



Desde hace unos años se han puesto de moda las criptomonedas. Los medios de prensa cada vez le otorgan mayor espacio a informar sobre ese tema. Sin embargo, no da la impresión de que a nivel popular sea una moneda adoptada por la amplia mayoría de la población. A nuestro juicio, eso no se debe a que las personas sean “tontas”, sino que existen razones de peso para que así sea y que deberían ser tomadas en cuenta por los promotores del dinero digital.


La filosofía que dio origen a las criptomonedas es absolutamente compartible. Ellas nacieron como defensa ante la “avaricia” de los “príncipes”, que desde hace siglos han venido estafando a los individuos y las familias. En tiempos cuando el dinero estaba constituido por monedas de metales preciosos, especialmente oro y plata, el modo en que “estafaban” a la gente era adulterando la proporción real de dichos metales en cada pieza, quedándose ellos con la diferencia
Con el surgimiento del papel moneda no convertible en oro y del curso forzoso, la “labor” de las autoridades “robando” a la población se facilitó enormemente. A eso se agregó que se inventaron los dichosos Bancos Centrales, entes a los que se les otorgó el monopolio de la impresión y regulación del dinero.
La conjunción de todos esos factores es la infame inflación, que perjudica especialmente a los pobres y sectores más desfavorecidos, porque cuentan con menores recursos para proteger el valor de su plata.
En adición, los gobernantes despilfarran los recursos de los contribuyentes. Su voracidad fiscal no tiene límites. Con ese objetivo, apelan a las más variadas excusas y son muy ingeniosos para inmiscuirse en la esfera privada, para controlar cada movimiento de dinero que cualquier sujeto realice. Para ello, se valen de la tecnología.
Friedrich von Hayek fue uno de los primeros economistas que alertó sobre esa problemática. Lo hizo de modo didáctico y fácil de entender hasta para los no especialistas en economía, en La desnacionalización del dinero (1976). Su solución al problema fue la competencia entre monedas que no fueran de curso forzoso y que los individuos pudieran elegir libremente para realizar sus transacciones económicas y/o financieras.
Cuando recién se comenzó a hablar del Bitcoin allá por 2008 y los objetivos que perseguía, seguí con mucha atención el tema. La filosofía que la sustentaba me pareció (y aún me parece) irrebatible: quitarles a los políticos en general y a los gobiernos en particular, las herramientas con las que pueden despojar a la población de su patrimonio: la inflación, la confiscación arbitraria de los ahorros bancarios de los individuos o imponer la conversión forzosa de esos ahorros que estén en moneda fuerte para pasarlos a dinero “basura” imprimido por las autoridades del país. Es decir, el fin era proteger a Juan Pueblo de ser expoliado por el Estado (mandatarios y burocracias).
Asimismo, impedir que ellos metan sus narices en la vida privada de la gente, vigilando cada gasto o aumento de capital para así inventar un nuevo impuesto. Por lo cual, tanto la filosofía como los objetivos que persiguen las criptomonedas son beneficiosos para la sociedad en su conjunto. Es la parte luminosa de esta creación.
No obstante, las criptomonedas también tienen sus debilidades. Se supone que el dinero debe ser algo de aceptación general y que esté al alcance de cualquiera, sin importar su nivel cultural. El tabaco, la sal, el ganado y los metales preciosos, especialmente el oro, cumplían en el pasado con ese elemental requisito.
No sucede lo mismo con las monedas digitales. Estas exigen un conocimiento profundo de las herramientas tecnológicas más avanzadas, que, por cierto, están transformándose de continuo. Las famosas billeteras digitales cada poco tiempo van modificándose, razón por la cual, puede pasar que la que uno tenga quede obsoleta y desaparezca el dinero depositado en ella. Además, el sujeto pierde el control de su capital porque siempre debe recurrir a un especialista en la materia (a menos que el experto sea él mismo).
Para estar siempre al tanto de las vicisitudes de la moneda digital en la que uno invirtió, es prudente formar parte de un grupo de chat de expertos en la materia. Lo cual no está al alcance de todos y, además, allí usan un lenguaje tan técnico que el lego no va a entender nada. O sea, que no le va a servir para nada estar en ese chat.
En consecuencia, en la práctica, las criptomonedas sólo están al alcance de una élite, pero no de la población en general. Y, el problema social más acuciante que promovió la alerta de Hayek, que es defender a los sectores más frágiles de la población de la inflación, no se cumple mediante este camino, Por lo menos no, del modo en que funciona actualmente el dinero digital.
Lo dicho en esta columna pretende ser tan solo un llamado a la reflexión sobre esta cuestión. No para desechar la solución encontrada sino para exponer que ella presenta grandes debilidades. Mi propósito es demostrar que la búsqueda de un dinero que no pueda ser manipulado ni expropiado por los gobernantes, es un objetivo que aún no se ha alcanzado plenamente. En consecuencia, se debe seguir analizando esta problemática hasta encontrar una solución que esté al alcance de todo el mundo.
Fuente: PanamPost








