Venezuela vivirá otra Navidad en medio de la guerra del régimen de Maduro contra el pueblo
VENEZUELA Alex Fergusson*Hemos llegado a otra Navidad con un oscuro panorama producto de una guerra no declarada, que el régimen de Nicolás Maduro viene ejecutando en los últimos diez años contra el pueblo venezolano.
Un primer elemento, es que las instituciones del Estado están ausentes en la creación de oportunidades y la atención a las necesidades de la población, particularmente de sus sectores más vulnerables: los niños, las mujeres y los adultos mayores.
Como sabemos, no existe seguridad jurídica pues el Sistema Judicial responde solo a las instrucciones, necesidades e intereses políticos del Gobierno, así que los ciudadanos están indefensos, tal como nos muestra lo que sabemos sobre los más de 2.000 presos políticos poselectorales y las penurias que sufren, ellos y sus familias. Lo mismo ocurre con la administración pública en todos los niveles y en particular con los Sistemas de Salud y de Educación, los cuales han perdido más de la mitad de su personal calificado, debido a los bajos salarios, las malas condiciones de trabajo y la emigración.
Las enfermedades como la malaria y el paludismo, la tuberculosis, la difteria y el tifus, que habían sido erradicadas o controladas, ha vuelto por sus fueros y se han incrementado en un 76 %.
Como resultado de la combinación de la precariedad de los servicios de salud y la situación económica, más de la mitad de los niños y muchos adultos venezolanos tienen algún grado de malnutrición o desnutrición. Asimismo, la morbilidad y la mortalidad en sectores vulnerables (niños, ancianos, mujeres embarazadas y enfermos crónicos), así como las enfermedades mentales, han crecido a cifras alarmantes.
Por su parte, la educación, que ya venía decayendo en calidad y cantidad, ha quedado a su suerte tras más de cuatro años con actividad presencial disminuida, de modo que la mitad de la población de 3 a 5 años permanece excluida de los beneficios de la educación inicial y millones de niños y adolescentes están fuera del sistema escolar.
De este cuadro tampoco han escapados las universidades públicas y privadas que viven el peor momento de su historia.
En cuanto al Sistema Económico, la situación de crisis histórica es bien conocida. Somos el país con el salario mínimo más bajo del mundo (2,7 dólares/mes), que funciona como un misil dirigido directamente al bolsillo del 80 % de la población. Mientras tanto la Cesta Básica Alimentaria (para una familia de cinco personas) tiene un coste de 545 dólares mensuales.
La inflación alcanzó la impresionante cifra de 47 %, con un acumulado de 213 %, que nos coloca en primer lugar entre los países con inflación más alta y la moneda más devaluada del mundo.
Por otra parte, el grave déficit fiscal creado, contrajo el gasto público alrededor del 30 % anual, mientras que las reservas internacionales disminuyeron en una proporción cercana al 50 %. Asimismo, la deuda consolidada del país asciende hoy a 181.000 millones de dólares, y el PIB ha caído 72 %.
Frente a esta situación, la gente sigue defendiendo el ingreso del hogar por la vía de incorporar a más miembros de la familia a la actividad económica, con los jóvenes abandonando prematuramente la escuela, las mujeres pasando de las labores del hogar al desempeño de trabajos precarios y las personas de tercera edad reinsertándose en el mundo laboral, como puede, la mayoría por medio de la economía informal.
Por ello, la población económicamente inactiva creció por la reducción de la oferta de empleo y la destrucción de las oportunidades económicas ofrecidas por el aparato productivo formal.
Como si eso fuera poco, la política social que hasta hace diez años contaba con varios programas de atención pública (las llamadas Misiones), ha quedado reducida básicamente a dos: los eventuales bonos otorgados a un número cada vez menor de familias a través del Carnet de la Patria, y las menguadas cajas de alimentos (CLAPs).
Para completar el cuadro en el ámbito social, consideremos el deterioro creciente de la infraestructura y de los servicios básicos de energía, gas doméstico, gasolina, agua, transporte, vialidad, telecomunicaciones, así como el escaso acceso al crédito bancario y el decrecimiento de la producción petrolera, agrícola, pecuaria, de manufactura e industrial.
Agreguemos a ello, la sistemática política de represión de la protesta y de persecución, cárcel y torturas a los que se oponen al Gobierno, a los periodistas, los defensores de derechos humanos, y a los medios de comunicación que lo adversan. Cerca de cien emisoras radiales y de televisión clausuradas, junto a decenas de portales noticiosos bloqueados junto con el acceso a las redes sociales.
Así, Venezuela sigue estando por décimo año consecutivo, entre las «economías más miserables del mundo» sumiendo en la pobreza a más del 80 % de la población.
Huyendo de esta guerra no declarada, unos siete millones y medio de venezolanos abandonaron el país en los últimos cincos años, especialmente mujeres y jóvenes, en busca de la ilusión de un «futuro mejor» en otros lugares.
Los demás seguimos aquí y pasaremos la Navidad, acompañando a nuestros presos y a sus familias, luchando por la sobrevivencia y preparándonos para la batalla final por la democracia y la libertad en el nuevo año.
*Para El Debate