



En Argentina, como en muchos países del mundo, la presentación de un programa de gobierno suele tener el mismo proceso y desenlace: anuncio rimbombante, frustración y fracaso, para luego terminar en excusas y el archivo del tema, que posteriormente será utilizado por otro espacio político para echarlo en cara. Cuesta recordar un proyecto concreto que haya empezado y acabado bien. Hoy, en la gestión de Javier Milei y Federico Sturzenegger, ocurrió lo atípico.


La mera existencia de un “ministerio de Desregulación” es inédita. Una cartera dedicada y abocada exclusivamente a quitar los nudos heredados de la burocracia de gestiones anteriores ya es toda una novedad. Es que existe la idea de la política tradicional de que hay que mostrar proyectos nuevos al electorado, sin importar si sirven o no, o incluso, si terminan siendo contraproducentes. Pero Milei y Sturzenegger encararon un proyecto diferente, donde le iban a comentar a la ciudadanía a diario que la novedad no era una iniciativa nueva, sino la eliminación de una ya existente y fracasada, que no hacía otra cosa que complicarles la vida a los argentinos.
Por cómo le va al gobierno en las encuestas de cara a las elecciones de medio término, todo parece indicar que buena parte del electorado recogió positivamente la idea del ministerio desregulador (que Donald Trump y Elon Musk pretendieron emular sin éxito, en sintonía con la política tradicional), ya que la problemática de la burocracia extrema y el gasto público necesario para sostenerla fue comprendida por una ciudadanía madura.
Pero si algo hace más inusual a esta cuestión es el marco en el que se realizó el primer proceso de desregulación en Argentina. La Constitución Nacional prohíbe explícitamente la delegación de facultades legislativas en el Poder Ejecutivo. Incluso llega a calificar de “infames traidores a la Patria” a los que busquen apelar a herramientas para que un presidente legisle sin el parlamento. Lógicamente, el peligro que advierte la Carta Magna gira alrededor de la posibilidad de un eventual gobierno que busque la suma del poder público.
Lo que sí permite la Constitución es la prerrogativa de facultades administrativas por tiempo determinado, en períodos limitados ante casos particulares. El kirchnerismo apeló a esta herramienta de la peor manera: renovándola sistemáticamente y utilizándola para incrementar las atribuciones del Poder Ejecutivo. El mote de “infames traidores a la Patria” les cae muy bien, sobre todo cuando uno mira los resultados de la concentración de poder que se vivió por casi dos décadas en Argentina.
En el marco de las primeras normativas que Javier Milei consiguió aprobar en el Congreso al iniciar su mandato estuvo la posibilidad de contar con facultades delegadas, dado el desastre heredado de las gestiones previas. Las mismas terminan en estas horas y ocurrieron bajo unas condiciones absolutamente inéditas para la historia del país. A contramano de lo que se hizo históricamente, sucedieron dos cosas distintas: la primera es que se usaron, no para aumentar la discrecionalidad y el poder del Ejecutivo, sino para recortarlo. Todas las iniciativas del ministerio de Desregulación de Sturzenegger fueron en dirección de quitarle poder a la política para destrabar nudos burocráticos y reducir el gasto público. La segunda es que, cumplido el período, el presidente y su ministro decidieron no renovar las atribuciones. “Argentina año verde”, como suele decirse, cuando se plantea la posibilidad de algo imposible.
Hasta hoy, en el Ministerio de Desregulación había un contador de tiempo que les iba indicando a los funcionarios lo que les quedaba antes de perder esta atribución que ahora llega a su fin. Desde sus redes sociales, Sturzenegger le dijo al presidente que podían decir que la tarea fue cumplida, “con atención puntillosa a nuestra Constitución”. El ministro, que seguirá con sus funciones sin las atribuciones especiales no renovadas, agregó una lista de todo lo desregulado por su despacho en el marco de este período especial. Regulaciones que ahora ya no son un problema para los argentinos.
Absolutamente inusual todo esto para la política y mucho más para la Argentina…
Fuente: PanamPost
