El futuro de la OTAN se balancea sobre una cuerda peligrosa que sostiene Estados Unidos

MUNDO Aquilino Cayuela*
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Las tensiones internas en una España carcomida por la corrupción directa del Gobierno de Pedro Sánchez y de su partido nos aturden a diario de problemas internacionales de gran calado.

La cumbre de la OTAN celebrada hace pocas semanas en La Haya cumplió las expectativas que los aliados habían depositado en ella. En medio de los temores de que Donald Trump hiciera saltar por los aires la agenda del encuentro, los líderes de la OTAN, dejando aparte cuestiones como el apoyo a Ucrania, las relaciones de la OTAN con Rusia y los ataques híbridos rusos en Europa lograron una mejora significativa en la posición de Trump. Sólo Sánchez logró enfadar allí a todo el mundo.

La cumbre concluyó con un acuerdo histórico de la mayoría de los aliados, a excepción de España dónde Sánchez se desmarcó y dejó a España en una de las peores situaciones internacionales de su historia.

El objetivo es aumentar el gasto en Defensa de los miembros de la Alianza hasta el 5 % del PIB en los próximos diez años, con un 3,5 % destinado al gasto militar básico y un 1,5 % al refuerzo de las infraestructuras civiles y la resiliencia general. España sí o sí deberá cumplir como todos, a riesgo de quedar fuera.

El compromiso de aumentar el gasto en Defensa junto a los elogios del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, hacia Donald Trump, allanaron el camino para que el republicano se ciñera en gran medida al guion cuidadosamente preparado de la cumbre, manteniendo intacta la cohesión de la alianza.

Trump marchó de la Haya con un nuevo aprecio por los miembros de la OTAN, al declarar a los periodistas: «Estas personas realmente aman a sus países. No es una estafa, y estamos aquí para ayudarles». La único excepción deshonrosa fue Pedro Sánchez para mantener su dictadura de minorías radicales que secuestran el Gobierno de España.

La Administración Trump está llevando a cabo una revisión exhaustiva de su postura militar, cuya publicación está prevista para finales de verano o principios de otoño, y que podría remodelar fundamentalmente la presencia militar estadounidense en todo el mundo.

Una reducción significativa y rápida de las fuerzas estadounidenses en Europa dejaría a la Alianza en una situación vulnerable. España que sostiene la frontera sur y se enfrenta a una presión migratoria sin precedentes, sin la fuerza de la Alianza Atlántica quedaría en una vulnerabilidad máxima.

El conjunto de Europa está dando un gran paso hacia adelante con sus presupuestos en defensa, pero llevará tiempo aumentar la producción y proporcionar las capacidades que Estados Unidos ofrece actualmente a todo el continente.

Es posible que Estados Unidos considere oportuno realizar algunos ajustes en sus fuerzas en Europa que le permitan reforzar su postura defensiva en Asia y contrarrestar las crecientes amenazas de China. Pero esperemos que se sigan manteniendo las fuerzas estadounidenses en su lugar el tiempo suficiente para que los europeos puedan trabajar y ganar autonomía. Esperemos que cualquier reducción de EE. UU. se coordine estrechamente con las autoridades militares de la OTAN y que los aliados acuerden y puedan cubrir las capacidades perdidas.

Es posible que la agresividad que Rusia está mostrando en estas semanas en sus ataques a Ucrania y el considerable enfado que esto está generando en la Administración Trump, permita a EE. UU. reconsiderar su posición en Europa. Pero, con todo, es muy necesario que el compromiso de reforzar la defensa europea sea una prioridad para todos sus miembros. Una mayor autonomía respecto a EE. UU. y una eficaz capacidad de defensa son cada vez más imprescindibles.

La OTAN ha dependido excesivamente de Estados Unidos para sus capacidades militares desde la fundación de la alianza, en 1949. Tras la Guerra Fría, cuando la mayoría de los ejércitos europeos recortaron sustancialmente sus presupuestos de defensa, esta dependencia no hizo más que profundizarse. Estados Unidos también redujo sus gastos en defensa y sus fuerzas en Europa, pasando de unos 300.000 efectivos durante la Guerra Fría a unos 100.000 en la actualidad (incluidos los 20.000 efectivos adicionales que Washington desplegó en 2022 tras la invasión rusa de Ucrania).

A pesar de esta disminución de efectivos, las capacidades estadounidenses siguen siendo fundamentales para la postura, los planes, el mando y control y los modelos de fuerza de la OTAN. En la actualidad, el Ejército de los Estados Unidos complementa las fuerzas de la OTAN a lo largo de la frontera de la alianza con Rusia en los países bálticos y Rumanía, y mantiene bases permanentes en Alemania y Polonia.

El Ejército estadounidense también almacena equipo en Bélgica, Alemania, Italia, los Países Bajos y Polonia para equipar a los refuerzos del Ejército que llegan por aire.

La Armada estadounidense tiene seis destructores de la clase AEGIS desplegados en una base estadounidense en Rota, España, para apoyar la defensa antimisiles de la OTAN y realizar otras tareas marítimas en aguas europeas, como patrullas marítimas en el mar Báltico.

La Fuerza Aérea de los Estados Unidos tiene escuadrones de combate y apoyo estacionados en bases aliadas en todo el territorio de la OTAN, desde la base aérea de Incirlik, en Turquía, hasta las de Alemania, Italia, España, el Reino Unido y las Azores.

La mejor manera de evitar una futura guerra en Europa es asegurar con Washington un traspaso pausado, cuidadoso y coordinado junto a una mayor capacidad militar de los europeos.

*Para El Debate

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