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El primer viaje al exterior de Marco Rubio como secretario de Estado de Donald Trump, que le ha llevado esta semana a Centroamérica y el Caribe, ha sido un paseo triunfal, al menos delante de las cámaras. Abrazos y sonrisas con los presidentes anfitriones, que le han recibido con los brazos abiertos; paseos por parajes idílicos, como el que se dio junto al salvadoreño Nayib Bukele delante de su residencia con vistas al lago Coatepeque; e imágenes de alto valor simbólico para sus bases, como la supervisión a un vuelo de deportados de Panamá a Colombia o la confiscación de un avión incautado al régimen de Nicolás Maduro que estaba retenido en República Dominicana.
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El exsenador cubanoamericano regresa a casa con la cartera llena de acuerdos beneficiosos para los intereses de Washington, principalmente relacionados con el rol de América Latina en frenar la migración indocumentada y recibir a los deportados, el combate al tráfico de drogas y para alejar la influencia china de la región. Pero ahora vendrá lo más difícil: toca definir la letra pequeña de esos pactos. Y no será sencillo como ha demostrado el primer desencuentro que ha surgido con el Gobierno de Panamá incluso antes de que abandonara la región.
Cuando aún se encontraba en la última parada de su gira en Santo Domingo, Rubio ha tenido que responder este jueves al presidente José Raúl Mulino, que por la mañana había desmentido y tachado de “falsedad intolerable” una información del Departamento de Estado que aseguraba que los buques militares estadounidenses no iban a pagar en el canal de Panamá. “Me parece absurdo que tengamos que pagar tarifas para transitar una zona que estamos obligados a proteger en tiempos de conflicto”, ha dicho el funcionario de Trump. No obstante, ha asegurado que respeta los procesos legales que debe seguir Panamá para cumplir con el tratado que fija el funcionamiento de la vía interoceánica.
Rubio comenzó su gira regional el pasado sábado en Panamá, un país que lo esperaba con temor tras varias semanas de amenazas de Trump en las que había declarado sus deseos de despojar al país de su soberanía sobre el canal que une el Atlántico con el Pacífico. El Gobierno de Mulino se mostró dispuesto a ceder en casi todo para evitarlo y, entre otras cosas, accedió a no renovar su acuerdo de la Ruta de la Seda con China, una iniciativa de préstamos para promover y financiar proyectos de infraestructura y desarrollo, después de que el jefe de la diplomacia estadounidense advirtiera que la influencia china en el canal era “inaceptable” para Washington.
Una “narrativa transaccional”
La visita también estuvo precedida por las primeras victorias de la diplomacia del chantaje de Donald Trump, que en la última semana logró concesiones importantes de México, Canadá y Colombia. Katya Salazar, directora ejecutiva de la Fundación Para el Debido Proceso, una organización con sede en Washington, cree que, pese a la armonía mostrada por los presidentes ante las cámaras con Rubio, su gira ha estado marcada por ese tono amenazante que marcó su Administración desde el 20 de enero.
“A diferencia de otras visitas de altos funcionarios a Centroamérica, la impresión que yo tengo es que en este viaje la narrativa no fue de cómo podemos trabajar juntos, sino que fue una narrativa transaccional: o tú me apoyas o Estados Unidos no va a estar de tu lado y eso significará menos inversión, menos apoyo, menos compras, menos aceptar tus exportaciones”, indica la abogada peruana. A su juicio, eso se refleja también en los compromisos concretos y “difíciles de tomar” aceptados por los Gobiernos latinoamericanos. “Yo me puedo imaginar a Marco Rubio planteando las cosas de una manera en que los países no tenían otra alternativa más que aceptar”, indica.
Lo que probablemente sí que haya ayudado en bajar la tensión de la visita en ese contexto es el hecho de que Rubio, un cubanoamericano criado en Miami, hable fluidamente español y conozca el contexto de los países que ha visitado. De hecho, todas las ruedas de prensa posteriores a los encuentros con los presidentes las ha ofrecido en el idioma de los anfitriones para después dar el mismo mensaje en inglés a la prensa de su país.
Para Manfredo Marroquín, fundador de Acción Ciudadana, el capítulo guatemalteco de Transparencia Internacional, ese ha sido un factor que ha ayudado al entendimiento y la relación con los presidentes, pese a que considera que Estados Unidos ha retomado la política del ‘garrote y la zanahoria’. “Para muchos, sorprendió ver a un Rubio bastante bien desenvuelto en las reuniones que hizo y con mensajes claros, pero con diplomacia, sin perder las formas, como lo hace su jefe Trump. Y eso creo que los países también lo valoraron, porque esperaban tal vez a un mensajero mucho más duro, y se encontraron con uno que tendía la mano y no iba con la agresividad que se especulaba”.
Quizás el que se mostró más contento con los acuerdos alcanzados con Rubio fue el presidente de El Salvador, cuyas formas de hacer política son cercanas a las de la Administración trumpista. Nayib Bukele se ofreció a recibir a deportados nacionales y extranjeros y a ayudar a Estados Unidos a externalizar su sistema de prisiones. “Estamos dispuestos a admitir únicamente a criminales convictos (incluidos ciudadanos estadounidenses) en nuestra mega prisión [Cecot] a cambio de una tarifa. La tarifa sería relativamente baja para Estados Unidos, pero significativa para nosotros y haría sostenible todo nuestro sistema penitenciario”, escribió en sus redes sociales. “Ningún país ha hecho jamás una oferta de amistad como esta”, declaró Rubio ante el ofrecimiento.
En Costa Rica, un país que se ha convertido también en receptor de migrantes, principalmente nicaragüenses, el secretario de Estado ofreció la ayuda estadounidense para combatir la oleada criminal asociada al narcotráfico y para avanzar en la batalla contra China, al limitar la operación de empresas chinas en el desarrollo de tecnologías 5G en territorio costarricense. Mientras que en Guatemala, Bernardo Arévalo se comprometió a aumentar en un 40% los vuelos de deportados que llegan desde ese país y a recibir a personas de otras nacionalidades.
“Yo creo que ahí no hubo discusión. Simplemente, fue algo que solicitó Estados Unidos, y Guatemala dijo ‘Amén”, asegura Marroquín, de Acción Ciudadana. “Ahora tiene que correr el Gobierno de Arévalo para tener las condiciones mínimas, que no tiene, para recibir a toda esta gente y poderles ofrecer algún tipo de espacio para que busquen oportunidades laborales de acuerdo a su perfil”.
Entre los acuerdos alcanzados con Guatemala también está el envío de una misión de ingenieros del Ejército estadounidense para la ampliación de los puertos del país centroamericano, una decisión alineada con el objetivo de Washington de posicionarse en lugares estratégicos para contrarrestar la presencia china en la región.
A cambio, Arévalo se llevó un importante respaldo de Rubio en su lucha por la defensa de la democracia y contra la corrupción, su principal promesa de campaña, que se encontró con la firme resistencia de sectores del poder judicial y de la Fiscalía. Para Marroquín, este mensaje fue uno de los saldos más importantes de la visita para Guatemala. “Es un rompeaguas con las expectativas que tenía el ‘Pacto de corruptos’ de que la llegada de Trump iba a significar un retomar el poder por parte de ellos y debilitar al Gobierno y fue todo lo contrario”, asegura.
Finalmente, Rubio aprovechó su viaje a República Dominicana para referirse a la crisis haitiana, cuya solución, dijo, requiere una respuesta coordinada para la que pidió más apoyo de los países desarrollados. Delante del presidente Luis Abinader, dejó claro que Estados Unidos no le solicitará a su nación que “asuma una ola masiva de migrantes haitianos”. “Ningún país del mundo puede tolerar eso y no se le puede exigir a este país que lo haga”, insistió. Además, aseguró que, pese al congelamiento de la ayuda internacional por parte de Washington, ha firmado una excepción para seguir respaldando a la misión internacional de pacificación de Haití liderada por Kenia.
La conversación en Santo Domingo se centró también en la explotación de tierras raras en República Dominicana, un proyecto que dijo que se anunciará en las próximas semanas y para el que Estados Unidos será “un socio estratégico”. En este tema, como en muchos de los acordados durante la gira, aún hay que conocer los detalles.
“Creo que ha sido una visita de tanto impacto que hubo un terremoto”, bromeó Rubio el martes en el Palacio Nacional de Guatemala, al contar que había sentido el primer sismo de su vida en la capital guatemalteca, algo poco común para un miamense, más acostumbrado a los huracanes. Pese al susto, el primer secretario de Estado de origen latinoamericano regresa a casa con la sensación de llegar de su primera gira en el exterior con la tarea hecha.
Con información de Kenny Cabrera desde Santo Domingo.
Fuente: El País