


EEUU no hace caridad con Argentina ni tiene injerencia electoral: invierte en un socio estratégico
MUNDO - ARGENTINA



Muchas de las preocupaciones que por estos años habitan la Casa Blanca se explican a la perfección con la actitud de las últimas administraciones respecto a Latinoamérica. Algo que viene bastante más atrás que los cuatro años olvidables de Joe Biden al frente de la mayor potencia del mundo.


George W .Bush tuvo que lidiar con la irrupción del kirchnerismo en Argentina y la consolidación del chavismo en Venezuela y la región. Luego de las “relaciones carnales” de la década del noventa con el gobierno de Carlos Menem y el fracaso de Fernando de la Rúa, quedó en evidencia que ya desde entonces había una falta de mirada estratégica hacia el sur.
El proceso de reforma de las privatizaciones y la estabilización monetaria noventista contó con gran respaldo, pero nunca se puso en consideración la necesidad de que este país cierre su problemática fiscal y de gasto público. Por más afín que sea un gobierno latinoamericano con los Estados Unidos, si las cuentas no cierran, el proceso no es sustentable. Llegando al nuevo milenio, ya con un FMI con Anne Krueger a la cabeza, se presionó en el peor momento a la Argentina para que pueda hacer el ajuste: un gobierno débil, un peronismo agazapado y un sector industrial que necesitaba licuar sus deudas fueron más fuertes que el último presidente radical y todo voló por los aires.
Cuando coincidieron Bush con Néstor Kirchner, el mandatario estadounidense no supo como lidiar con la situación. Por aquellos días visitó el país intentando fomentar las virtudes de un tratado de libre comercio públicamente, mientras que su par argentino no tenía interés en el desarrollo del país, sino en sus vínculos espurios con Chávez.
Desde ese momento, los Estados Unidos prácticamente se “ofendieron” con este rincón del mundo y comenzaron a mirar para otro lado. Así terminó Bush segundo y pasaron los dos períodos de Barack Obama. Para cuando llegó el desgobierno de Biden, EEUU se dio cuenta del grave error que había cometido con América Latina. Irán operaba con total impunidad acá y en Venezuela, China había incrementado su influencia considerablemente en todos los países, Alberto Fernández le ofrecía a Vladímir Putin que Argentina sea “la puerta de entrada” de Rusia a la región y Cuba manejaba a gusto y placer a una Venezuela extraviada ya sin Chávez, con los mafiosos de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello preocupados solamente por sus negocios personales.
Claro que este descalabro no se puede arreglar solo, ni tampoco de un plumazo. El destino colaboró bastante y le alineó algunos planetas a Washington, que ni siquiera podían ser alineados por el Tío Sam, a pesar de su enorme poder e influencia. Por ejemplo, en Venezuela el régimen narcoterrorista consideró que era viable hacer un fraude descomunal ante los ojos del mundo, desconociendo los resultados de las últimas elecciones (que ya eran tramposas de por sí). Aunque esto no se relaciona directamente con el accionar del Cartel de los Soles, el hecho que la narcodictadura se comporte de esta manera influyó en el derrumbe de los pocos apoyos con los que contaba.
Más al sur, en Argentina, ocurrió el milagro de la llegada de un libertario pro-Norteamérica. Como si fuera poco, la gestión de Javier Milei se dedicó a solucionar desde el primer día la problemática fiscal, haciendo por primera vez viable un proceso de estabilización que lleve al país a un sendero de normalidad económica.
Cuando una periodista le preguntaba al secretario del Tesoro, Scott Bessent, “qué ganaba” su país con este respaldo a la Argentina, y él le respondió que “mucho”, la entrevistadora no se sintió del todo satisfecha. Es que, más allá de que los pesos que compró Estados Unidos con dólares o la posibilidad de limitar la influencia de China en la región (como el mismo Bessent advirtió), son solamente algunos detalles de algo más importante: la necesidad de la consolidación de un socio estratégico fundamental, que por primera vez se encuentra con la intención de hacer las reformas económicas necesarias para tener un proyecto político sustentable.
No se trata, ni de caridad para el norte, ni tampoco de interferencia electoral como plantea el kirchnerismo. Los argentinos votarán el domingo 26 de octubre lo que deseen. Lo que sí les inquieta es que este respaldo haya despejado la posibilidad de una corrida, que ellos buscaban fomentar con toda claridad.





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