La historia se repite: la Venezuela de Maduro abre las urnas para cerrarle el paso a la democracia

VENEZUELA Carmen de Carlos*
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Venezuela vuelve a la farsa de unas elecciones. El régimen bolivariano consuma hoy otro fraude electoral con la ayuda de decenas de políticos que buscan un escaño en la Asamblea nacional (el Congreso), un sillón de gobernador o alguna butaca de legislador regional que les permita llenarse los bolsillos y de paso, tener una coartada con la dictadura para no terminar entre rejas como el medio centenar de detenidos en los últimos días.

Juan Pablo Guanipa, ex primer vicepresidente de la Asamblea Nacional y número dos de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) que lidera María Corina Machado, es la última víctima de esa ola de redadas que ha ejecutado la dictadura venezolana. Abrir las urnas para elegir a 569 cargos, incluidos 285 diputados, 24 gobernadores y 260 legisladores regionales, supone otro intento de normalizar una situación anormal tras el fraude del 28 de julio de 2024 que desembocó en el exilio del ganador de las elecciones, Edmundo González-Urrutia en Madrid. Por no hablar de la huida forzosa y permanente de María Corina Machado para no ser atrapada por el SEBIN o por cualquiera de los organismos o fuerzas de seguridad que responden al gobierno bolivariano.

13 años con Maduro
La mediocre retórica de Nicolás Maduro no le ha impedido en estos 13 años mantenerse ilegítimamente en el poder. El elegido e imitador de Hugo Chávez ha logrado sobrevivir a las envestidas de la comunidad internacional que le exige tirar la toalla del ordeno, mando, torturo y asesino para lavar la cara del gobierno y transformar Venezuela en una democracia potable.

Hasta sus viejos socios en el Foro de Sao Paulo, Unasur o el Grupo de Pueblo, le han pedido que reflexione y ponga un punto final a su régimen de terror. Veteranos de su cuerda como Luiz Inacio Lula Da Silva y Gustavo Petro, le pidieron, también sin éxito, que asumiera los resultados del 28 de julio. Con más fuerza lo hizo el presidente de Chile, Gabriel Boric, poco sospechoso de ser un infiltrado de los «estertores del fascismo» o padrino de los «mercenarios» que «ingresan a poner bombas» o «hacer ataques violentos» como denuncia para reventar este simulacro de elecciones. Nadie doblega a Maduro.

El dictador tiene su propio manual de resistencia y le funciona. Los movimientos de la oposición, desde el fracaso de Juan Guaidó hasta la victoria no reconocida de Edmundo González Urrutia, no han podido traducirse en una transición. La vía de las manifestaciones y protestas termina siempre con centenares de detenidos, muertos o secuestrados como el exalcalde de Caracas, Antonio Ledezma o Leopoldo López, ambos refugiados también en España.

Tampoco Estados Unidos parece dispuesto a ahogar, definitivamente, al régimen. El gobierno de Donald Trump oscila entre el interés propio y los principios. Marco Rubio, el secretario de Estado de origen cubano, salió esta semana a corregir/desmentir a Richard Grenell, negociador de la Casa Blanca con Maduro, que anunció que la petrolera estadounidense Chevron podrá seguir operando con la dictadura bolivariana. En la Casa Blanca parece que no todos miran hacía el mismo lado.

Rubio hace difíciles equilibrios, pero intenta abrazar al exilio y condenar el régimen en cuanto ocasión tiene. El pasado vienes recibió a los cinco opositores venezolanos que permanecieron refugiados más de un año en la Embajada de Argentina en Caracas. «El secretario elogió a estos líderes por su valentía frente a la implacable represión y tiranía de Maduro», dijo la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce.

Maduro ha cerrado los aeropuertos a los vuelos procedentes de Colombia y desplegado 412.000 efectivos en el territorio ante la denuncia de amenazas de atentados para reventar esas urnas que presenta como virginales cuando están viciadas de origen. El ministro del Interior y protagonista del programa «Con el mazo dando», Diosdado Cabello ha alertado a una población, hastiada y desencantada con la oposición, de la posibilidad de atentados al sistema de energía, a embajadas, hospitales e instituciones. El mensaje es: hay una resistencia violenta. La realidad: hay resignación, depresión y ganas de sumarse al éxodo de más de siete millones y medio, según ACNUR, que han abandonado Venezuela.

*Para El Debate

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