Ya era hora: comenzó el proceso de desaparición del PRO en la Ciudad de Buenos Aires

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Mauricio Macri debutó en la política porteña junto a Horacio Rodríguez Larreta con su “Compromiso para el Cambio” en las elecciones por la intendencia en 2003. Aunque Aníbal Ibarra se quedó con la contienda, no son pocos los entendidos que dicen que a los debutantes les “metieron la mano en el bolsillo” a la hora de contar los votos en aquella oportunidad.

Lejos de desencantarse de las cuestiones políticas, Macri llegó al Congreso como diputado ganando las elecciones de medio término de 2005 en la Ciudad y luego tuvo su revancha en la jefatura de Gobierno en 2007. Ya no como CPC sino como PRO. Esto inicialmente fue una coalición entre el macrista Compromiso para el Cambio y Recrear de Ricardo López Murphy, partido que se fagocitaron ya mostrando una alta eficiencia en las peores prácticas de la política.

Aunque expresaban supuestamente la antinomia del momento, el PRO y el kirchnerismo tuvieron una alianza implícita, que ambas partes le sacaron jugo en muchas oportunidades. En territorio porteño, distrito usualmente antiperonista, el PRO gozó del monopolio antikirchnerista. Un espacio que ocuparon muchas veces usando las peores armas, boicoteando cualquier partido (incluso municipal) que pudiera representar una opción de centroderecha o liberal.

El desembarco del macrismo en la jefatura de Gobierno, lejos de expresar una administración más austera y conservadora, terminó siendo una experiencia más cara y estatista que las previas de la “centroizquierda”. Sin embargo, cuando uno le cuestionaba estos aspectos de la gestión a los ministros o a los funcionarios durante el período que fue desde 2007 hasta 2015, cuando Macri consigue la Presidencia, la respuesta era más o menos la misma: “Hay que hacer un gobierno de centro, con mucho rol del Estado, para que no se nos pueda acusar de liberales o derechistas. Cuando lleguemos al Gobierno nacional, ahí sí, desde el poder, hacemos todas las reformas”.

Palabras más, palabras menos, esto argumentaban desde la intendencia los funcionarios macristas en medio de los aumentos de impuestos, las regulaciones crecientes y la implementación del modelo estatista municipal.

El problema es que cuando Macri se convirtió en presidente, las reformas nunca llegaron. El Gobierno nacional fracasó estrepitosamente, y la gestión de su discípulo, Horacio Rodríguez Larreta, fue todavía más estatista, más cara y más ineficiente. Sin mencionar el autoritarismo que se impuso durante el tiempo de la pandemia y la cuarentena.

Ahora, con Jorge Macri, la degradación todavía es peor: los impuestos están más altos que nunca, las obras de infraestructura siguen brillando por su ausencia y el estatismo municipal no solo sigue vigente, sino que resulta todavía más chocante, ante el cambio de rumbo del Gobierno nacional de Javier Milei. Luego de cinco gobiernos consecutivos, el PRO parece haber llegado a su ocaso.

Sin embargo, esto no sucedió por agotamiento de un modelo fallido propio. Hizo falta el surgimiento del espacio libertario para que la falsa centroderecha perdiera su hegemonía porteña. Vale destacar que, hasta hace poco, en la intimidad los funcionarios del macrismo decían que la ciudad, literalmente, les pertenecía. “Es nuestra”, afirmaban en la intimidad, con una soberbia que ni se le vio al kirchnerismo.

Luego de casi dos décadas, el partido amarillo estaría tercero en las encuestas de CABA, luego de LLA y del kirchnerismo. El fenómeno Milei les arrebató el monopolio que ostentaban de la representación “antikirchnerista” y se perdió el voto cautivo. Cayó la idea extorsiva de que la única forma de frenar a Cristina era respaldando al PRO.

Dado el perfil del partido municipal, que no ha tenido vida política interna ni una militancia comprometida, si el macrismo pierde el primer puesto en su distrito natural, es más que probable que esté condenado a la extinción.

Fuente: PanamPost

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