El bajo de Guns N’ Roses, la mentira de la «protección» industrial y sustitución de importaciones

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El modelo de sustitución de importaciones —que busca promover artificialmente ciertos productos nacionales encareciendo los bienes extranjeros mediante restricciones arancelarias— genera un perjuicio amplio y descentralizado, mientras beneficia a pequeños grupos organizados con capacidad de presión política. En Argentina, uno de los sectores afectados ha sido el de los músicos que trabajan de forma independiente o fuera del circuito de grandes espectáculos, quienes enfrentan mayores costos y menos alternativas a causa de este sistema, históricamente fallido. 

Si una persona de módicos ingresos sin la posibilidad de viajar al exterior deseaba en este rincón del mundo quería comprar, por ejemplo, un bajo o una guitarra, tenía dos opciones: productos locales de mediocre calidad o variantes chinas que se consiguen muy baratas en otros países, pero aquí aparecían a precios supuestamente razonables, si se las comparaba con los inaccesibles valores de los instrumentos de primera línea.

Detrás de la protección siempre estuvo la excusa teórica de «la industria incipiente». Esa idea de que es necesario proteger, al menos por un tiempo, a una empresa como si fuese un pequeño árbol, al que se le ata un palito para que crezca derecho y robusto. La historia demostró que los empresarios protegidos nunca se pusieron a tiro del mundo y se dedicaron a lucrar por el tiempo que pudieron, a costa de una clientela cautiva.

Sin buscarlo, una luthier de Tandil, además de cumplir un sueño personal, derrumbó una teoría que ya estuvo vigente durante demasiadas décadas en el país: la idea que es necesaria la protección gubernamental, para hacer algo de un nivel que pueda competir con las variantes extranjeras. Es que, detrás de las ideas proteccionistas reza el mentiroso dogma que dice: «Si se abren las importaciones sin aranceles, se fundirán todos los productores locales». En realidad, quienes se fundan serán los que no puedan abastecer algo a los consumidores, que puedan elegir en libertad.

La tandilense Guadalupe (en redes @guadaluthier) es fan de Guns N’ Roses y de su bajista, Duff McKagan. Al dedicarse a la luthería, la seguidora de la banda de Axl Rose y Slash pudo imaginar (y producir) un regalo/homenaje más allá de lo que pueden ofrecer los tradicionales groopies de las bandas de rock. Se propuso, en medio de la pandemia, diseñar y construir un bajo para uno de sus artistas predilectos. En sus redes sociales compartió el paso a paso del proyecto.

Desde los Estados Unidos, la esposa de McKagan vio los videos de la argentina Guada y se comprometió con ella a que su marido recibiría el instrumento construido y diseñado con tanta dedicación. La apuesta era ambiciosa. El bajista de Guns N’ Roses es muy tradicional con su equipamiento y sonido, pero la argentina osada se animó a ponerle como pastilla trasera un micrófono Seymour Duncan, para que juegue con el tradicional doble del Precision del Fender (en su nueva versión, hecho por «Guada») de McKagan.

La promesa se cumplió y el músico recibió el instrumento en el marco de una presentación (todavía en pandemia) de la gira norteamericana ese año, cuando en el mundo volvían a realizarse espectáculos públicos. La tandilense, que había dejado el instrumento donde le había indicado la esposa del músico, se prestaba a ver el concierto, cuando se llevó la sorpresa de su vida: Duff McKagan estaba tocando con el bajo que ella diseñó y construyó con sus propias manos.

Lo que ‘Guada’ no había visto es que el músico se sorprendió gratamente con lo que recibió y decidió estrenarlo en su prueba de sonido. El resto de la banda no notó nada particular, pero el asistente de sonido, que acompañó a Duff desde los primeros años sí percibió una novedad. «¿Qué es ese bajo?», le preguntó. «Es un regalo que diseñó una fan de Argentina», le respondió. El experimentado asistente, que conoce a la perfección el sonido de todos los instrumentos de McKagan, le dijo: «Puede que este sea tu mejor sonido para el bajo» y esa afirmación parece haberse plasmado en la realidad.

Más allá de la anécdota personal y del viaje inolvidable, el bajo de Guada hizo más que cumplir un sueño. Se salteó todas las restricciones gubernamentales, para llegar a disputarse un puesto con los mejores Fender del mundo. Con dedicación y calidad, esta joven bonaerense demostró que sí se puede competir de igual a igual. Quienes prefieren evitar una contienda parecida son los «empresaurios» prebendarios, que saben que producen bienes y servicios de baja calidad, que no serían nunca elegidos en un marco de libre competencia.

Si una persona desde el taller de su casa puede diseñar y fabricar un instrumento que sea de la preferencia de un músico que tiene a su disposición todo el arsenal del mercado internacional, bien se puede producir con calidad en el territorio nacional, sin apelar a la protección gubernamental. Claro que, para eso, la sociedad y el acuerdo tiene que ser con los consumidores y no con los políticos.

Fuente: PanamPost

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