
De «golden boy» al «problem man», la dura caída de la reputación de Sánchez en Europa y el mundo
ESPAÑA Carmen de Carlos*


Hubo un tiempo en el que Pedro Sánchez era visto como el «golden boy» de Europa (más por su aspecto que por sus conocimientos financieros). Su llegada a la Presidencia del Gobierno, tras la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018, –defendida por el hoy procesado por corrupto José Luis Ábalos–, parecía renovar o dar un aire fresco a las apolilladas moquetas de Bruselas.


«Nuevo chico en la oficina», celebró entonces Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión. El socialista que presumía de haber vencido a la corrupción en su: quítate tú, que me pongo yo a Rajoy, fue recibido con los brazos abiertos, hasta por el grupo Popular Europeo (PPE). Su inglés fluido, frente a los presidentes españoles anteriores que se las veían negras para chapurrear el idioma de Margaret Thatcher, le facilitaba las relaciones sociales necesarias en todas las actividades de la vida.
Al todavía presidente del Gobierno se le veía encantado, en su salsa en los foros internacionales. No se perdía un corrillo ni una foto donde posar con una sonrisa horizontal, de oreja a oreja. Quizás el momento de protagonismo que le causó mayor satisfacción fue la cumbre de la OTAN de Madrid en 2022. Ser el anfitrión del club que reúne al mayor poder militar que hay en el planeta era insuperable.
Joe Biden y la cintura de Begoña
Sánchez, con debilidad por la cultura del plagio (la prueba está en su tesis) pero no por las obras de arte, eligió el Museo del Prado para deslumbrar a Joe Biden que hizo feliz a la hoy procesada Begoña Gómez, al pasarle el brazo por la cintura. Boris Johnson, enorme conocedor de la pinacoteca ya estaba acorralado por su partygate, pero disfrutó como un estudiante de arte de la visita y así se lo transmitió a «Pedrou».
Las escenas del anfitrión en las que parecía –y así era– ser objeto de la admiración de los invitados más importantes que pisarían España en lo que va de siglo, eran vitamina para su exclusiva vanidad y más teniendo lejos al Rey, el único que le podía hacer sombra, en todos los sentidos, incluido el físico.
El hoy relegado Justin Trudeau, el secretario general de la OTAN en aquel instante, Jens Stoltenberg, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, el portugués de su cuerda socialista, António Costa o Mark Rutte, entonces al mando de las riendas de Países Bajos, disfrutaban del maravilloso espectáculo que les había organizado Sánchez.
El cuerpo diplomático acreditado en Madrid, salvo excepción, destacaba el supuesto talento y la facilidad de palabra del hombre al que hoy, en los mismos ámbitos, ven como un charlatán o lo que es peor, el «trouble man».
La reputación de Sánchez, más allá de los Pirineos, parecía inmejorable mientras en España se deshacía. Cuando le preguntaban por crisis sacaba de la chistera del CIS las encuestas de Tezanos que el PP, en un cálculo minucioso, ha reprochado y advertido que de 38 estadísticas, falló en 37.
La amnistía
Las cosas empezaron a cambiar tras las últimas elecciones, cuando el presidente formó el actual Gobierno Frankenstein y pegó el volantazo en Bruselas. España, él mismo, pasó de exigir la deportación de Puigdemont por encabezar su golpe separatista a negociar con él en la misma Bruselas (con el también procesado Santos Cerdán), la amnistía que había negado y que este jueves blanqueó un oscuro Tribunal Constitucional bajo la batuta de Cándido Conde Pumpido. Además, comenzó la ridícula batalla de intentar encajar el catalán en Bruselas. El desconcierto sacudió a los Veintisiete, pero Sánchez, por su cara bonita, todavía resistía.
Bien visto fuera y mal en España las vacantes en instituciones europeas estaban en el horizonte. Stoltenberg tenía que salir de la OTAN y el nombre de Pedro Sánchez, estaba sobre la mesa, según fuentes diplomáticas, aunque hasta hoy muchos en España lo ponen en duda.
Más reciente en el tiempo, tras las elecciones europeas, se imponía la necesidad de renovar la cúpula de la UE con los nuevos resultados. El run run de que Sánchez podía aprovechar la oportunidad para quitarse de en medio y blindarse en alguno de los cargos internacionales se quedó en eso.
La avalancha de casos de corrupción empezó a tener reflejo en la prensa internacional que hoy ya puede escribir su nombre con los ojos cerrados. En Reino Unido The Times, Financial Times y hasta The Guardian le dedican ya espacios a su medida. También en Francia la prensa se hacía y se hace eco de las turbulencias y de lo que pasó el miércoles en la cumbre de La Haya. Lo mismo en Alemania y en Italia y … en la otra orilla del Atlántico hoy ya le falta un click para ser trending topic.
En los países de habla hispana los corresponsales se ponen las botas escribiendo de la corrupción del PSOE/Gobierno, de la familia de Sánchez, del fiscal general, del pacto con Junts y hasta The New York Times tuvo que dedicarle su dosis de tinta. Clarín y La Nación de Argentina lo tienen ya como un tema fijo y en El Observador de Uruguay lo siguen con detalle.
A más a más, Sánchez ha ido sembrando de asuntos la cartera de los periodistas de internacional. La decisión de última hora de condicionar tres años la fusión del BBVA y el Banco Sabadell en Bruselas terminó de minar su imagen, deteriorada con el tema de la amnistía y su posición en el conflicto de la franja de Gaza.
Su precipitado enfrentamiento con Israel y el reconocimiento de Palestina como Estado cuando todavía estaba fresca la sangre de los mil israelíes asesinados por Hamás y su brazo armado el 7 de octubre de 2023, levantó ampollas en el bloque que le dio la espalda. No sucedió lo mismo con la reciente iniciativa de Países Bajos que, con un discurso más moderado, ha logrado que la UE revise el Acuerdo de Asociación con Israel. A la petición se sumaron otros 17 países.
El presidente del Gobierno se quedó solo en la Cumbre de la Haya, las imágenes lo reflejaron con claridad y las declaraciones de los presidentes, hasta con burlas sobre su: «No he firmado el 5 %» después de haber rubricado el documento conjunto, lo pintaron de cuerpo entero.
Nadie le habla, no tiene quien le escriba (salvo Rutte y para decir lo contrario que él). Europa, Estados Unidos y el resto del mundo ha tardado siete años, pero ya saben quién es Sánchez. Y no se fían más de él.
*Para El Debate






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