Tal Shoham, ex secuestrado de Hamás: "Vi el odio con el que crece la gente en Gaza y el deseo de aniquilar a todos los judíos"

ISRAEL Jana Beris*
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Tal Shoham, ex secuestrado de Hamás, abraza a sus hermanos tras su liberaciónOficina de Prensa del Gobierno de Israel

Tal Shoham es hoy un hombre libre, pero asegura que nunca olvidará los 505 días de cautiverio en Gaza, el hambre, las torturas, los golpes y la angustia, aunque nuevamente apuesta por la vida y está decidido a seguir adelante.

El 7 de octubre del 2023 todo cambió cuando terroristas de Hamás irrumpieron al kibutz Beeri donde la familia estaba de visita en la casa de sus suegros, aprovechando una fiesta judía. Al comenzar a sonar las alarmas indicando que había cohetes en camino al lugar, toda la familia se refugió en la habitación blindada. Tal estaba con su mujer Adi, sus pequeños hijos Yaheli de tres años y Navé de ocho, sus suegros Shoshan y Avshalom Haran, la tía de su esposa, Sharon Avigdori y su hija de diez años.

En cuestión de segundos quedó claro que no se trataba de otro más de los tantos ataques tan conocidos en la zona, sino algo mucho más intenso. Pero cuando comenzaron a oír gritos en árabe y disparos ya cerca de la casa, entendieron que había una invasión de terroristas al propio kibutz.

Tal fue sacado por la fuerza del refugio, introducido en una camioneta y llevado a Gaza. Su suegro Avshalom fue asesinado. Y todo el resto de la familia, incluyendo los niños, fueron secuestrados por separado. Recién dos meses después se enteró de que estaban vivos.

«No podré nunca volver atrás totalmente. Lo que vivimos es irreversible. Pero ahora, ya libres, hacemos todo para seguir adelante», dice a El Debate en una entrevista concedida en el kibutz en el que reside hoy.

–¿Qué recuerdo de los momentos del secuestro te parece que hay que destacar?

–Después de que los terroristas me sacaran de la habitación segura, me llevaron al maletero de un coche y me llevaron a Gaza. Oía a los civiles que se subían al coche, oí muchos gritos de la gente que vitoreaba a los terroristas por su ataque a Israel.

–¿De allí te llevaron directo a un escondite?

–No. Primero, ya en Gaza, me sacaron del coche y empezaron a «pasearme» por las calles para que la gente viera 'el trofeo'. Me pasaron a una motocicleta y decidieron subirme a ella para hacer un desfile triunfal por las calles principales de Gaza. Los civiles a nuestro alrededor estaban notoriamente felices. Parecía que estaban de fiesta.

–¿Trataron de hacerte algo?

–Algunos intentaron golpearme con palos pero tuve la suerte de que el conductor no se quedara el tiempo suficiente en cada lugar, no pudieron alcanzarme. Luego me llevaron al primer escondite donde me quedé 24 días.

–¿Qué sabías de tus secuestradores ya en Gaza?

–Descubrí que los terroristas que me retenían no eran militares profesionales sino personas comunes y corrientes, con trabajos normales, que se ofrecían voluntariamente a Hamás para ser soldados de una organización terrorista. Uno de ellos era maestro de primaria, otro profesor universitario y otro psicólogo.

–¿Pudiste enterarte de detalles sobre la identidad de todos ellos?

–Te diré que en determinado momento uno era un médico, y resultó que mi familia estuvo retenida también en esa casa. Vi en su pared un certificado de honor de Hamás, que decía en árabe que era una persona digna por el apoyo a imagen honorable de Hamás, que decía en árabe que era una persona honorable por su apoyo a la jihad, la guerra santa que Hamás está llevando a cabo. El objetivo de esa guerra, estaba claro, es Israel.

–La mayor parte del tiempo estuviste en un túnel ¿verdad?

–Así es. Casi imposible respirar, sin luz, húmedo, terrible. Pero antes de eso recuerdo que cuando nos llevaron al túnel, nos subieron a una ambulancia de la Media Luna Roja con cuatro o cinco terroristas armados dentro.

–Israel siempre denunció esa práctica de parte de Hamás, pero ahí lo veías con tus propios ojos.

–Así es. Fue la primera vez que vi a los terroristas usar un vehículo que debe ser usado para salvar vidas. Lo usan como su forma de evadir a las Fuerzas de Defensa de Israel. Casi al final, antes de que me liberaran, me llevaron a una mezquita en la que había diez terroristas armados. Allí era para filmarnos hablando a la cámara. Habían convertido la mezquita en un campamento militar de Hamás porque sabían que Israel no lo bombardearía por ser un lugar culto.

–¿Cómo eran las condiciones del cautiverio? Tú perdiste mucho peso.

–La mayor parte de mis días en cautiverio pasé hambre a base de un pan pita pequeño por día, con dos cucharaditas de queso. La situación era tan grave que desarrollé escorbuto, una deficiencia extrema de vitamina C, por la que el cuerpo comienza a autodestruirse. Hubo momentos en que incluso confesaron que nos hacían pasar hambre intencionalmente para hacernos sufrir o para usarlo como guerra psicológica contra la población israelí.

–¿Pudiste ver algo en el túnel relacionado a la comida que los terroristas tenían?

–Solían presumir de haber robado la ayuda humanitaria de los gazatíes, de haber robado suministros que les serían útiles durante meses. De hecho yo mismo vi en el túnel cajas de Egipto, Turquía, de los Emiratos Árabes Unidos, gran cantidad de cajas con ayuda humanitaria. Carne, pescado y queso que usaban para sí mismos y robaban a los gazatíes. Yo no entendía cómo podían estar orgullosos de haberle robado la comida a su propia gente. A pesar de ello, decían que los gazatíes sufrían por culpa de Israel.

–Seguramente ahora, ya de regreso en casa, conoces bien las críticas a Israel a nivel mundial. ¿Tienes algún mensaje que quisieras enviar al mundo?

–Parecería que ya a nadie le importa la verdad. Hamás afirma explícitamente que su objetivo es aniquilar a todos los judíos de Israel y ocupar y conquistar la tierra de Israel. Muchas veces me decían directamente que si me liberaban, lo mejor para mí sería irme de Israel, porque el 7 de octubre había sido sólo el principio. Y que la próxima vez que entraran en Israel, conquistarían todo Israel y asesinarían a cualquier judío que encontraran. Pensar que esa es la gente con la que una vez pensé que podríamos hacer la paz.

–¿Hoy es imposible volver a pensar así?

–Después de lo que viví en Gaza, y de lo que me dijeron sin tapujos, no tenemos con quién hablar. Por ahora al menos. Vi el odio absoluto con el que crece la gente en Gaza, por lo que mucho me temo, así lo creo claramente, que al menos en nuestra generación, la paz no puede existir.

*Para El Debate

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