

Los periodistas argentinos creen que tienen impunidad (y están confundidos)
MUNDO
AGENCIA INTERNACIONAL DE NOTICIAS


Seguramente, los que sienten antipatía por el presidente electo de Chile, José Antonio Kast, como de su amigo y futuro homólogo argentino, Javier Milei, considerarán que este artículo es la invención de un periodista… algo así como «desclasado». La obra de la obsecuencia con el espacio político afín, probablemente sospechada de alguna retribución espuria que sirva de incentivo, que jamás podrían encontrar, porque simplemente no existe.


Sin embargo, estas palabras surgen, más que de una convicción, desde el sentido común. Mientras que los «colegas» de A24 se descargaron contra Kast por una supuesta mala actitud para con los cronistas que se encontraban en la entrada de la Casa Rosada, yo considero que los noteros estaban absolutamente desubicados y que el planteo que hacen va desde capcioso a delirante.
Pocas horas después de consagrarse como presidente electo de Chile, Kast decidió visitar Argentina. Opción lógica si uno mira la larga frontera, el potencial de una eventual sociedad y la afinidad geopolítica con el mandatario local. Amablemente y fuera de los rígidos protocolos que le esperan, el futuro mandatario chileno decidió compartir un momento con algunos conciudadanos que fueron hasta la Casa Rosada para tratar de ver de cerca al próximo presidente de su país. Tuvieron suerte. José Antonio Kast decidió ir a charlar con la gente y a sacarse selfies con sus compatriotas que se acercaron para preguntarle cosas, compartir algún comentario y desearle suerte.
Sin embargo, la intimidad y tranquilidad de ese sorpresivo encuentro fueron empañadas por un grupo de periodistas argentinos que también se hizo presente, buscando alguna declaración del chileno que les advirtió que en las próximas horas realizaría una conferencia de prensa para que cada uno pregunte lo que se le antoje, en un mano a mano con el flamante presidente electo.
Como era de esperar, los cronistas ignoraron la invitación a la conferencia y siguieron preguntando, quitándoles la oportunidad a los chilenos de a pie que fueron a conocer al próximo mandatario de su país de plantearle algunas inquietudes. Cuando la situación se puso por demás incómoda, Kast les dijo que, de persistir esa actitud, no serían convocados a la conferencia de prensa. Les manifestó que no le importaba si se dedicaban a grabar a unos metros, pero que quería que lo dejaran conversar con las personas que fueron a intercambiar unas palabras con él, oportunidad que podrían no volver a tener en la vida.
Lo insólito fueron las conclusiones que sacaron, tanto los cronistas, como los periodistas en el piso. Todos, sin excepción, consideraron que ellos tenían derecho de estar allí y de preguntar, simplemente por ser comunicadores. Ahí es donde parece que hay que hacer aclaraciones con respecto a la fundamental libertad de prensa, que tendría que ser absolutamente inquebrantable.
¿Los políticos deben responder? Sí, claro. ¿Deberían desactivarse todos los intentos de censura y presión en contra de la libertad de prensa? Absolutamente. Ahora, ¿tenían el derecho a estar preguntando y arruinando un momento, cuando el mismo Kast les pidió por favor que grabaran si deseaban, pero que lo dejaran hablar con la gente? Eso ya no tiene una respuesta contundente. Claro que José Antonio Kast podría haber solicitado un cuarto para una especie de «meet and greet» con los chilenos que fueron a saludarlo, si deseaba un momento de intimidad con ellos. Los periodistas estaban en un lugar público y, hay que reconocer, tienen todo el derecho del mundo a ser maleducados, como lo fueron. Mismo derecho que tiene Kast para decir que no pensaba contestarles nada y que las preguntas las hicieran en la conferencia de prensa.
La desubicación, si se quiere, es la indignación y prepotencia que generó en los cronistas y los periodistas de piso cuando alguien relevante les dijo que prefería hablar con la gente que con ellos. «Nosotros tenemos que estar», casi como si fuese una obligación. Lo cierto es que, con las nuevas tecnologías y las redes sociales, los periodistas perdimos el monopolio de la comunicación. «Si algo le pasa», exclamó el cronista de A24. Lo cierto es que, «si algo le pasaba» a Kast, la veintena de celulares de las personas iban a capturar el momento. La cuestión es que ellos querían ser, valga la redundancia, ellos lo que registraran todo.
Pero si algo le faltaba a la desubicación era el «análisis» de Facundo Pastor, que trajo a la mesa un «análisis político» que buscó explicar la supuesta mala actitud de Kast: el periodista de A24 dijo que, para ilustrar lo que sucedía, bien valía recordar que su padre había sido nazi, en la Alemania de hace 80 años. Bochornoso. Después el periodismo tradicional se queja de que pierde espacios ante los nuevos comunicadores de las redes sociales.
Fuente: PanamPost





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