¿El arte de negociar?

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El domingo 27 de julio, Estados Unidos y la Unión Europea firmaron un nuevo acuerdo comercial que impone un arancel de 15 % a la mayoría de los productos de la UE que entren en EEUU, mientras que no se aplicarán nuevos aranceles a los productos estadounidenses que entren en la UE. Dado que la relación comercial entre ambos supera los 1,68 billones de dólares, solo se puede acoger con satisfacción que se haya evitado una posible guerra comercial, aunque las noticias para los consumidores estadounidenses no son nada halagüeñas.

Si no se hubiera alcanzado este acuerdo antes del 1 de agosto, el presidente Donald Trump había amenazado inicialmente con imponer un arancel de 30 % a todos los productos. Aunque el 15 % definitivo es inferior al arancel prometido inicialmente, sigue siendo un aumento con respecto a los aranceles de 10 % que se introdujeron el 2 de abril de 2025, bajo el mandato de Trump, para todos los productos de la UE que entran en EEUU, y significativamente superior al arancel de 1,2 % anterior al segundo mandato de Trump.

El enfoque habitual de Trump en las negociaciones económicas ha sido utilizar la amenaza de los aranceles, respaldada por el poderío económico de Estados Unidos, para renegociar o, en algunos casos, revocar por completo los acuerdos comerciales existentes. Por lo general, Trump ha considerado que estos acuerdos son abusivos o perjudiciales para Estados Unidos. En este caso, la motivación era clara: Estados Unidos tiene un déficit comercial con la UE, estimado en más de 230.000 millones de dólares en 2024, un factor común en las tácticas negociadoras de Trump.

Aunque la amenaza inicial de 30 % dejó a muchos líderes europeos «desconcertados», el acuerdo alcanzado, que establece aranceles de 15 % sobre aproximadamente 70 % de los productos, ha sido bien recibido, con algunas excepciones importantes, como el acero, que sigue enfrentándose a un arancel de 50 % en un intento por proteger a los fabricantes estadounidenses.

Cabe destacar que, como parte del acuerdo, la UE se ha comprometido a comprar energía por valor de 750.000 millones de dólares y a realizar una inversión de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos. Por su parte, se espera que los fabricantes de automóviles estadounidenses se beneficien de unas normas comerciales más flexibles e incluso de una reducción de los aranceles, de 10 % a 2,5 %. Es muy posible que veamos cómo los automóviles estadounidenses entran en masa en el mercado europeo, aunque las complejas cadenas de suministro, que requieren componentes de México y Canadá, podrían interrumpir este flujo.

Las opiniones sobre el acuerdo están divididas a ambos lados del Atlántico: el presidente Trump ha calificado el acuerdo como «el mayor acuerdo jamás alcanzado», con su habitual hipérbole, mientras que los críticos han señalado el importante aumento de los aranceles desde 1,2 %, lo que significa que muchos productos europeos van a encarecerse para el consumidor medio estadounidense. Dado que Estados Unidos compra principalmente productos farmacéuticos, maquinaria energética y automóviles a la UE, esto podría tener un impacto considerable y perjudicar a los votantes más propensos a apoyar a Trump.

Por parte europea, siguen existiendo importantes desacuerdos, potencialmente aún más paralizantes, ya que cualquier acuerdo comercial debe ser ratificado por el Consejo Europeo, un órgano que representa a los miembros del bloque, no todos los cuales apoyan el acuerdo. El opositor más vocal es el Gobierno de Francia, con el primer ministro François Bayrou afirmando que el acuerdo representa «un día negro para la UE», y el ministro de Comercio, Laurent Saint-Martin, criticando la forma en que el Consejo ha llevado las negociaciones. Por el contrario, el comisario europeo de Comercio, Maroš Šefčovič (de Eslovaquia), lo describió como un «avance» frente a una posible guerra comercial ruinosa, y la primera ministra italiana, Georgia Meloni, acogió con satisfacción el acuerdo como un medio para evitar una mayor escalada.

Sin embargo, el único país que se ha sumado a Francia en su oposición pública al acuerdo es Hungría, cuyo primer ministro, Viktor Orbán, afirmó que Trump «se comió» a la presidente de la Unión Europea, Ursula von der Leyen (de Bélgica), «para desayunar».

Curiosamente, el acuerdo ha avivado aún más las tensiones existentes en la isla de Irlanda, donde Irlanda del Norte –parte del Reino Unido y gobernada por separado del resto de la República de Irlanda– se beneficia de un arancel de 10 % sobre los productos como parte del acuerdo comercial británico, mientras que la República estará sujeta a los aranceles de 15 % de la UE.

El acuerdo puede ser bien recibido por quienes apoyan el chovinismo económico de Trump en su intento de restablecer el equilibrio comercial mundial, e incluso pueden alardear de que se han evitado aranceles de 30 %, pero al hacerlo pasarían por alto el hecho de que los aranceles anteriores, de solo 1,2 %, se han evaporado. El tiempo dirá si este acuerdo comercial beneficiará al pueblo estadounidense.
Este artículo fue publicado inicialmente en la Fundación para Educación Económica

Fuente: PanamPost

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