La reforma constitucional de Maduro: hacia el Estado Comunal, sus monstruos e imposibilidades

Como si no fuera suficiente con la magnitud de la crisis económica, social y política en la cual el modelo del Socialismo del Siglo XXI ha sumido al país, el reciente anuncio oficial de la voluntad de construcción, ahora sí, de un Estado Comunal, violentando el contenido y espíritu de la Constitución Bolivariana, representa un nuevo intento en este largo camino de fracasos para convertir a Venezuela en una sociedad socialista-comunitaria.

El discurso que se nos ofrece trata de convencernos de que su puesta en práctica representaría la concreción del ideario que aspira a que el mismo pueblo sea quien «formula, ejecuta, controla y evalúa las políticas públicas, asumiendo así, el ejercicio real del poder», es decir, participando en la planificación y poniendo en práctica las decisiones adoptadas tanto por el gobierno central como por la comunidad misma.

La Ley Orgánica del Poder Comunal es uno de los cinco instrumentos legales que ya existen y fundamentan el nuevo Estado que se proponen construir, junto con la Ley Orgánica de las Comunas, la Ley Orgánica de Contraloría Social, la Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal y la Ley Orgánica de Planificación Pública y Popular.

El propósito final declarado es: «Desarrollar y consolidar el Poder Popular, generando condiciones objetivas a través de los diversos medios de participación y organización establecidos en la Constitución de la República, en la ley y los que surjan de la iniciativa popular, para que los ciudadanos y ciudadanas ejerzan el pleno derecho a la soberanía, la democracia participativa, protagónica y corresponsable, así como a la constitución de formas de autogobierno comunitarias y comunales, para el ejercicio directo del poder por parte del pueblo en lo político, económico, social, cultural, ambiental, internacional, y en todo ámbito del desenvolvimiento y desarrollo de la sociedad, a través de sus diversas y disímiles formas de organización, que edifican el estado comunal».

Se trata, entonces, de una severa torsión a las lógicas y los sentidos con los que el gobierno mismo y la sociedad han venido funcionando hasta ahora pero que, además, no tendría precedentes históricos pues no existe una nación en el planeta que funcione con esos criterios.

A lo largo de los últimos catorce años, el proceso de construcción del Estado Comunal, basado en esos conceptos y leyes, ha avanzado poco o nada, entre revisiones, rectificaciones, retrocesos y relanzamientos, siempre con tropiezos y obstáculos formidables, que no han podido ser superados.

Recordemos la involución o desaparición de los conceptos de: Cooperativas, Empresas de Producción Social, Núcleos de Desarrollo Endógeno, Fundos Zamoranos, Saraos, Misión 13 de abril, Consejos Comunales, Comunas y otros, que no terminaron de consolidarse o cayeron en desgracia, y cuyo desempeño en términos sociales, políticos, económicos y culturales fue, por mucho, lejano y a veces contrario a los ideales que se usaron para crearlos.

Estamos hablando en primer lugar, de la clara ausencia de voluntad democrática en el partido de gobierno y sus líderes, de la vocación autoritaria del propio gobierno, de la burocracia incompetente, de la corrupción y la ineficiencia que lo entorpece todo, y de la cual es genéticamente portadora.

También está la falta de coordinación, la incapacidad para cooperar de los entes oficiales, ahora sumisos a las decisiones de la cúpula gobernante, las engorrosas gestiones institucionales con su abuso discrecional de los requisitos, el autoritarismo personalista, su apetito por el dinero fácil y, finalmente, la falta de capacitación, de conciencia política y de solvencia ideológica en la mayor parte del funcionariado que ejecuta las acciones de gobierno.

El impacto de la operación de este monstruo, llevado ahora a nivel nacional, será incalculable en términos de productividad, eficacia y eficiencia de la gestión, efectividad del gasto público, tiempo invertido, capacidad de operar y bienestar ciudadano.

Y ni hablar del monstruo de la «corrupción», que encuentra espacio libre para actuar aliada de la burocracia incompetente y la impunidad. Ya no hay instancias de la administración pública y de la gestión de gobierno, donde el funcionariado no tenga en mente «la voluntad y el propósito principal de ponerle la mano a la caja fuerte más cercana», como se ha puesto en evidencia en múltiples ocasiones.

Los efectos combinados de estos monstruos y la larga lista de calamidades que portan, constituyen las principales amenazas que impedirán, ahora y en el futuro, la conformación de un Estado Comunal que se consolide como modelo de sociedad.

Si en 25 años no les fue posible acercarse si quiera a una transición de la democracia existente al socialismo deseado, al mejor estilo de algunos países europeos, ¿cómo es posible imaginar que se pase del modelo socioeconómico actual «ultraliberal mutante, corrupto y autoritario», a un Estado Comunal?

Finalmente, ¿quién puede creer que, a estas alturas, con la arrogancia patológica que lo caracteriza y la situación de aislamiento popular e internacional en que se encuentra, y las amenazas que se ciernen sobre él, el gobierno estará dispuesto a ceder el poder que tiene y entregarlo en manos del pueblo organizado?

La mejor predicción es que, de nuevo, el Estado Comunal previsto en la reforma constitucional que se promete, se quedará en el papel, servirá solo para terminar de copar los pocos espacios de democracia que quedan, o a lo sumo, será un elemento más de la propaganda del gobierno.

*Para El Debate