Lo que dejó el desenlace del conflicto en Gaza: la visibilización de los resentidos occidentales

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Por estas horas abundan en las redes sociales las ejecuciones que los terroristas de Hamás cometen contra los propios palestinos. Sin embargo, ninguno de los usuarios que, hasta el día de hoy, publicaban con la bandera Palestina y pedían «detener el genocidio» hizo algún comentario.

Tampoco dijeron una sola palabra que los veinte sobrevivientes, que regresaron con un muy delicado estado de salud a Israel, sean hombres exclusivamente y no hayan devuelto los cadáveres que la organización terrorista había prometido. Claro, si tampoco comentaron cuando fueron devueltos los cuerpos desmembrados de los niños Bibas, cuando Hamás indicó que fallecieron por los «bombardeos israelíes». Aunque los cuerpitos fueron entregados por partes, los forenses pudieron corroborar que murieron por asfixia y que los asesinos les habían quitado la vida con sus propias manos, estrangulando los cuellitos de las inocentes criaturas.

Estos resentidos, que terminan defendiendo todo lo que en teoría rechazan, mostraron hoy indignantes argumentos como, por ejemplo, que Israel era el «verdadero secuestrador», ya que tenía detenidos a un número mayor de cautivos que Hamás. La miopía ideológica, que parece tener mucho más que ver con cuestiones del ámbito psicológico, les impedía ver que, por un lado, civiles inocentes (los pocos que tuvieron la suerte de sobrevivir), volvían con sus familias, mientras que, del otro lado, una multitud de psicópatas recibía a delincuentes condenados por terrorismo con balaceras al aire libre.

En una oportunidad, el escritor Agustín Laje dijo que prefería no tener amistades en lo social dentro de la izquierda. Que prefería limitar sus vínculos de amistad con personas que compartan con él un mínimo de coincidencias en lo conceptual. Como era de esperar, las críticas fueron lapidarias.

Sin embargo, lo cierto es que es muy difícil mantener vínculos con estos resentidos. ¿Son comunistas? Puede ser, pero no necesariamente. Más que nada, son resentidos que odian los modelos donde se crece en base al mérito propio. ¿Son feministas? Ellos sabrán, pero lo cierto es que defienden a los regímenes donde las mujeres carecen de todo derecho básico. ¿Son antisemitas filonazis? No necesariamente en los términos racistas hitlerianos (incluso hay muchos judíos renegados dentro de estas patéticas filas), pero sí desprecian a Israel por lo que es: el oasis de libertad y civilización en medio de la barbarie. Ellos prefieren esta barbarie, a suscribir con instituciones civilizadas, donde cada uno puede vivir a su modo, sin demasiada interferencia estatal. Es que, ellos con el Estado tienen una vinculación psicopática. Se autoperciben filoanarquistas y verdaderos libertarios, mientras necesitan del monopolio de la fuerza para financiarse sus caprichos, que no encuentran recursos en las interacciones libres y voluntarias de mercado.

Las contradicciones de estos energúmenos son tan descomunales, que mantienen en las democracias occidentales una visceral postura anticlerical contra la iglesia católica (que prácticamente tiene poco y nada de influencia en los gobiernos, pero la siguen responsabilizando de la inquisición) y callan ante la barbarie islámica que tiene lugar en países como Nigeria, donde sí se está desarrollando un genocidio, para borrar a los cristianos del mapa.

El marco conceptual de los resentidos no parece estar determinado por ninguna agenda propositiva. Lo único que tienen claro es lo que desprecian. Y lo que rechazan son las instituciones civilizadas. Justamente, porque son unos resentidos, que se ven impedidos de vivir sus vidas en paz, ya que los obnubilan los celos, la envidia y el resentimiento. Por eso suscriben a todo lo que cuestiona la civilización misma. El problema es que, como vemos, son demasiados y están por todos lados. Como dijo Laje, lo único que puede hacer uno es mantenerse alejados de estos energúmenos. No celebrar contratos con ellos, no participar en sociedades, ni siquiera dentro del ámbito social. Es que, llegará un día inevitable, que estas personas se manifestarán en nombre de la barbarie, rompiendo cualquier tipo de vínculo empático y armonioso que uno pueda tener con ellos.

En el campo de las ideas y de la discusión política, son nuestros enemigos. Esto no tiene nada que ver con una posición hostil ni sectaria. Se trata de una posición vinculada a la mera supervivencia. Es que, el resentimiento de estos personajes termina erosionando cualquier marco institucional de cualquier país occidental y democrático. No es casual que la cabeza de lista del kirchnerismo en la Ciudad de Buenos Aires haya escondido haber nacido en Israel o que el primer candidato a diputado por la provincia del mismo espacio haga malabares para no condenar al dictador Nicolás Maduro. Con esta gente no se puede nada. Hay que aplastarlos en el debate político y ganarles todas las elecciones. No por odio a ellos, ya que nos dan más pena que otra cosa. Es en defensa propia.

Fuente: PanamPost

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