


Rusia intensifica operaciones encubiertas en cables submarinos europeos con la nave espía Yantar
MUNDO



La reaparición de la nave espía rusa Yantar en aguas europeas ha encendido las alarmas entre los responsables de seguridad y defensa del continente, al evidenciar una renovada ofensiva de Rusia sobre las infraestructuras submarinas críticas de la OTAN. Según una investigación de Financial Times, la embarcación, equipada con avanzados sistemas de vigilancia, ha intensificado sus patrullas y maniobras en torno a cables submarinos esenciales para las comunicaciones, la energía y las transacciones financieras de Europa occidental.


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El análisis realizado por Financial Times, que incluyó entrevistas con más de una docena de oficiales navales en activo y retirados de países de la OTAN, analistas marítimos independientes y un exoficial de la Flota del Norte rusa, permitió rastrear el itinerario de la Yantar durante su travesía de tres meses iniciada en noviembre desde la península de Kola. La nave, de apariencia civil, navegó por Noruega, el canal de la Mancha, el mar de Irlanda y el Mediterráneo, antes de dirigirse hacia Suez. Sin embargo, su misión distaba de ser turística: la Yantar se dedicó a cartografiar y, potencialmente, interceptar los cables submarinos de los que dependen los aliados de la OTAN para el acceso a internet, la energía, las comunicaciones militares y las operaciones financieras.
La preocupación de los mandos occidentales se ha visto incrementada por la capacidad de la Yantar para operar de forma encubierta. Utilizando datos de radar de satélites de la Agencia Espacial Europea, Financial Times localizó a la nave sobre cables críticos en el mar de Irlanda en noviembre, justo cuando intentaba ocultar sus actividades. Además, se confirmó su presencia sobre cables que conectan Noruega con el archipiélago de Svalbard, una zona de alto interés estratégico para Moscú en el Ártico.
El resurgimiento de estas operaciones coincide con una fase de mayor asertividad rusa tras la invasión a gran escala de Ucrania en 2022. Según el análisis de Financial Times, la actividad de la Yantar se redujo inicialmente tras el inicio del conflicto, posiblemente por las sanciones o el temor a una escalada con los aliados occidentales de Kiev. Sin embargo, a finales de 2023 y principios de 2024, Moscú comenzó a asumir más riesgos y dejó de replegar sus activos, como explicó Sidharth Kaushal, experto en seguridad marítima del Royal United Services Institute, al medio británico.
La Yantar forma parte de la estructura de la Dirección Principal de Investigaciones en Aguas Profundas de Rusia, conocida como GUGI (Glavnoye Upravlenie Glubokovodnikh Issledovanii), una unidad militar tan secreta que solo un reducido grupo de hidronautas rusos tiene acceso a sus operaciones. La mayoría de los 50 buques de GUGI son submarinos y sumergibles capaces de alcanzar profundidades de hasta 6.000 metros, pero también dispone de naves de superficie como la Yantar, que sirven de plataforma para sumergibles y buzos y resultan más económicas para largas distancias.
La presencia de la Yantar en aguas británicas a principios de año motivó una inusual advertencia pública del secretario de Defensa del Reino Unido, John Healey, quien calificó su permanencia cerca de infraestructuras submarinas críticas como un signo de “creciente agresión rusa” en este ámbito. No obstante, detrás de este aviso se esconde un patrón más amplio: evaluaciones militares vistas por Financial Times revelan que la Yantar fue uno de varios buques rusos que permanecieron en aguas del Reino Unido durante 13 meses, desde el otoño de 2023, realizando vigilancia sostenida sobre nodos de infraestructuras clave.
La Yantar está equipada para desplegar sumergibles con brazos manipuladores capaces de intervenir cables militares y de internet, interceptar información o instalar explosivos para su detonación futura.
El capitán David Fields, exagregado naval británico en Moscú, advirtió a Financial Times que las capacidades de reconocimiento submarino de GUGI representan una “amenaza significativa” para la red global de cables submarinos. “El pensamiento militar ruso da gran importancia a golpear primero, con fuerza y donde más duele para evitar la escalada a una guerra total. Han invertido mucho tiempo, dinero y esfuerzo en cartografiar la infraestructura crítica de sus enemigos para atacar de forma encubierta o abierta”, afirmó Fields al medio británico.
La GUGI, también conocida como Unidad Militar 40056, fue creada en plena Guerra Fría. La CIA ha seguido su base en la ensenada de Olenya Guba, en la costa del mar de Barents, cerca de la frontera con Noruega, desde mediados de los años 60. La bahía se encuentra a menos de 3,2 kilómetros al noroeste del astillero de Polyarnyy, célebre por la novela y película La caza del Octubre Rojo, que retrata el “juego de ajedrez” submarino entre Estados Unidos y Rusia.
El secretismo de GUGI es tal que opera de forma completamente independiente del resto de las fuerzas armadas rusas y responde directamente al Ministerio de Defensa. Un exoficial de la Flota del Norte rusa explicó a Financial Times que la organización está más cerca operativamente del GRU, la agencia de inteligencia militar de Moscú, que de la Marina. “En cuanto a las tareas que realizaban, siempre estaban subordinados al GRU”, declaró al medio, detallando que la Flota del Norte solo prestaba apoyo técnico a GUGI por su proximidad geográfica.
Además de las operaciones de vigilancia y sabotaje en aguas enemigas, GUGI se encarga del mantenimiento de la red de sensores submarinos de Moscú, la detección de buques extranjeros en territorio marítimo ruso y la retirada de equipos como grabadoras de sonar dejados por otros países.
El personal de GUGI es, según Kaushal, “excepcionalmente especializado”. Sus oficiales suelen pasar cinco años como submarinistas antes de realizar un curso basado en el entrenamiento de cosmonautas soviéticos. Sin embargo, la organización ha atravesado años difíciles que afectaron su reputación y moral.
El papel de la Yantar se ha vuelto más visible a medida que evoluciona la misión de GUGI. El análisis satelital de Financial Times sobre el muelle de Olenya Guba, donde atraca la nave, muestra que tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022, la Yantar realizó tres viajes cortos de poco más de un mes y uno algo más largo de unas siete semanas. No fue hasta noviembre de 2024, más de dos años y medio después del inicio del conflicto, que el buque retomó sus largas travesías, en este caso con una misión de 97 días en el mar. Antes de la guerra, la Yantar realizaba viajes extensos con mayor regularidad.
Durante su última misión, la nave hizo escalas frente a la costa norte de Noruega, donde permaneció sobre dos cables que suministran datos y comunicaciones a la isla de Svalbard. Posteriormente descendió al mar del Norte y el canal de la Mancha, antes de dirigirse al mar de Irlanda. Fue en este punto donde la Yantar atrajo la atención del ejército británico, que desplegó aviones de patrulla marítima de la RAF y buques de guerra para seguirla.
La vulnerabilidad de Irlanda, país no miembro de la OTAN que históricamente ha dependido del Reino Unido y Estados Unidos para su defensa, se ha visto acentuada tras la adhesión de Suecia y Finlandia a la alianza. Kaushal describió las aguas irlandesas como “un punto ciego en la arquitectura defensiva del Reino Unido”, mientras que un veterano de la Royal Navy fue más directo al afirmar a Financial Times que “sería muy difícil para Rusia cortar todos los flujos de datos hacia el Reino Unido porque hay muchos y desde muchas direcciones. Sería mucho más fácil aislar a Irlanda”. De este modo, Moscú podría infligir “un golpe económico y social significativo a un aliado cercano” sin arriesgarse a atacar directamente a un miembro de la OTAN.
La Yantar ya había protagonizado incidentes en aguas irlandesas, como en agosto de 2021, cuando se situó sobre cables frente a la costa atlántica de Irlanda durante su último viaje importante antes de la guerra en Ucrania. El Ministerio de Defensa irlandés rehusó comentar sobre la detección más reciente de la nave en sus aguas.
El desafío para el Reino Unido, Irlanda y sus aliados europeos es cómo contrarrestar esta amenaza. La protección de los cables es demasiado vital para dejarla en manos de la industria, aunque aumenta la presión sobre los propietarios para que inviertan en sensores de protección, lo que implica costes adicionales.
El 19 de septiembre, parlamentarios británicos publicaron un informe crítico sobre la seguridad de los cables submarinos, en el que expresaron su inquietud por el escepticismo de algunos sectores industriales y gubernamentales ante la necesidad de prepararse para ataques más coordinados en el futuro. Advirtieron que, dada la situación de seguridad y el creciente papel militar del Reino Unido en Europa, “ya no pueden descartar la posibilidad de que la infraestructura británica sea atacada en una crisis”. Añadieron: “Tampoco confiamos en que el Reino Unido pueda prevenir tales ataques o recuperarse en un plazo aceptable”.
En Irlanda, el gobierno ha reforzado su seguridad con una inversión de 60 millones de euros en sonar submarino. El Reino Unido, por su parte, ha consolidado su respuesta: el asesor nacional de seguridad asignó a la Royal Navy la responsabilidad exclusiva de proteger la infraestructura submarina.
La Marina busca ahora financiación para un nuevo anillo defensivo de sensores y drones submarinos, denominado “Atlantic Bastion”, destinado a proteger los cables y los submarinos Trident británicos de la detección y el sabotaje. Actualmente, el Reino Unido y aliados como Noruega rotan buques de guerra y aviones de vigilancia P-8 para patrullar el “Greenland-Iceland-UK gap”, por donde entran los buques y submarinos rusos al Atlántico norte. Si detectan actividad sospechosa, los aviones pueden lanzar boyas de sonar para investigar bajo el agua en ubicaciones concretas.
El Ministerio de Defensa declaró a Financial Times que está “plenamente enfocado” en la amenaza de seguridad marítima que representa Rusia y que está utilizando nuevas tecnologías, incluida la inteligencia artificial, para mitigar los riesgos. “Junto a nuestros aliados de la OTAN y la Fuerza Expedicionaria Conjunta, estamos reforzando nuestra respuesta para que los buques rusos no puedan operar en secreto cerca del Reino Unido o del territorio de la OTAN”, afirmó un portavoz. “La Royal Navy mantiene unidades en estado de máxima alerta para responder a esas amenazas potenciales y tomar las medidas necesarias para proteger nuestros intereses”.
Mientras tanto, GUGI ha seguido perfeccionando sus capacidades e invirtiendo en recursos para afinar su puntería. A comienzos de mes, el jefe de la Marina británica, Gwyn Jenkins, hizo una rara alusión a la unidad al fortalecer lazos con la Armada noruega. En una entrevista con The Sun, admitió haber visto pruebas de que la unidad militar secreta “regeneraba” sus capacidades y, aunque reconoció que había estado “callada durante un tiempo”, advirtió: “Parece que está volviendo”.
CON INFORMACION DE INFOBAE.





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