Trump, como Biden, se ve obligado a atajar los rumores sobre su estado de salud

EE.UU Andrea Polidura*
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La Casa Blanca trató de acallar la semana pasada los rumores sobre el estado de salud del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, haciendo público que había sido diagnosticado con una insuficiencia venosa crónica, pero que «gozaba de perfecta salud». La portavoz Karoline Leavitt explicó, durante una rueda de prensa diaria, que Trump se había sometido a un examen médico completo tras sufrir una leve hinchazón en las piernas, que incluyó estudios vasculares de diagnóstico y ecografías Doppler.

Estos análisis concluyeron que el republicano padecía una insuficiencia venosa crónica, una «afección común, especialmente en personas mayores de 70 años», aclaró Leavitt. La portavoz de la Casa Blanca se vio obligada a dar este tipo de explicaciones tras la publicación de una serie de imágenes en las que se veía cómo la mano de Trump estaba maquillada, favoreciendo todo tipo de rumores. A estas fotografías se sumaron otras de sus piernas, donde se podía ver con claridad una gran hinchazón en los tobillos.

Para tratar de quitar hierro al asunto, este jueves la portavoz de la Casa Blanca aseguró que el maquillaje en la mano era para tapar los hematomas que le aparecen a Trump por «estrechar demasiadas manos», además de «por el uso de aspirina, que se toma como parte de un régimen estándar de prevención cardiovascular». Sin embargo, Leavitt zanjó que el médico presidencial no apreció «una trombosis venosa profunda o enfermedad arterial» y que, por tanto, se trata de una «afección benigna y corriente».

«El presidente se mantiene en excelente estado de salud, algo que creo que todos ustedes presencian a diario», insistió la portavoz, que aclaró que «el presidente no presenta ninguna molestia. Y probablemente todos ustedes lo ven día a día, ya que trabaja sin descanso». La Administración Trump asegura que detrás de este esfuerzo por tratar de zanjar los rumores sobre la salud del mandatario se encuentra una estrategia de «transparencia», al contrario de lo que le achacan a su antecesor, Joe Biden.

Hace exactamente un año, el entonces presidente de Estados Unidos y candidato a la reelección por el Partido Demócrata, Joe Biden, de 82 años, anunciaba su renuncia tras semanas de presiones por su estado de salud. El punto de inflexión fue el debate presidencial entre Trump y Biden, en junio de 2024, donde este último se mostró completamente perdido e incapaz de responder y contraatacar a su adversario con la rapidez que se espera del próximo mandatario de la mayor potencia mundial.

Menos de un mes después, el demócrata cedía la batuta a su vicepresidenta, Kamala Harris. Trump usó para su beneficio la avanzada edad de Biden –a pesar de que él no es mucho más joven, con 79 años– para cuestionar la capacidad del demócrata para ser presidente y ha criticado abiertamente al Partido Demócrata por ocultar el estado de salud real del entonces mandatario estadounidense. Un extremo que corroboraron los periodistas Jake Tapper y Alex Thompson, que este año publicaron su libro El Pecado Original, en el que aseguran que el entorno de Biden se encargó de encubrir su deterioro, también el cognitivo, durante la segunda mitad de su mandato.

Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo, el expresidente de Estados Unidos anunció que había sido diagnosticado con un cáncer de próstata «agresivo» con metástasis ósea. Trump, que deseó al demócrata una pronta mejora, no tardó mucho en volver al ataque al insinuar que el equipo del demócrata ocultó el cáncer. «Me sorprende que no se informara a la opinión pública hace tiempo», apuntó el republicano el pasado mayo. Dos meses después, Trump se ve obligado a atajar los rumores sobre su salud, aunque, en vez de ser él mismo quien ha dado las explicaciones pertinentes, ha delegado la tarea en su portavoz.

*Para El Debate

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