. El kirchnerismo lo detesta, el peronismo no quiere saber nada de él y los libertarios del oficialismo lo rechazan por peronista y kirchnerista. Lógicamente, el feminismo que él «empoderó», siguiendo las premisas del mismo Fernández de hace un tiempo atrás, ya lo condenó por la mera acusación de Fabiola Yáñez, que encima mostró imágenes con los golpes que el expresidente dijo que se relacionaban con las caídas de una borracha y las lesiones de tratamiento de belleza.

Ni su exvocera se anima a defenderlo en la actualidad. Recientemente, la misma Gabriela Cerrutti dijo que no volvió a hablar con el que fuera su jefe cuando se desempeñaba como portavoz del gobierno.

En el marco de su regreso al debate público (duramente cuestionado por buena parte de la ciudadanía y los medios de comunicación), Alberto Fernández optó por hacerse el gracioso, como en sus épocas de tuitero luego de renunciar como jefe de Gabinete del gobierno de Cristina Kirchner hace más de una década.

Retuiteando un viejo comentario suyo en la red social ahora llamada X, Fernández volvió a compartir una publicación donde trataba al diputado José Luis Espert de «Pajert» (en burda alusión a lo que en Argentina se denomina un «pajero», es decir, a un masturbador compulsivo). En medio de los cuestionamientos por una denuncia del kirchnerismo por un aporte de campaña de 2021, el expresidente utilizó una canción de Los Fabulosos Cadillacs para tratarlo de «libernarco».

En los comentarios, un usuario le dijo que, con la cara que tiene Fernández «no le puede decir pajero a nadie». El exmandatario respondió: «¿Y Boston? Con esa carucha te lo digo a vos también».

Además de sus comentarios desubicados (dada su nula autocrítica por su proyecto político que los argentinos seguimos pagando), Fernández también retuiteó a un seguidor que lo denominó como «la cabra», en referencia al «GOAT» (Greatest of all time, es decir «el más grande de todos los tiempos»).

Habrá que ver cuáles son las intenciones del expresidente. Regresar a la política parece algo fuera de las posibilidades. ¿Será que quiere comenzar a probar suerte como tuitero, panelista o debutará en algún stream? Todo es posible en Argentina…

Fuente: PanamPost

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