Desde Paris
El miércoles 4 de diciembre pasadas las 20 horas la Asamblea Nacional francesa votó por mayoría absoluta la moción de censura que hizo caer al Primer Ministro Michel Barnier. Desde ese momento se anunció que el presidente Emmanuel Macron, se dirigiría a la nación el jueves a las 20 horas. Se creó una cierta expectativa sobre cual sería el mensaje de Macron, se especulaba incluso que podría anunciar el nombramiento de un nuevo primer ministro. Era importante una alocución del presidente luego de un hecho histórico como la exitosa moción de censura, la primera después de 62 años que logra tumbar un gobierno en Francia. En paralelo a este contexto, comenzó a resonar con fuerza el pedido de renuncia del presidente desde sectores políticos diversos, que iban desde la izquierda a la extrema derecha.
Finalmente Macron habló, y podríamos resumir su discurso de once minutos en una sola idea sólida pronunciada: que iba a ir hasta el final de su mandato en 2027, es decir que no pensaba renunciar, a pesar del impasse político en el que se encuentra el país, básicamente por su responsabilidad.
El 9 de junio pasado, luego del triunfo electoral inédito del partido de extrema derecha Agrupamiento Nacional (RN) liderado por Marine Le Pen en las elecciones europeas, el presidente decidió, por su sola voluntad y sin previas consultas, disolver la Asamblea Nacional y llamar a elecciones legislativas en tres semanas. En ese momento todo presagiaba lo peor, es decir que sería la extrema de derecha de RN la que ganaría esas elecciones y que formaría por primera vez desde el régimen de Vichy, en 1940, un gobierno de extrema derecha con mayoría absoluta. Es por eso que en la segunda vuelta electoral, el líder de La Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, anunció que en aquellos distritos electorales que pudiera ganar RN, si el candidato por LFI no podía imponerse, renunciarían a su candidatura para reforzar la que tuviera más opciones de triunfar sobre RN. A esta decisión política se plegaron las otras fuerzas en lo que se dio en llamar el Frente Republicano, un frente táctico para impedir el triunfo anunciado de la extrema derecha. Y esa estrategia electoral dio resultado. El frente republicano ganó las elecciones.
Como consecuencia de esta batalla electoral el panorama político de la nueva Asamablea Nacional fue de fragmentación en tres grandes bloques, el de izquierda, el de centroderecha y el de extrema derecha. Ninguna fuerza política tiene la mayoría absoluta requerida para gobernar sin sobresaltos. En esta asamblea dividida el primer ministro saliente fue impotente a la hora de querer imponer sus recortes a los servicios sociales y derechos laborales y sus aumentos de impuestos en la ley de presupuesto. Por esa razón Barnier intentó hacerlo vía el decreto 49,3. Frente a este intento de forzar la política de ajuste, LFI y RN promovieron la moción de censura, que es la única herramienta legal que les quedaba, no sólo para hacer caer al gobierno de Barnier, sino en primer lugar para rechazar ese presupuesto de fuerte sesgo antisocial.
En el discurso presidencial Macron agradeció a Barnier “por estar a la altura del momento, mientras que otros no lo estuvieron”. Macron lamentó que el gobierno de Barnier haya sido censurado porque la extrema derecha y la izquierda se unieron, en lo que calificó como de “frente antirepublicano”, y los acusó de irresponsables a pocos días de las fiestas de navidad. En el razonamiento del presidente Macron los que votan contra las políticas oficialistas son antidemocráticos, y las únicas políticas legítimas y republicanas serían las neoliberales que él mismo promueve.
Pero Macron fue más allá en la explicación del comportamiento de la oposición y sostuvo que los diputados que votaron la moción de censura lo hicieron porque quieren precipitar la elección presidencial. Fue entonces cuando declaró que él ha sido votado para ser presidente por un período de cinco años y que va a llegar hasta el último día de su mandato.
Una de las frases más curiosas que dejó la alocución presidencial fue el anuncio de que “nombraré un nuevo primer ministro en los próximos días que gobernará en nombre del bienestar general”, como si fuera posible en democracia que un gobierno no gobernara menos formalmente en nombre del bienestar común.
Finalmente el presidente galo realizó unas comparaciones entre la reconstrucción de la catedral de Notre Dame que viene de culminar (la catedral se incendió hace cinco años), con el país, el cual podía tomar el ejemplo de la magna obra para aplicar ese mismo espíritu para trabajar por Francia.
En síntesis Macron habló para decir muy poco, casi nada. Podría haberse evitado trámite. Mejor hubiera esperado a tener algo que anunciar a los franceses. No se entiende cuál era la razón de su apuro por hablar. Mélenchon calificó al discurso de Macron como “bavardage pretencioso”, que significa hablar mucho y sin sustancia, “donde dio lecciones de moral a todo el mundo” y no asumió ninguna responsabilidad, casi como si fuera un comentarista o analista de política y no el jefe del Estado.
La sensación que deja el discurso presidencial es que no obstante la moción de censura y caída del gobierno de Barnier, Macron intentará por todos los medios la continuidad de sus políticas.
Mientras tanto este mismo jueves 5 de diciembre en Francia, se vivió una jornada de huelga y movilización convocada por la plataforma intersindical que movilizó doscientos mil docentes y funcionarios públicos que protestaron contra la “degradación de las condiciones de trabajo y remuneración”, de los cuales treinta mil se manifestaron en París según la CGT. En las protestas se pudieron ver numerosas pancartas con la frase “Macron dimisión”. Lo que motivó la huelga fue que el presupuesto de Barnier preveía aumentar de uno a tres los días de salarios impagos para los trabajadores que no asistieran a sus puestos de trabajo por causas médicas.
Por otra parte para el miércoles 11 de diciembre el sindicato de los ferroviarios anunció una huelga “reconductible e ilimitada” contra el desmantelamiento del sistema ferroviario de transporte de mercaderías Fret SNCF.
En las calles, lejos de las preocupaciones del inquilino del palacio del Elíseo, va ganando fuerza la idea de que la renuncia de Macron sería el comienzo del fin de las políticas de recortes de derechos sociales y privatizaciones de servicios públicos. En 2018 en Francia estalló el movimiento de los chalecos amarillos. Se trató de una ola de protestas espontáneas de carácter transversal, que se inició como reclamo contra el aumento del precio de los combustibles, que rápidamente se extendió por todo el país, y que evolucionó hacia otras exigencias como la de “Macron dimisión”. Hoy el mismo fantasma que inquietó al presidente francés al comienzo de su primer mandato podría revivir. Pero esta vez si se desata la tempestad popular la fragilidad política de Macron lo haría mucho más vulnerable que en 2018.
Fuente: Página12