La euforia de los que regresan a una Siria libre tras la caída de Al Assad (y en qué acabarán las tensiones sobre el futuro del país)

MUNDOAgencia 24 NoticiasAgencia 24 Noticias
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En la mañana del 8 de diciembre de 2024, esperé ansiosamente en la frontera libanesa con la esperanza de entrar en Siria tan pronto como se abriera el cruce, sin saber qué esperar.

Bashar al-Assad, presidente durante 24 años, había desaparecido. Los combatientes de la oposición habían avanzado hacia Damasco, tomando importantes ciudades, incluyendo Alepo. No podía creer lo que veía: Siria era libre.

Como muchos sirios, sólo había conocido el país bajo el gobierno de Assad y su padre Hafez, que estuvieron en el poder desde 1971 hasta 2000. La vida bajo los Assad significaba más de 50 años de desapariciones y encarcelamientos, y la guerra civil que comenzó en 2011 se había cobrado las vidas de cientos de miles.

Ese año me detuvieron al comienzo de la revuelta y varias veces después; presencié a hombres en fila esperando a ser apaleados y oí gritos de tortura. Incluso después de salir del país en 2013, me enteré de que las fuerzas de seguridad habían irrumpido en mi apartamento en Damasco y lo habían vandalizado.

Asumí que había perdido mi país para siempre, pero de repente, el año pasado la dictadura fue derrocada en poco más de una semana. Cuando crucé la frontera sin temor a ser detenida y vi a los rebeldes disparar en señal de celebración mientras la gente se regocijaba en las calles, sentí ganas de reír y llorar a la vez.

Durante semanas, la principal plaza de los Omeyas en Damasco se convirtió en un epicentro de celebraciones. Jóvenes y mayores hablaban libremente de política y en todas partes se debatía abiertamente el futuro de Siria: entre vendedores ambulantes, taxistas y niños limpiando zapatos. Todo esto era impensable bajo el régimen de Asad, ya que los sirios no podían protestar libremente por miedo a las represalias.

Pero ahora, varios meses después, la situación es más compleja. Aunque se ha avanzado mucho en la conquista de algunas libertades sociales, cada vez preocupa más cómo será la democracia, pero también sobre el papel del islam en el nuevo régimen.

Entonces, ¿cuánto tiempo se mantendrán estas libertades sociales? ¿Podrían ser efímeras, como algunos temen?

Un regreso del exilio para muchos
En el Café Rawda, en el centro de Damasco, justo enfrente del Parlamento, los intelectuales se reúnen alrededor de largas mesas para fumar shisha y debatir sobre cultura. Durante el gobierno de Asad, muchos activistas políticos fueron detenidos allí. Se rumoreaba que algunos camareros eran informantes del régimen.

Hoy, la situación es muy distinta. El café ofrece charlas y música. Hay figuras prominentes que huyeron del país y ahora han regresado; muchas son recibidas por una banda que interpreta canciones tradicionales con un tambor gigante.

El periodista sirio Mohammad Ghannam es uno de ellos. Me cuenta que pasó meses en prisión durante el régimen de Asad y luego se mudó a Francia; su euforia por el regreso es palpable.

"Creo que todos los que puedan regresar deberían hacerlo para reconstruir el país", declara. "Hay una ventana de oportunidad para hacer cosas, sobre todo en comparación con antes del 8 de diciembre de 2024".

Reflexionando sobre el pasado, añade: "Incluso los imanes en las mezquitas necesitaban autorización y decir qué iba a predicar. Ahora es completamente libre. En la oración del viernes, el imán hablaba de que la libertad personal no debe pisotear la libertad de los demás".

Odai al-Zobi también ha regresado recientemente a Siria después de 14 años: se fue a estudiar pero dice que no pudo volver antes porque habló abiertamente sobre el régimen.

"Aquí prohibieron mis libros. Ahora no hay censura, puedes leer lo que quieras. Me sorprendió mucho que tanta gente quiera leer y saber más", me cuenta.

"Este es un gran cambio", coincide Ali al-Atassi, documentalista sirio e hijo del expresidente sirio Noureddine al-Atassi — quien fue derrocado en un golpe de Estado por Hafez al-Assadel 13 de noviembre de 1970 —.

"Cambió las reglas del juego y abrió muchas perspectivas para el país".

Protegiendo la escena artística
La vibrante escena artística y cultural de Siria ha sido durante mucho tiempo una fuente de orgullo para el país: los Assad la apoyaron, queriendo presentar una cultura rica al mundo, pero algunos artistas y escritores fueron asesinados por sus opiniones sobre el régimen.

Incluso llevar ciertos libros era motivo de arresto. Hoy, sin embargo, en las tiendas de la capital se exhiben libros de todo tipo, incluso de temática política. Los cines también proyectan películas que antes estaban prohibidas.

Durante las semanas posteriores a la caída de Assad, el gobierno interino no nombró un Ministro de Cultura, pero los músicos y artistas se agruparon para proteger la escena cultural.

Ahora, sin embargo, hay nuevas preocupaciones: mientras que en Siria, bajo el gobierno de Assad, se reprimían los debates políticos, a algunos les preocupa que la represión por parte de los clérigos pueda terminar prohibiendo algunas formas de arte consideradas antirreligiosas.

No hay pruebas claras de ello. El doctor Maher Al Sharaa, hermano del presidente interino, fue visto en la Ópera de la ciudad con su familia; músicos sirios interpretaron a Vivaldi. La escena se veía como de la típica de una familia moderna que saldría de excursión cultural un fin de semana.

Tras la caída de Asad, se celebró un evento cultural con charlas sobre cine, música, teatro y espectáculos en Beit Farhi, una casa histórica en el corazón del barrio judío de Damasco. Una orquesta exclusivamente femenina interpretó canciones que alababan las revoluciones y los mártires. Algunos espectadores lloraron.

"Es fantástico tener esta oportunidad de hablar entre nosotros sobre cómo proteger y apoyar la escena artística en Siria", dice Noura Murad, coreógrafa.

Al-Atassi también se muestra optimista. "Creo que los sirios no permitirán que este régimen se inmiscuya en su vida privada ni que imponga normas sobre cómo comportarse en el espacio público".

Una concentración de poder
Cuando el presidente sirio Ahmed al-Sharaa, que lideró la ofensiva rebelde que derrocó a Assad, fue nombrado por un consejo militar el 29 de enero, pronunció un discurso en el que subrayó que la prioridad era "llenar el vacío de poder de manera legítima y legal".

Pero meses después, hay quien duda que sea posible construir una democracia duradera. Y no existe ningún sistema para exigir responsabilidades a los funcionarios, incluido el presidente, hasta que se apruebe una constitución permanente y se celebren elecciones.

"En los últimos meses, el régimen no ha estado dispuesto a compartir el poder ni a permitir que otras fuerzas políticas y sociales encuentren su lugar en la sociedad, argumenta Al-Atassi. "Sin abrir la arena política a otras fuerzas, no creo que la Sharaa pueda devolver a Siria a la comunidad internacional".

En febrero, cientos de personas se congregaron en el Palacio del Pueblo de Damasco para un diálogo nacional de dos días sobre el futuro de Siria. Algunos críticos argumentaron que la reunión se organizó con prisas y fue demasiado breve para abarcar todos los temas clave.

Según Abdulhay Sayed, experto legal sirio y socio gerente del bufete de abogados Sayed and Sayed, no fue un diálogo representativo ni reflejaba verdaderamente el consenso.

"Grandes segmentos de la sociedad siria se sintieron excluidos o no representados. Se concibió como un mecanismo para simular un consenso más amplio", argumenta.

Aunque, admite que "esto refleja cierta voluntad por parte de las nuevas autoridades de ampliar el alcance de la consulta".

Sharaa, quien fue líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el antiguo grupo islamista afiliado a Al Qaeda que dominó la alianza rebelde, ha manifestado de modo claro su compromiso de establecer un país con "elecciones libres e imparciales".

También nombró un comité para elaborar una declaración constitucional y definir el futuro de Siria durante un período de transición de cinco años. Sin embargo, en la subsiguiente declaración no consagró la separación de poderes.

"Tiene que demostrar que se toma más en serio la participación política de todos los grupos", afirma Al-Atassi.

Aunque hay alguna muestra de ello. Por ejemplo, se nombró como ministra de Asuntos Sociales a una mujer cristiana, mientras que el jefe del grupo de defensa civil Cascos Blancos fue nombrado ministro de Emergencias y Desastres. Sin embargo, algunos han cuestionado el nombramiento del hermano de Sharaa como jefe de asuntos presidenciales.

"Ex miembros de alto rango del HTS ocupan ahora puestos soberanos clave", añade Sayed.

Al-Atassi también afirma que "no se pidió a personas altamente cualificadas en derecho internacional que participaran en el gabinete. Fueron ignoradas".

El ministro de Justicia es licenciado en sharía (el sistema jurídico del islam, derivado del Corán) y no es experto en el Código Civil sirio, que se basa en gran medida en el derecho francés y otomano. Una pregunta que se plantea es si los códigos basados en la sharía podrían aplicarse en lugar de los civiles.

"Hasta ahora, las nuevas autoridades no han intentado sustituir los códigos legales vigentes por legislación inspirada en la sharía", afirma Sayed. Sin embargo, añade: "Seguimos vigilando de cerca este aspecto".

La preocupación más urgente es si se restablecerá y se salvaguardará eficazmente la independencia judicial.

Libertad de la mujer y de religión
Bajo el régimen de Asad, las mujeres gozaban de derechos relativamente iguales y desde la década de 1950 tienen representación en el parlamento, además de estar presentes en todos los niveles de la sociedad. No existen nuevas normas escritas que indiquen que esto cambie, pero hay algunos indicios preocupantes.

Por ejemplo, solo se nombró a una mujer como parte del gobierno interino.

Según una investigación del University College de Londres y la Universidad McGill, los defensores de los derechos de las mujeres han expresado su preocupación por la interpretación que HTS hace de la ley islámica, lo que podría, por ejemplo, restringir gravemente la movilidad, la vestimenta y la participación pública de las mujeres.

"Un aspecto importante a observar es si las juezas —que representan aproximadamente entre el 35% y el 40% del poder judicial— se enfrentarán a la marginación o la destitución", afirma Sayed. "Hasta el momento, no hemos observado indicios de tal tendencia, pero es fundamental mantener la vigilancia".

En cuanto a las libertades religiosas, no ha habido nuevas leyes o resoluciones que restrinjan la vida social, pero algunos sirios informan que han visto lo que parecen ser intentos de imponer el régimen islámico.

El Ministerio de Justicia ha comenzado a separar la entrada para hombres y mujeres, y además ha habido informes de hombres que distribuyen volantes en autobuses y en la Mezquita Omeya de Damasco pidiendo a las mujeres que usen velos que cubran todo el rostro.

Hay grabaciones hechas en los barrios cristianos de la capital de coches circulando por las calles con predicadores que, a través de altavoces, abogan por el islam. También hubo una orden de cerrar los bares y restaurantes en el barrio cristiano del casco antiguo que se revocó tras la indignación de la gente.

Algunos observadores del islam me dicen que están preocupados. Damasco es conocida por su tolerancia, pero en algunos sectores se teme que las nuevas autoridades tengan antecedentes salafistas (una secta musulmana sunita estricta y ortodoxa).

"Hay un creciente llamado a recuperar los valores religiosos. Y esto es un profundo desafío para quienes aún creen en la democracia, el Estado de derecho y la igualdad de ciudadanía", apunta Sayed.

Sin embargo, Husam Jazmati, un académico sirio que investiga los movimientos islámicos en Impact, una organización de investigación de la sociedad civil, afirma que Sharaa "se opone tanto a los movimientos políticos islamistas como a los no islamistas [y] no quiere establecer un estado islámico ni cree que sea posible".

"No quieren y no pueden".

Incluso si el gobierno quisiera instaurar prácticas de línea dura, la pregunta es si podría hacerlo. Alaa El Din Al Sayyek, un imán radicado en Damasco, cree que no. Argumenta que los sirios rechazarían cualquier intento de hacerlo.

"Es imposible, nuestra sociedad no lo aceptará. Hemos vivido en armonía con diferentes facciones religiosas y minorías durante años, incluso en tiempos difíciles. El Corán lo dice claramente: no se puede obligar a nadie en la religión", me dice.

Visiones contrapuestas para el futuro
Hoy en día, la tensión aumenta: la violencia en las ciudades costeras ha dejado más de 1.400 muertos, muchos de ellos alauitas, la minoría religiosa a la que pertenece Assad. Se dice que esto es en venganza por los ataques contra las fuerzas de seguridad sirias.

En otras partes, en el noreste del país, aunque las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) lideradas por los kurdos declararon la victoria sobre el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en 2019, los campamentos aún albergan a unas 56.000 personas, muchas de ellas familiares de sospechosos de pertenecer al EI.

Sin embargo, la principal pregunta que enfrenta ahora el país es cómo ven los sirios su futuro.

Existen tensiones en torno a esto, que han derivado en un tira y afloja entre los líderes y HTS, según señala Jazmati.

Afirma que, si bien el círculo más alto de Sharaa quiere construir un estado "conservador y económicamente liberal, no pueden impedir que muchos de sus miembros -aquellos a quienes ha designado en diversos puestos y en quienes confía-, intenten islamizar la vida pública en Siria".

El grupo de expertos International Crisis Group comparte inquietudes similares. Ha declarado que cree que la Siria está en "tiempo de descuento".

"El gobierno interino se está quedando sin fondos, las fuerzas de seguridad están desbordadas, la pobreza se agrava y la insurgencia se gesta en la periferia. Hay intromisiones externas. Las sanciones occidentales privan a los líderes de lo que necesitan para reconstruir el país, al tiempo que tratan de prevenir la fragmentación o el retorno a la guerra civil".

Para Al-Atassi, la solución es sencilla: cree que Sharaa necesita abrir el escenario político. "Hoy en Siria no hay elecciones, solo nominaciones. Esto es muy peligroso", dice.

Tras una pausa, añade: "Podría ser que se esté gestando una nueva dictadura, pero no creo que el pueblo sirio esté preparado, después de estas cinco décadas, para aceptar una nueva dictadura".

¿Y en cuanto a la perspectiva de una democracia duradera? "Tenemos que esperar. Pero no soy nada optimista", sostiene.

Sin embargo, también existe una cuestión más amplia. ¿Podría haber una pérdida de fe en la idea misma de democracia, dada la historia reciente del país?

Sayed cree que sí.

"Aunque las constituciones de la era de Assad proclamaban formalmente las libertades políticas… nuestra experiencia de modernidad política llegó en forma de proyectiles que caían sobre nuestras cabezas, mientras nuestros cuerpos yacían al descubierto en campos de detención", me dice.

"Muchos sectores de la población siria han perdido la fe en las promesas de la modernidad política".

De los muchos desafíos que enfrentan los nuevos líderes, tal vez sea éste el que sería prudente abordar primero mientras siguen forjando un nuevo camino para el futuro de Siria.

Fuente: BBC

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