Menger para todos: el principio de imputación y las lecciones de economía de Milei

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Carl Menger murió en 1921. Mucho antes de internet y de las redes sociales. Seguramente, el fundador de la Escuela Austríaca de Economía, no sabía demasiado de la Argentina, más allá del éxito indiscutido que tuvo allí la implementación de las ideas liberales, en la segunda parte del Siglo XIX. Es más, hace tanto tiempo falleció Menger, que, por esos días, Argentina era una de las principales economías del planeta. Otro mundo.

Ni sus seguidores más entusiastas podían llegar a imaginarse hasta hace algunos años lo que está sucediendo en el país. El presidente, al que le está yendo muy bien en la primera parte de su mandato, es un entusiasta libertario, partidario de los austríacos, a los que llevó a la popularidad. Cabe recordar que, antes de la llegada de Milei, el pensamiento austrolibertario no era el mainstream ni siquiera en el pequeño liberalismo argentino.

Pero, como dice la canción, “cambia, todo cambia…“.

La última semana fue la primera sin cepo cambiario. El viernes 11 de abril, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció las novedades para el lunes 14 y el país vivió un fin de semana de incertidumbre, que, en cierta manera, algo se extiende hasta el día de hoy. Aunque no hubo escala del dólar (que incluso se posicionó por debajo del valor del blue de la semana pasada) mucha gente todavía desconfía. Es que parece difícil de comprender que, por primera vez, el presidente y su ministro presentan un plan que parece funcionar.

En un extenso intercambio con Alejandro Fantino, el periodista le preguntó al jefe de Estado qué sucederá con los comerciantes que fijen los precios por encima de la suba del dólar y el valor del mercado de los productos, y el mandatario le respondió de forma tan académica como coloquial. Le dijo que iban a tener que aprender el principio de imputación de Menger “a la fuerza”. Es decir, metiéndose sus productos no demandados “en el orto”.

Hasta los Principios de Economía Política de Menger, publicado en 1871, el mainstream económico consideraba que los precios eran determinados por cuestiones objetivas. Aunque la Escuela de Salamanca pudo llegar a varias conclusiones más acertadas con respecto a lo que se discutía en las potencias centrales, la idea que predominaba era la que pensó Adam Smith, siguió David Ricardo y llegó hasta sus discípulos disidentes como Karl Marx. Detrás del precio del producto final de consumo, para todos los clásicos, había cuestiones objetivas, ya sea el valor de uso, el de cambio, el tiempo y trabajo puesto en la manufactura o la plusvalía que el capitalista le extraía al trabajador.

Ya sea por un cálculo u otro, en cierta manera, los costos determinaban los precios. Claro que, como Milei dice en la actualidad, si esto fuese así, no existirían las quiebras.

Con Menger y la Escuela Austríaca, la cuestión deja de ser como los libros indicaban, sino como lo que mostraba la realidad. Más allá del valor de las maquinarias, del tiempo dedicado y de la inversión de los bienes de producción y materia prima, si un individuo no valoraba desde su subjetividad y utilidad un producto determinado, el mismo no tenía valor alguno.

Cuando un eventual cliente valora más un producto que determinada cantidad de dinero, allí sí se puede hacer un cálculo económico sobre inversión para poner ese bien de consumo en la góndola. Pero el precio no estará determinado por los factores objetivos que los clásicos computaban, sino por la subjetividad de la persona y la escasez de las variables, ya sea el dinero utilizado, como lo que se pueda ofertar. En cierta manera, el fenómeno pasa a ser visto desde la valoración del cliente y no desde el cálculo del empresario. El que paga tiene la última palabra y así nace el proceso de mercado, donde los ofertantes arriesgan y a veces aciertan, pero otras no.

Argentina, con su macroeconomía ordenada, ya sin déficit fiscal ni emisión monetaria, va derecho hacia el final del proceso inflacionario. Según el presidente, el año próximo será el primero de una Argentina sin inflación. Toda la teoría económica seria lo respalda.

Sin embargo, muchos comerciantes tienen miedo de arriesgar su stock a los valores actuales. Es que, en más de una oportunidad en el pasado, vendieron a un precio y luego tuvieron que renovar la mercadería a valores más altos, yendo a pérdida. Aunque nada de lo que está pasando en la economía argentina actual, muchos siguen remarcando los precios, como se dice, “por las dudas”.

En medio del temor de algunos y la confianza de otros (que están siendo beneficiados por la elección del público), Menger renace en forma de memes, celebrado por la juventud libertaria argentina. Ya no hay motivos para considerar corridas o escaladas inflacionarias. Los que consideren oportuno seguir aumentando los precios, como dijo Milei, conocerán el principio de imputación a la fuerza.

A diferencia de lo que sucedía en el kirchnerismo, con déficit descontrolado e inflación desbocada, era imposible hacer cualquier tipo de cálculo económico. Hoy la situación es otra y el público elegirá a los ganadores y perdedores. En resumidas cuentas, más allá del plan económico exitoso, cada uno pondrá los precios donde quiera. Sin embargo, el que se equivoque, deberá volver a ubicarlo por debajo de sus pretensiones, para no terminar haciendo lo que dijo Milei con Fantino.

Desde sus redes sociales, el popular economista español Juan Ramón Rallo, que suele explicar el proceso de reformas que está viviendo la Argentina, compartió un video explicando el principio de imputación y su relación con los fenómenos actuales.

Fuente: PanamPost

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