El dalái lama cumple 90 años y el régimen chino quiere decidir su reencarnación
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El dalái lama, líder del budismo tibetano, publicó una carta a solo días de cumplir 90 años. Allí dejó en claro que la institución que dirige no morirá con él y que, por el contrario, esta “debe continuar”. No mencionó directamente al régimen comunista chino, pero sí sentenció que solo su oficina, el Gaden Phodrang Trust, “tiene la autoridad exclusiva” sobre este asunto.


Lo cierto es que mientras el dalái lama envejece en el exilio, desde Pekín observan con paciencia, decididos a aprovechar su eventual muerte para consolidar el control político y religioso sobre el Tíbet, donde buscan domesticar el budismo e instalar una figura leal al Partido Comunista. Así lo dejó saber el régimen chino al contestar a la carta del líder budista, en cuya respuesta, el Centro de Investigación de Tibetología de China asevera que “la reencarnación debe adherirse al principio de supervisión gubernamental”.
El régimen comunista hace referencia a la tradición budista tibetana en la que el próximo líder espiritual reencarna en un niño. Es una costumbre que se ha mantenido por unos 600 años y que dio paso a quien hoy es visto como la 14ª reencarnación de este cargo. Sin embargo, este último ha vivido casi toda su vida exiliado en India desde 1959 tras un fracasado levantamiento contra el dictador Mao Zendong. Ahora que el dalái lama está por cumplir nueve décadas surge una duda razonable: ¿Será este el último líder del budismo tibetano?
Qué hay detrás de la reencarnación del próximo dalái lama
No es un secreto la persecución religiosa que existe en China. De nada sirve el artículo 36 de la Constitución que establece que “los ciudadanos de la República Popular China gozan de libertad de creencia religiosa”. En la práctica es todo lo contrario, ya que el Partido Comunista chino comete torturas, incendio de cruces o iglesias y encarcelamientos contra cristianos, seguidores de la práctica espiritual Falun Dafa o de las distintas ramas del budismo. Toda creencia que rechaza el ateísmo comunista padece dantescos castigos, registrados por investigaciones y testimonios de sobrevivientes.
En términos territoriales y políticos, el régimen chino tiene autoridad sobre el Tíbet, ubicado al norte de la cordillera del Himalaya. Fue en 1950 cuando tropas del dictador Mao Zendong tomaron parte sus 1,2 millones de kilómetros cuadrados e hicieron firmar al dalái lama un documento que oficializó su anexión a la República Popular China, aunque este hoy lo califica de inválido al aseverar que fue “forzado” a firmarlo cuando tenía 15 años de edad.
De todas formas, la eventual muerte del actual líder espiritual caería como anillo al dedo al comunismo chino que hoy dirige Xi Jinping. Que el representante de la escuela Gelug (la rama más influyente políticamente dentro del budismo) quede en manos del PCCh sería la joya de la corona para consolidar su expansionismo ideológico en una región estratégica.
Xi Jinping mira al Tíbet como una fuente importante de recursos debido a que allí abunda cobre, carbón, oro, litio y agua. Las fuentes hídricas son tan importantes que el comunismo chino construye en la región una represa que se convertirá en la central hidroeléctrica más grande del planeta con un costo estimado de 137.000 millones de dólares.
Es decir, si bien ya explota estos recursos y ha desplazado a más de 930.000 personas rurales tibetanas, el régimen insiste en que el próximo dalái lama “sólo puede reencarnar dentro de China” y ser identificado por el Partido Comunista.
Fuente: PanamPost
