Israel no descarta una solución diplomática con Hezbolá y advierte que es pronto para la guerra total

ISRAEL Jana Beris*
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El cruento incidente del sábado último en el que 12 niños de entre 10 y 16 año murieron en un ataque de Hezbolá a Israel, podría convertirse en un parte aguas que cambie el curso de los acontecimientos, de por sí complejos, de los últimos ya casi diez meses. Ahora, la gran pregunta es si esto llevará a la guerra de gran envergadura o «guerra total» que no pocos exigen, o si todo terminará en un redoblado intento por llegar a justamente lo contrario, una solución diplomática.

El Israel oficial recalca explícitamente que no podrá no reaccionar al ataque en el que un proyectil Falaq 1 de fabricación iraní, que está en posesión solamente de Hezbolá, impactó junto a una cancha de fútbol en la aldea drusa Majdel Shams en los Altos del Golán, mató al instante a los niños y dejó a otros 30 heridos, 6 de ellos de gravedad.

Pero en principio eso no significa automáticamente llegar al máximo punto de hervor.
 
«Hay grados en las respuestas y distintas opciones, e Israel puede elegir un camino que deje en claro que intensifica su reacción, pero sin llegar a desatar una guerra amplia», dice a El Debate el general (retirado) Amos Yadlin, ex jefe del Servicio de Inteligencia militar y director del centro de Investigación Mind Israel. Pero aclara: «Al mismo tiempo, debemos ser conscientes que quien decide si la reacción israelí desata o no una guerra, es Hezbolá».

 
El trasfondo es la ofensiva que lanzó contra territorio israelí la organización terrorista Hezbolá, brazo de Irán en Líbano, apenas Israel comenzó a bombardear blancos de Hamas en la Franja de Gaza en respuesta a la masacre del 7 de octubre en el sur del país.

Desde el 8 de octubre, Hezbolá dispara diariamente hacia Israel y su jefe Hassan Nasrallah ha recalcado que no habrá alto el fuego en tanto Israel no deje de atacar a Hamás. Eso ha cobrado 42 víctimas mortales en Israel, la evacuación de unas 80.000 personas de sus casas y muy serios daños materiales en las principales ciudades y pueblos fronterizos.

Israel responde con fuerza a los ataques de Hezbolá, le ha eliminado ya a casi 400 de sus hombres, entre ellos varias decenas de sus oficiales de alto rango y la mitad de toda su comandancia en el sur libanés. Esto, además de sendos ataques a sus infraestructuras armadas.

Pero está claro que más que nada, Israel responde al ritmo determinado por Hezbolá. Y esa es la razón principal de las críticas a la política seguida por el gobierno de Biniamin Netanyahu, que ha lanzado numerosas amenazas y formulado declaraciones muy duras, pero no ha lanzado contra Hezbolá el ataque que muchos aquí consideran se merece. Asimismo, tampoco ha hecho pagar al estado libanés el precio del hecho que desde su territorio se ataca diariamente a Israel.

El ya citado Amos Yadlin considera que después de lo ocurrido en Majdel Shams, es imperioso asestar ahora un duro golpe a Hezbolá. Pero, al mismo tiempo, ve las ventajas de una posible solución diplomática, siempre y cuando se logre elaborar mecanismos de control y seguridad que garanticen que esta vez Hezbolá cumpla lo pactado.

Cuando en el 2006 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1701 que ponía fin a la guerra entre Israel y Hezbolá y determinaba que la organización no podía tener ninguna presencia armada al sur del río Litani, cerca de Israel, la esperanza era que eso fuera la antesala de una época tranquila. Pero Hezbolá nunca cumplió aquella resolución y bajo el disfraz de técnicos agrícolas y cosas similares, no sólo permaneció en el sur de Líbano sino que multiplicó su poderío militar y llenó la zona de cohetes escondidos en las aldeas chiitas entre los civiles.

«Es un problema negociar ahora un acuerdo, lo cual siempre requiere concesiones, para obligar a Hezbolá a cumplir lo que nunca cumplió desde el 2006», dice a este diario Asaf Orion, experto en la arena norte del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional INSS. Consciente de las distintas aristas del conflicto con Hezbolá, Orion sostiene que «una solución diplomática puede ayudar a frenar los combates, pero no elimina la amenaza que pende sobre Israel desde Líbano, con todo lo que tiene allí Hezbolá, armado por Irán».

Y recalca que «desde el 7 de octubre, no me parece que Israel acepte una situación en la que tiene en su frontera una amenaza de envergadura hacia su territorio».

Sarit Zehavi, Teniente Coronel retirada, fundadora y presidente del centro de investigación Alma, especializado en la arena norte –ella misma residente en la zona– recalca que «la puerta está abierta hace diez meses a una solución diplomática, pero no se puede seguir así». Sostiene que «hay que poner límites de tiempo a las cosas y eso no lo han hecho».

Al preguntarle El Debate si una solución diplomática no es una mera postergación de un conflicto mayor, algo que da tiempo a Hezbolá a seguir fortaleciéndose para atacar en un futuro, responde categóricamente: «Estoy totalmente de acuerdo con dicha apreciación. Hay que ponerle un ultimátum a Hezbolá para que se desarme en el sur del Líbano».

Zehavi no suena esperanzada respecto a las bonanzas de una opción diplomática porque no confía en Hezbolá. Pero aclara: « Al mismo tiempo hay que recordar que una guerra general , amplia, no es un paseo. Cada opción que se tome, cada camino que se emprenda, tiene su precio».

El problema central, probablemente, es que quien toma las decisiones en Jerusalén piensa con una mentalidad, y quien las toma en la Dahia, la central chiita en Beirut, con otra muy distinta.

«Yo creo que es un craso error seguir conteniéndose, porque en este vecindario, eso se interpreta siempre como gran debilidad», dice a este diario el Profesor Uzi Rabi, director del Centro Dayan de investigación del Medio Oriente y África en la universidad de Tel Aviv. «El golpe lo debe sentir también el estado libanés, porque debe quedar claro que un país que cobija a terroristas y permite que desde su territorio se ataque a otro país, debe saber que su población sufrirá las consecuencias».

Rabi tiene la clara impresión de que Israel no tiene interés en una respuesta que conduzca a una guerra. Al comentársele que en un comunicado emitido por la Cancillería israelí esta semana se dice explícitamente que «éste es el último minuto para una solución diplomática que imponga lo necesario a Hezbolá», sostiene que a su criterio, sería un gran error. «Pero esto se debe a la presión de Estados Unidos, es indudable, que desde un comienzo aclaró que no quiere una guerra total».

*Par El Debate

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