Los manotazos de ahogado del dictador asesino Nicolás Maduro

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Nicolás Maduro se encuentra en una situación insostenible, acorralado por la presión interna y externa. Su estado de desesperación se hace palpable, y parece que nos acercamos al final de su usurpación del poder. Es fundamental señalar que las acciones de este régimen han llevado a Venezuela a la ruina económica y social, dejándola en un estado que requerirá un arduo esfuerzo para recuperar su vitalidad. La caída de Maduro parece inminente; cada día que pasa, su futuro tras las rejas se vuelve más probable a medida que se intensifican las denuncias sobre los crímenes y el genocidio que ha perpetrado.
Recientemente, Venezuela ha declarado una movilización de buques de guerra y la activación de millones de milicianos, un movimiento alarmante que responde a lo que el régimen considera la "mayor amenaza" en el continente en un siglo: el reciente despliegue militar de Estados Unidos en sus aguas. El Gobierno de Maduro denuncia que estas acciones son parte de un intento por parte de la administración estadounidense de llevar a cabo un cambio de régimen, aprovechando la "presión militar". 
Pero, en este contexto, hay que analizar con claridad la situación: el régimen de Maduro ha tratado de crear una narrativa de resistencia ante una supuesta agresión, alineándose con grupos e instituciones que respaldan su liderazgo. A pesar de las afirmaciones de que Venezuela es "libre de cultivos ilícitos", el ofrecimiento de 50 millones de dólares por información que conduzca a su arresto evidencia la presión internacional que enfrenta. Este dinero es un doble desafío, lanzado sobre un régimen que presenta cada vez más signos de debilidad.
El despliegue militar y la movilización de milicianos son acciones de un sistema que busca desesperadamente mantener el control. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, ha anunciado la movilización de buques y efectivos en los estados fronterizos con Colombia, mientras que Maduro ha activado a 4.5 millones de milicianos en un intento por reforzar la defensa del territorio. Esta movilización es, sin duda, un signo de la creciente inestabilidad del régimen.
Además, es significativo que Maduro haya buscado apoyo internacional, solicitando la intervención de la ONU y llamando a la unidad de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) contra lo que denomina "acciones hostiles" de Estados Unidos. Sin embargo, ¿qué fundamento tiene su apelación cuando es el propio Maduro quien ha sometido a su pueblo a un sufrimiento inimaginable?
A nivel nacional, el apoyo a Maduro parece desvanecerse. Aunque se han llevado a cabo movilizaciones en su favor, la realidad es que el pueblo venezolano está agotado, cansado de la crisis y anhelando un cambio. La reciente marcha de cientos de personas en Caracas para "defender la patria" puede verse como un eco de la desesperación antes que un auténtico respaldo a un régimen que ha demostrado ser incapaz de ofrecer un futuro viable.
La historia nos muestra que las dictaduras, por más poderosas que parezcan, no son eternas. Es cuestión de tiempo —un tiempo que se siente cada vez más corto para un Maduro acorralado— antes de que su régimen finalmente colapse. La recuperación de Venezuela será un camino arduo, pero el cambio, por fin, parece estar a la vuelta de la esquina.

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