El director de Americas Quarterly destacó el progreso de Guatemala bajo la presidencia de Arévalo: “Hay una clara oportunidad de una Primavera Democrática”

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“El Presidente que casi no lo fue”. Así describe José Enrique Arrioja, director de la revista Americas Quarterly, a Bernardo Arévalo de León, jefe de Estado de Guatemala.

 El sociólogo y filósofo de formación de 66 años asumió el cargo en enero de 2024, en un contexto de total convulsión ante los intentos del Ministerio Público por anular su triunfo, y con una larga lista de desafíos y tareas que el país tenía pendientes desde hacía años.

En poco más de un año, muchas cosas han cambiado en Guatemala: la violencia disminuyó, importantes leyes se aprobaron y las relaciones diplomáticas y comerciales se han expandido, entre otros logros relevantes. Sin embargo, aún existen retos y obstáculos internos que podrían ser determinantes en el curso de la nación, en los próximos años.

En diálogo con Infobae, Arrioja evaluó el escenario actual de Guatemala y explicó por qué, pese a todo, confía en que esta “democracia naciente” puede prosperar e -inclusive- convertirse en “un modelo a seguir para muchos países en la región”.

 - Usted describe a Bernardo Arévalo de León como un candidato improbable, que emergió como símbolo de renovación, y se hizo con la presidencia con el 61% de los votos. ¿Cuál cree que fue la clave de su victoria electoral?

- Yo creo que tenemos que tener en cuenta que, en 2023, Guatemala tenía a un presidente, Alejandro Giammattei, que había estado bajo serios cuestionamientos por su cumplimiento de metas, temas de corrupción, y había serias dudas sobre la honorabilidad de la primera magistratura. Todo esto, en un país donde las administraciones previas habían, por igual, estado bajo serio cuestionamiento, aunque el caso de Giammattei estaba a un nivel casi superlativo. En este contexto, cuando se dio la primera ronda electoral, Arévalo obtuvo un 12% -que sorprendió a muchos-, simplemente por su mensaje anticorrupción: “Vamos a acabar con la corrupción en el país, en los diferentes estamentos del Estado… hay que limpiar a Guatemala y al Estado guatemalteco”. Ese mensaje caló. A ello, hay que sumarle, además, que fue capaz de conectar con el guatemalteco común y corriente, y desarrolló un nivel de empatía con ese ciudadano que se ha sentido olvidado, maltratado y no bien remunerado. Esas dos cosas creo que fueron las que lo llevaron a pasar a la segunda ronda y terminar ganando las elecciones, sorprendiendo a propios y extraños.

- Un poco más de un año después, pese a seguir apegado a sus promesas de campaña, su popularidad cayó un 50%. ¿Cree que esto es inherente al tipo de liderazgo que exige una situación tan compleja como la de Guatemala? ¿Es una tendencia que aún es reversible?

- Sí. La caída estrepitosa de su popularidad, de su grado de aceptación entre la población, es producto del hecho de que toda la transformación que ellos están tratando de llevar adelante ha sido muy lenta. Y en esto coinciden la mayoría de las personas, dentro y fuera del Gobierno. En la calle hay un sustrato positivo de opinión sobre el Presidente, sobre la presidencia, sobre el Gobierno… La gente dice ‘Sí, el hombre está haciendo, está llevando a cabo ciertas cosas’, pero ahí es donde viene la segunda frase de la respuesta: ‘Está lento, no se están viendo los resultados, todavía no terminan de concretarse cosas’. Y, como es común en cualquier mandatario, el pueblo tiene una paciencia limitada. Yo creo que el Presidente se enfocó demasiado en atender todo el tema de la legalidad del partido de gobierno, el Grupo Semilla, que sigue suspendido, y, a su vez, en la confrontación con Consuelo Porras, la fiscal general, que dirige el Ministerio.

- Arévalo ha expresado con firmeza su intención de transformar Guatemala y fortalecer sus instituciones democráticas; sin embargo, el Ministerio Público ha actuado de manera sistemática para obstaculizar esos esfuerzos. ¿Hasta qué punto es posible lograr un cambio real frente a resistencias de este tipo?

- El Ejecutivo está apostando a dos cuestiones. Primero, a que en la medida que se acerca el final del mandato de Porras, el círculo a su alrededor tiende a perder poder e influencia y, en consecuencia, tendrá menos capacidad para estar emitiendo recursos de amparo o nuevas órdenes de detención y continuar creando incertidumbre en el país. Pero, en segundo lugar, el Gobierno tiene la mira en 2026, cuando van a darse una serie de decisiones adicionales, que le van a permitir cimentar y fortalecer sus alianzas, dado que va a tener a su cargo el nombramiento no solo de una nueva fiscal general, sino también la elección del nuevo Tribunal Electoral y la Corte de Constitucionalidad. Uno de los diputados de Semilla me dijo: ‘El próximo año nos estamos jugando la democracia de Guatemala’. Por eso es que hay esperanza de que efectivamente el Gobierno va a poder encarrilar mejor sus operaciones y va a poder comenzar a ejecutar, porque el gran problema que está teniendo el país es la incapacidad de realmente poder ejecutar sus iniciativas.

- Más allá de los obstáculos externos, Arévalo también se enfrenta a inestabilidades a nivel interno, tanto en su partido como en el Congreso. ¿Cómo afecta ello al desarrollo de su agenda?

- Afecta porque se trata, por un lado, de la inexperiencia de este Gobierno. No hay que olvidar que éste es, en realidad, grupo político que no tenía experiencia previa en materia de gobernabilidad o en materia de ejecución. Y en este contexto surgen, a su vez, desafíos internos que complican aún más el escenario… Te doy, por ejemplo, el caso del Ministerio de Infraestructura. En menos de un año se nombraron cuatro ministros para la cartera, una altísima rotación que da cuenta de una situación interna de gobierno en la que las bases de confianza y de ejecución no están del todo selladas y que, a su vez, llevó a que cualquier proyecto que se haya intentado iniciar se enfrentara con problemas de seguimiento. Esto es solo una muestra del problema o la complejidad que el Ejecutivo ha estado enfrentando en este primer año: su inexperiencia, el conflicto con el Ministerio Público, la alta rotación, la falta de cohesión dentro de lo que era el propio Gabinete de Gobierno.

- ¿Cuáles son los temas prioritarios de Guatemala hoy en día?

- La forma en que opera el país es realmente muchísimo más compleja que la de cualquier otro que yo he visto en la región. Y a pesar de que, por ejemplo, tienen esta nueva ley de infraestructura, aún no se ha visto su implementación real dado que tienen que pasar unos 18 meses aproximadamente para que la legislación secundaria esté aprobada. No hay un caso similar. Esto lleva a que los nuevos contratos que se quieran a hacer, las nuevas concesiones que se planeen otorgar, todavía no se puedan concretar. Eso es una especie de lastre que Guatemala aún tiene que resolver y ahí es donde está el gran meollo del Ejecutivo. Ellos tienen que, de una u otra forma, ser capaces de comenzar a mostrarle al ciudadano: ‘Mira, aquí estamos resolviendo los problemas más imperiosos que tiene el país’.

- ¿Qué proyectos clave planea abordar el Gobierno este año?

- Una de las cosas sobre las que se va a trabajar va a ser la ejecución del presupuesto. El 20% del presupuesto de infraestructura del año pasado no se ejecutó, producto de que no se emitieron los contratos respectivos ante el temor persistente de la corrupción. Número dos, habrá que ver cómo sigue evolucionando la opinión pública -más específicamente qué dicen las encuestas sobre la percepción del Gobierno- y estudiar si efectivamente Arévalo y su popularidad comienzan a subir. En tercer lugar, muy importante, es cuántas leyes va a poder aprobar el Congreso para continuar modernizando el Estado. El año pasado se dio curso a aproximadamente unas 35 legislaciones o decretos especiales y, este año, de acuerdo a las previsiones, quizás se consiga la luz verde para otras 16. Eso va a ser importantísimo. Por último, la reforma del Código Penal también está planteada para este año.

- Arévalo insiste en impulsar obras de infraestructura; sin embargo, ¿está hoy el Estado en condiciones de llevarlas adelante, tanto desde lo económico como en términos de gobernanza, en un sistema que estuvo cooptado por la corrupción durante años?

- Su capacidad para hacerlo se verá plasmada en una serie de indicadores que darán cuenta de qué tanto progreso están logrando y, en consecuencia, que tán efectivos están siendo en la creación de consensos a nivel del Congreso, para continuar deslastrando los viejos riesgos de corrupción y despilfarro. Así, por ejemplo, habrá que prestar atención a su efectividad para consolidar alianzas en el Legislativo y la cantidad de nuevas leyes que efectivamente se aprueben este año. Si ellos logran esas dos cuestiones, creo que vamos estar frente a una mejora sustancial en el desempeño del Ejecutivo y, sobre todo, en la percepción de la gente, que finalmente verá que el Gobierno está haciendo lo que prometió que iba a hacer. Pero como todo, es un proceso lento, que demanda tiempo.

- Casualmente, Arévalo propone cambios que tardan tiempo en implementarse e, incluso, cuyos resultados posiblemente no se vean en su mandato. Basándose en su actual índice de popularidad, ¿cree que conseguirá una base de apoyo suficiente para un próximo término que dé continuidad a sus políticas?

- Todo va a depender de lo que puedan lograr en estos dos años y medio que les quedan. Si logran subsanar problemas logísticos y que generan frustración en la gente, y continuar con las reformas, el Gobierno tendrá una clara oportunidad de que el pueblo vote a favor de una continuidad de esta “Primavera Democrática” que quiere el Presidente. Él ha estado promocionando desde temprano que Guatemala y que su Gobierno van a tratar de que retorne la Primavera Democrática al país. Si bien desde mediados de los ochenta se está viviendo -entre comillas- en un sistema democrático, es todavía una democracia naciente, una democracia con muchos lastres, y solamente el tiempo y la ejecución van a poder determinar si el pueblo guatemalteco da una segunda oportunidad a lo que es el programa de gobierno del Movimiento Semilla y del presidente Arévalo o si, por el contrario, vuelve a buscar algunos candidatos o alternativas tradicionales, como las que vivió el país, hasta hace muy poco.

- ¿Qué rol ocupan el sector privado y las inversiones extranjeras en el plan de gobierno de Arévalo?

- Son fundamentales. Guatemala es uno de los países en los cuales el sector privado puede construir carreteras. Eso es algo muy particular dado que, en la región, en su mayoría, las cosas no funcionan así. Las carreteras son nacionales y son hechas y mantenidas por el gobierno. Guatemala tiene esa particularidad y eso te habla de que hay un sector privado que está muy interesado en que las cosas realmente mejoren, de que el tema de infraestructura vaya adelante, porque es un rubro en el cual se puede generar dinero. Hoy en día, las manufacturas también están en franco proceso de expansión y eso da cuenta de que, si logra alinear esos vectores de gobernabilidad, de ejecución y modernización de leyes, Guatemala va a ser un país completamente distinto. Y, para ello, la inversión extranjera y el sector privado van a ser cruciales.

- ¿Cuál es la situación actual de la inversión extranjera directa en Guatemala?

- La inversión extranjera directa en el país está por debajo de lo que es la norma de la región pero, actualmente, con el Gobierno de Arévalo, hay una tremenda oportunidad, tanto para el inversionista extranjero como para el inversionista local, de continuar aprovechando las oportunidades que existen a nivel nacional.

- ¿Qué medidas concretas se están tomando para promoverla?

- Está por determinarse, por ejemplo, una legislación de asociaciones público-privadas, que va a pasar este año a manos del Congreso, y que va a terminar de deslastrar las cosas. A su vez, está la legislación sobre el sistema ferrocarrilero del país y otras sobre las cuales se avanzará en el futuro próximo.

- También está el proyecto de conseguir una calificación de grado de inversión para un crédito soberano, antes del 2028. ¿Se trata de una iniciativa ambiciosa o posible?

- Definitivamente es muy, muy posible. Está al alcance de la mano, prácticamente. Guatemala tiene algo característico: su capacidad de crecer de manera sostenida. Lo ha venido haciendo en los últimos 15 años. Tiene un manejo fiscal ultraconservador, donde el Banco Central no le puede prestar al gobierno y, en efecto, no lo hace; donde la inflación está controlada y como consecuencia, el tipo de cambio se ha mantenido extraordinariamente estable por más de dos décadas y media. Es decir, los fundamentos macroeconómicos y de manejo en general de política monetaria y económica son sorprendentemente sólidos, son una excepción en la región. Entonces, para poder cumplir con las aspiraciones de la población y de los empresarios, hace falta mucho y poco al mismo tiempo. Las bases están, simplemente requieren de unos toques maestros de modernización e implementación. Pero el Gobierno está comprometido en poder lograr el grado para 2028 y hasta creó una comisión público-privada para, justamente, hacer los cambios necesarios, que puedan conducir a ello.

- ¿Cuáles son las alianzas clave de Guatemala en estos momentos?

- Guatemala está trabajando de cerca con Estados Unidos y Taiwan Semiconductor, que tiene proyectos en el país. A su vez, México, en particular, es clave por el hecho de formar parte del Triángulo del Norte (México, Guatemala, El Salvador) y por lo que puede lograr en materia de desarrollo y creación de una zona franca y una zona de desarrollo allí. En la frontera, de hecho, ya hay compañías del sector automotor que están operando y más del 65% de las manufacturas que se producen en toda América Latina se producen en México. Es por ello que, mientras más cerca se esté geográficamente de ese núcleo, mejores capacidades y beneficios económicos existen. En tercer término, la comunicación y las alianzas con Europa también son esenciales. El primer viaje de Arévalo al exterior fue a Europa porque desea no solo que se incrementen las relaciones comerciales sino, también, poder atraer a empresas europeas para que inviertan en Guatemala.

- ¿Hasta qué punto puede Guatemala todavía confiar en Estados Unidos como su principal aliado, dada la imprevisibilidad de las políticas de la Administración Trump?

- En realidad, esa alianza es algo que está sucediendo. El grado de cooperación que existe hoy en día entre los dos países no tiene precedente, hay una relación diplomática muy pragmática, que hace que el vínculo fluya de manera muy rápida. Estos gobiernos tienen unos puntos de conexión inesperados, lo que demuestra que las instituciones, el Departamento de Estado, las Cancillerías de ambos países, la asesoría técnica que le ofrece el Cuerpo de Ingenieros de la Armada de Estados Unidos a Guatemala y toda la cooperación en términos de seguridad y combate del narcotráfico, son independientes a los cambios en las cúpulas de los gobiernos. Las relaciones entre los dos países están en su mejor momento.

- ¿Qué proyectos están en curso entre Estados Unidos y Guatemala?

- Estados Unidos posiblemente va a ejecutar la expansión de dos puertos que son fundamentales en el Pacífico y en el Atlántico. También va a construir una línea férrea que conecte esos dos puertos y, a su lado, va a haber una autopista de cuatro vías que permita facilitar el transporte de mercancías desde los dos extremos del país. Este mes van a estar firmando un memorándum de entendimiento y programas de contrato de ejecución para comenzar a hacer los trabajos de expansión de estos puertos. Si efectivamente se logra que el sector internacional participe de manera activa en esos proyectos, va a abrir la puerta a una gran oportunidad de inversión en el país y va a haber una gran derrama de inversión. Por otro lado, Estados Unidos mantiene su apoyo activo a Guatemala en lo que respecta a la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico... es patente, es muy importante en términos de asistencia técnica.

- ¿Qué impacto podría tener en la región el éxito del programa de gobierno de Arévalo, especialmente en un contexto marcado por el avance de gobiernos corruptos e, incluso, autoritarios?

- Yo creo que va a ser ejemplar si Guatemala logra modernizar a su Estado, si logra actualizar la capacidad del gobierno de poder cumplir con las expectativas y las funciones más básicas de cualquier Estado. Si ellos logran eso, va a ser un modelo a seguir para muchos países en la región que hoy se enfrentan a la disyuntiva de ‘necesitamos a un autócrata para que las cosas realmente funcionen’ o ‘todavía, la democracia como modelo de gobierno, como sistema de sociedad, es viable’. Es conducente a una mejora de la sociedad y es definitivamente el modelo a seguir porque es perfeccionable, porque se pueden corregir los errores, las falencias, los desafíos que pueda tener cualquier sistema democrático en la región. Además, es definitivamente un modelo viable para muchos países vecinos. Si lo logran, sumado a esta estabilidad macroeconómica y a un país que va a lograr grado de inversión y mejoras en áreas clave como educación, seguridad e infraestructura, va a ser el inicio de un capítulo completamente nuevo para Guatemala. Quizá, inclusive, si el resto de la región presta atención, también pueda serlo para buena parte de América Latina. El hecho de que se puedan lograr a través de los canales existentes, fortalecer, renovar y perfeccionar el funcionamiento de un Estado democrático va a ser ejemplarizante.

- “(Una vez más) seremos testigos de la primavera democrática cuando rescatemos de manera tangible a las instituciones de las acciones corruptas del Estado y las pongamos a trabajar para aquello para lo que fueron creadas”, le dijo Arévalo durante su visita a Guatemala. ¿Logrará seguir el legado de su padre, Juan José Arévalo, el primer presidente electo democráticamente tras la Revolución de Octubre de 1944?

- Todo apunta a que va a ser posible. Todo me lleva a pensar que han pasado ya el estadio inicial, los errores típicos de poder romper con la fricción que tuvieron con el Ministerio Público y con el Poder Legislativo, y pasar entonces a un estadio en el cual efectivamente comiencen a ver germinar esos primeros retoños, terminar las obras… que sean visibles. Yo estoy convencido de que tienen esa oportunidad clara. Ahora, simplemente tienen que ejecutar, que todo esto se concrete, que el país pueda, finalmente, volver al estadio que tuvieron a finales de la década de los 40, cuando Juan José Arévalo fue elegido como primer presidente democrático, y que puedan reconectarse con ese pasado, para tener un futuro mucho más promisorio y mucho más alentador.

Fuente: Infobae

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