


Doctrina de guerra prolongada, la estrategia chavista frente a EEUU
MUNDO
AGENCIA INTERNACIONAL DE NOTICIAS


Cuando inicia la invasión del Imperio japonés a China en 1937, con el incidente del puente Marco Polo, el presidente del Secretariado de la Comisión Militar del Partido Comunista Chino (PCCh) Mao Zedong, escribe una serie de textos en donde expresa cómo se debía combatir la invasión del Imperio japonés, la cual nombró “doctrina de guerra prolongada”.


¿Qué es la doctrina de guerra prolongada?
Consiste en un conjunto sistemático de principios, fundamentos, métodos y criterios de cómo organizar, preparar y emplear la lucha armada en contra de la invasión japonesa. Es decir, la doctrina de guerra prolongada de Mao orientaba a los combatientes del Partido Comunista a enfrentar el poderío militar japonés, aprovechando las ventajas demográficas, geográficas, políticas y sociales de China, a su vez combinándolas con estrategia y táctica militar no convencional.
Asimismo, la guerra prolongada toma como enfoque de acción principal “la guerra de guerrillas”, para luego integrar “la guerra de maniobras” o “guerra convencional” como línea estratégica accesoria que, con el paso del tiempo, logrará mantener el control territorial efectivo del país.
Del mismo modo, la doctrina no prevé una victoria inmediata, aunque no la descarta, supone una lucha que se extenderá durante mucho tiempo, generando un desgaste de la fuerza invasora, además de no estar enfocada solo a lo militar. Para Mao Zedong, la guerra prolongada es un medio para construir la fuerza política suficiente, que a su vez pueda combatir en otros frentes al enemigo; en otras palabras, la guerra no se gana solamente con la conquista del terreno.
Por tanto, la combinación de los frentes de batalla que integran lo político, social, institucional y militar hace de la intervención un problema que va más allá del teatro de operaciones, generando el desgaste de los intereses y del propósito político como iniciador de la acción militar.
Por último, Mao se refiere a la relación táctica del enemigo; es decir, las fortalezas y debilidades no son absolutas. Por consiguiente, estas se emplean y se adaptan a las circunstancias en el terreno, tiempo, moral, cultura y progreso que, aprovechando las medidas cambiantes de la guerra, puedan generar una serie de victorias a largo plazo y el deterioro de la fuerza invasora.
La resistencia revolucionaria chavista
El chavismo ha adoptado parte de la doctrina de guerra prolongada dentro de sus estrategias de defensa, agregando la experiencia efectiva de la extrema izquierda venezolana, referentes a la infiltración social, instituciones y la utilización de grupos criminales direccionados a un propósito político.
Por consiguiente, la posible respuesta de las fuerzas chavistas puede ser variada, debido a que estas posibilidades se ajustan a tres realidades: militar, social y política, que abarcan geográficamente un impacto que va más allá de la territorialidad venezolana. Del mismo modo, aunque la guerra tiene un fin político, este también sirve para el objetivo bélico.
De esta manera, la resistencia chavista accionaría en tres etapas, las cuales son: la retirada y defensa estratégica, el equilibrio estratégico y la contraofensiva estratégica, mediante pasos relacionados con la relatividad táctica y la adaptación circunstancial de los medios.
Por tanto, como primera etapa, evitará choques directos, para luego realizar una retirada estratégica. Al mismo tiempo, fortalecería la organización, la movilización y el apresto operacional de la región militar territorial de mayor interés, tomando en cuenta su geografía, recursos naturales de fácil explotación y una población vulnerable económicamente, que simultáneamente pueda estar acostumbrada al control directo de grupos criminales, pero aprovechando la administración política y el acceso de servicios sin desplazar al Estado.
Como segunda etapa, la resistencia chavista accionaría dando golpes selectivos, pero estos sin materializar daños relevantes que puedan causar una movilización militar aplastante del enemigo. En otras palabras, la fuerza no será utilizada para el dominio total del territorio; basta con el reconocimiento social como autoridad indirecta que, a su vez, permitirá convenientemente la presencia del Estado para que este genere el progreso de la infraestructura necesaria y el mantenimiento de los servicios a la población.
Como tercera y última, la superioridad política por medio del reconocimiento internacional, la presión de aliados internacionales, la creación de un bloque anti-intervención, sumado a la internacionalización regional del conflicto que, a través del uso de la política genere un segundo frente necesario.
Para ello, la acción de la delincuencia organizada (guerrillas, comandos de favelas, narcotraficantes) como factor de desestabilización, con el fin de generar una reacción política, es fundamental a la estrategia a seguir. En otras palabras, generar una situación de inestabilidad y ausencia del Estado traería como consecuencia la reacción política positiva, mediante los partidos políticos afines a la causa chavista que, a su vez, puedan crear una matriz de opinión negativa de los gobiernos.
Como conclusión, el sistema político-militar del chavismo está diseñado para una victoria a largo plazo, sin descartar el enfrentamiento armado como fundamento e importancia de la legitimidad política por medio de las armas, al mismo tiempo utilizando la movilidad estratégica y táctica, combinando los elementos militares, políticos y sociales.
De esta manera, mediante la acción indirecta y la resistencia político-militar a largo plazo, el chavismo planea la permanencia o regreso al poder político venezolano, esperando como resultado la derrota política de EEUU como potencia, sin descartar a futuro una negociación de intereses que pueda cambiar la situación política actual y la continuidad política del socialismo del siglo XXI.
Fuente: PanamPost






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