El Ejército de EEUU no extrañará las normas de Diversidad, Equidad e Inclusión
EE.UUAgencia 24 NoticiasEn diciembre de 2015, la administración Obama decidió permitir que las mujeres desempeñaran todos los roles de combate. “No habrá excepciones”, anunció Ashton Carter, entonces secretario de Defensa. Las mujeres serían aceptadas como “Rangers del Ejército y Boinas Verdes, SEALs de la Marina, infantería del Cuerpo de Marines”, entre otros roles exigentes que antes solo estaban abiertos a los hombres.
En cuanto a los estándares físicos, estos no cambiarían: “No debe haber cuotas ni percepción de ellas”, dijo Carter.
En algunos sentidos, la política ha producido resultados inspiradores. Más de 140 mujeres han completado la Escuela de Rangers de élite del Ejército y unas pocas han aprobado el Curso de Oficial de Infantería del Cuerpo de Marines (aunque ninguna, hasta ahora, se ha convertido en SEAL). Las mujeres sirven con distinción en otros roles de combate, incluyendo como pilotos de combate y comandantes de tanques.
En otros sentidos, sin embargo, la política ha hecho realidad los peores temores de sus primeros críticos. Si bien ha elevado a las mujeres que cumplen con los mismos estándares físicos que sus contrapartes masculinas, también ha llevado a una erosión de los estándares. Desde el loable objetivo inicial —igualdad de oportunidades para todos, independientemente del género—, las fuerzas armadas han ido desplazándose hacia algo más: la igualdad de resultados. Eso es lo que hoy en día se suele entender por la palabra “equidad”, al menos en el contexto de la Diversidad, la Equidad y la Inclusión, o D.E.I., como es conocido de forma abreviada.
Un ejemplo son los esfuerzos del Ejército por crear requisitos de aptitud física neutrales en cuanto al género, conocidos como Prueba de Aptitud Física de Combate del Ejército. La prueba, desarrollada a lo largo de una década, fue diseñada para ser rigurosa y exigir a los soldados de ambos sexos que cumplieran con estándares físicos apropiados para los roles que podrían desempeñar, siendo los requisitos más estrictos para trabajos como los soldados de artillería, que requieren mucha musculatura.
Pero eso causó un problema: las mujeres estaban reprobando la prueba en tasas notablemente más altas, según un estudio de RAND. Entre los soldados alistados en servicio activo, la prueba de aptitud física tuvo una tasa de aprobación del 92 por ciento entre los hombres, pero solo del 52 por ciento entre las mujeres. (Las mujeres oficiales obtuvieron mejores resultados, con una tasa de aprobación del 72 por ciento). Los senadores demócratas, incluida Kirsten Gillibrand de Nueva York, también estaban presionando al Ejército para que retrasara la implementación de la prueba, argumentando, como informó The Washington Post en 2020, que “podría socavar el objetivo de crear una fuerza diversa”.
La administración Biden cedió a esta queja.
El tema estalló en un tenso intercambio en mayo de 2022 en el Comité de Servicios Armados del Senado entre Christine Wormuth, secretaria del Ejército de la administración Biden, y Tom Cotton, el republicano de Arkansas.
“Queríamos asegurarnos de que no tuviéramos estándares injustos para un subgrupo en particular que la gente no pudiera cumplir”, dijo. “No queríamos perjudicar a ningún subgrupo”.
Wormuth también insistió en que las nuevas normas eran “mucho más exigentes” que las anteriores. Cotton, un ex oficial del ejército, no estaba de acuerdo. “Las nuevas normas”, dijo, “son absolutamente patéticas”.
Entre otros detalles: para calificar para cualquier trabajo en el Ejército, según Cotton, una joven soldado solo tendría que ser capaz de completar 10 flexiones (en comparación con las 13 flexiones de la prueba anterior) y correr dos millas en 23 minutos y 22 segundos, un trote lento. Los estándares para los hombres también se habían reducido. En aras de la inclusión y la equidad, la dureza tendría que desaparecer.
Lo que le sucedió al Ejército ha sucedido, de diferentes maneras, a otros servicios. El año pasado, la Marina abandonó su estándar anterior de terminar las carreras de los marineros que fallaran dos pruebas de aptitud física consecutivas. Eso se debe en parte a que el servicio enfrenta una crisis de reclutamiento y no quiere perder más personal. Pero también es, como escribió la jefa de operaciones navales, Lisa Franchetti, “para reconocer nuestra población diversa”.
También ha habido un impulso para restablecer los requisitos de fotografía, abandonados durante la primera administración de Trump, como parte del proceso de solicitud de ascenso. ¿Por qué? “Si analizamos, por ejemplo, la junta de una estrella (NdT: la que evalúa el ascenso a brigadier general) de los últimos cinco años, podemos mostrarles dónde, si analizamos la diversidad, esta se redujo tras la eliminación de las fotos”, dijo el vicealmirante John Nowell Jr. en 2021. En otras palabras, donde el proceso de solicitud era ciego y los candidatos eran juzgados solo por sus méritos, la diversidad se vio afectada.
Todo esto plantea la pregunta de para qué sirve un ejército. No hay duda de que el ejército ha servido para promover importantes valores morales y sociales, nunca más que en la orden del presidente Harry Truman de 1948 para desegregar al ejército o la decisión del presidente Barack Obama de 2010 de eliminar el “no preguntes, no cuentes”. Pero esas demandas de igualdad no requirieron que el Pentágono bajara los estándares o comprometiera la letalidad.
La diferencia con D.E.I. es que, casi inevitablemente, lo hace. Pide al ejército que se convierta en una organización de justicia social que lucha guerras. En otros ámbitos de la vida, los estándares adulterados pueden conducir a la mediocridad: mala enseñanza en las aulas, mala atención médica. En combate, puede significar la muerte.
Lo que ha ocurrido en el ejército es sólo el ejemplo más vívido de la podredumbre que se instala en cualquier institución que abandona el mérito por la diversidad, la igualdad por la equidad, las expectativas por la inclusión. En el torbellino que han sido los primeros días de esta administración, la prohibición largamente esperada de la D.E.I. es, al menos, un sólido motivo de esperanza.
© The New York Times 2025.
Fuente: Infobae