


Molinos, tulipanes e impuestos a visitantes: así es Zaanse Schans, el pueblo neerlandés que apuesta por el turismo sustentable
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El auge turístico que han experimentado los Países Bajos en los últimos años ha generado una creciente preocupación entre los habitantes y autoridades por el fenómeno del “sobre-turismo”.


La imagen idílica de los molinos, los canales y los campos de tulipanes, junto con la facilidad de acceso y la fama de Ámsterdam como meta internacional, han convertido a esta región en uno de los destinos más concurridos de Europa. Pero esa popularidad viene acompañada de presiones sociales y urbanas que amenazan tanto el bienestar local como la preservación del patrimonio.
Un país bajo presión: Ámsterdam busca frenar la masificación
Para muchos neerlandeses, el número de visitantes ha superado hace tiempo la capacidad de acogida razonable. Ámsterdam, famosa por su “liberalidad” y su ambiente cosmopolita, lidera la lucha contra el turismo disruptivo. Las autoridades municipales llevan años tratando de cambiar el tipo de visitantes que atrae la ciudad, poniendo freno a prácticas y actividades asociadas al denominado “turismo de fiesta”.
Entre las iniciativas, se han prohibido nuevos hoteles, limitado la pernoctación de visitantes, e impuesto restricciones al consumo de diversas sustancias en áreas emblemáticas como el barrio rojo. Al mismo tiempo, enfrentan críticas de activistas que acusan al ayuntamiento de incumplir sus propios límites en alojamiento turístico. Pero, pese a todos estos esfuerzos regulatorios, la marea de turistas no se ha reducido de manera significativa, y el impacto se extiende ya a las localidades vecinas.
Zaanse Schans: la pintoresca víctima del turismo masivo
A las afueras de Ámsterdam, Zaanse Schans se ha transformado en otra cara visible del problema. Este pequeño pueblo, conocido por sus emblemáticos molinos de viento y sus campos de flores, ha sido durante décadas un destino de excursión ideal para quienes desean una probada de la cultura holandesa tradicional.
Sin embargo, la escala ha cambiado radicalmente: en 2024, la cifra de visitantes alcanzó los 2,4 millones, mientras el pueblo cuenta con tan solo un centenar de habitantes. La afluencia diaria desborda la capacidad local, generando incomodidad y problemas de convivencia con los vecinos, que denuncian la pérdida total de privacidad y el deterioro de su calidad de vida.
Según relató Marieke Verweij, directora del museo del pueblo, algunos turistas no entienden que detrás de las fachadas de las cabañas viven familias reales, y han llegado a entrar en jardines, tomar fotografías en ventanas e incluso traspasar los límites privados. Estas situaciones han forzado al ayuntamiento y a los mismos residentes a buscar soluciones concretas para evitar que la aldea desaparezca bajo la presión de los visitantes.
La respuesta más drástica llegará en la primavera de 2026, cuando Zaanse Schans comience a cobrar una tarifa de acceso de 17,50 euros para cualquier visitante. Esta decisión, inusual en pequeños núcleos urbanos, tiene como objetivo principal reducir la afluencia y garantizar la sostenibilidad del atractivo turístico.
La medida incluye, además del acceso al pueblo, la entrada a uno de los emblemáticos molinos y al museo local, cuya visita antes era independiente. Los fondos recaudados se destinarán a mantener en buen estado los molinos de viento, mejorar las infraestructuras básicas como baños y estacionamientos, y, en definitiva, tratar de devolver a los residentes un cierto control sobre su entorno.
Aunque la medida puede parecer costosa para algunos, los lugareños defienden su urgencia por la falta de alternativas: “¡Simplemente no tenemos espacio para tanta gente!”, subraya la directiva del museo local.
Mirando hacia Venecia: experiencias y resultados
El modelo elegido por Zaanse Schans recuerda a la iniciativa implementada recientemente en Venecia. Bajo un programa similar, la ciudad italiana exige desde hace un par de años una tasa de entrada de 5 euros a los excursionistas durante las horas de mayor afluencia.
La recaudación durante este periodo alcanzó los 2,4 millones de euros, fondos invertidos en el mantenimiento y la restauración del patrimonio. Sin embargo, hay quienes critican que la tasa no ha conseguido, en la práctica, reducir el número de visitantes, y sólo el tiempo dirá si el precio significativamente más alto de Zaanse Schans será efectivo para frenar la saturación.
El debate sobre el turismo de masas no se limita a restringir el acceso o imponer tarifas. Existen países y regiones que aún desean activamente atraer visitantes, y dentro de Europa abundan destinos menos conocidos, capaces de ofrecer experiencias auténticas sin la presión de la sobrepoblación turística. Ante este escenario, la invitación es a buscar alternativas y a ser turistas más conscientes, eligiendo destinos menos saturados y respetando el modo de vida local.
A la luz de medidas como la adoptada en Zaanse Schans, el futuro de algunos de los lugares más icónicos de Europa podría depender de la capacidad de encontrar un equilibrio entre la acogida de visitantes y la protección del día a día de las comunidades anfitrionas.
Fuente: Infobae





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