La hipocresía de Victoria Villarruel detrás de su apoyo a la «industria nacional»

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Como todas las veces que la vicepresidente Victoria Villarruel considera que el gobierno (que ella integra, al menos institucionalmente) está atravesando días complicados, ella sale con su sonrisa de la disociación de los sinsabores de la gestión a tratar de levantar su imagen y agenda personal.

Ahora lo hizo con una visita a una tradicional fábrica de neumáticos, donde dijo que fue a ofrecer su «espaldarazo» a los que crean empleo, así como también su «apoyo a la industria nacional». En sintonía con la mencionada sonrisa que se mantiene bien lejos de las complicaciones de la gestión gubernamental de un país que estaba al borde del abismo, su respaldo a la industria nacional merece cierto detenimiento y análisis.

Para el lector que siga esta noticia desde otro país, es necesario advertirle que, por estos días, se da una discusión muy necesaria en Argentina. Hasta la llegada del gobierno actual (que supuestamente Villarruel debería estar defendiendo), el país padeció las peores consecuencias del modelo de sustitución de importaciones llevado al extremo. En el marco de un aislamiento comercial total, los argentinos tenían que pagar muchos recursos económicos por bienes fabricados (a veces ni eso, sino solamente ensamblados) en el territorio nacional. Esto contribuyó al empobrecimiento de una ciudadanía que tenía que designar un porcentual mayor de sus recursos para comprarse la ropa, un teléfono celular o un televisor.

Ante las primeras instancias de apertura y desregulación, los argentinos están comenzando a poder comprar productos fabricados en otros países, a precios hasta hace poco inimaginados. Esto generó la reacción corporativa de las industrias antes «protegidas» que ya están pidiendo regulaciones al parlamento para poder mantener sus beneficios espurios. Es decir, para seguir vendiéndoles productos caros a los argentinos, que no pueden acceder a bienes importados más baratos.

La expresión siempre liviana de «defender la industria nacional» suele venir de la mano de un nulo compromiso con las problemáticas económicas que enfrenta el país desde hace décadas. ¿Qué quiere decir Villarruel con que «defiende» la industria nacional? ¿Que quiere que les vaya bien a los industriales argentinos? Eso sería una redundancia absoluta que puede compartir con cualquier persona dentro del territorio nacional, que desea el desarrollo económico local. Todos queremos lo mejor para la industria nacional. Lo que debería responder la vicepresidente es si está de acuerdo con subsidiar o arancelar un sector, para que no tenga que lidiar con la incómoda competencia que proviene del exterior.

Algunos referentes del peronismo -con el que ella simpatiza- sí reconocen abiertamente que el comercio exterior debe ser «administrado». Es decir, que es más importante «proteger» a una industria (o industrias) en particular, que los argentinos puedan acceder a esa producción de la forma más económica y accesible. Claro que, además de la violencia y arbitrariedad de la medida, estos economistas del peronismo nunca dicen que, si una persona tiene que destinar más recursos para determinado bien, finalmente contará con menos dinero para comprar otros. Es decir, que el impacto de lo que defienden se termina analizando de una manera absolutamente parcial e incompleta.

La industria nacional argentina debe crecer y generar más empleo del que demanda hoy. Claro que, para eso, la economía debe liberarse y desregularse por completo. Las empresas y los sectores competitivos deberán crecer, de la mano de la posibilidad de poner sus productos en todo el planeta y de abastecer la demanda de argentinos con más recursos económicos disponibles. Las que operan en el margen con la protección deberán reconvertirse en función de la demanda y no de la oferta. Lo que también debe suceder, en el marco general de un proceso virtuoso, es que las que no estén en condiciones de ofrecer nada competitivo en un marco de mínima competencia, deberán quebrar y retirarse del mercado. Esto que suena grave es condición necesaria para que el nivel de empleo y producción crezca. Es decir, para que los recursos se asignen eficientemente acorde a la demanda de los argentinos y de los ciudadanos del mundo que demanden lo que pueda producirse dentro del territorio nacional.

¿Qué es lo que quiere Villarruel? ¿Apoya un proceso de apertura y desregulación o pretende que se «protejan» determinadas producciones locales a costa del bolsillo de los consumidores argentinos y de la economía en general? Seguramente, la vicepresidente no tenga una respuesta clara a todo esto.

Fuente: PanamPost

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