


Tras 20 años de gobierno de izquierda, Bolivia está a punto de dar un giro hacia la derecha
MUNDO



Cuando Rodrigo Paz llegó a su último acto de campaña en El Alto, la extensa ciudad situada en una meseta que domina la capital boliviana, La Paz, la multitud llevaba horas bajo el sol abrasador. Por suerte, había acudido preparada con cajas de cerveza y un picnic a base de papas. “Los pueblos indígenas somos mayoría y volveremos a ganar”, grita un hombre bien alimentado, lo que provoca que todos los presentes entonen el grito de victoria aimara: “¡Jallalla!“.
Durante 20 años, los habitantes de las tierras altas bolivianas han votado al Movimiento al Socialismo (MAS). Pero eso se ha acabado. En agosto respaldaron a Rodrigo Paz, un senador centrista, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Se enfrentará a Jorge Quiroga, un ex presidente conservador, en la segunda vuelta este 19 de octubre. Mientras tanto, el MAS recibió tan pocos votos que casi perdió su estatus legal. Eso significa que Bolivia seguramente dará un giro a la derecha y liberalizará su economía. Lo que aún no está claro es cuánto cambiará Bolivia o cómo se podrá arreglar el desastre económico que deja el MAS.


A principios de 2023, el banco central se quedó prácticamente sin dólares. Los bolivianos ya no pueden acceder libremente a las divisas estadounidenses que tienen ahorradas. En el mercado negro, los dólares se venden a casi el doble del tipo de cambio oficial. El Gobierno vende oro para pagar las importaciones de combustible, pero la escasez sigue siendo constante. La inflación se ha disparado, alcanzando el 18% en el año hasta septiembre. Tras 11 años consecutivos de déficit, la deuda pública asciende ahora al 92% del PIB.
Mientras la economía se quemaba, el actual presidente Luis Arce y el ex presidente Evo Morales, un carismático izquierdista que dirigió Bolivia de 2006 a 2019, lucharon por liderar el MAS en estas elecciones. Cuando las encuestas mostraron que solo el 2% de los votantes tenía intención de votar por Arce, este retiró su candidatura. Y cuando una sentencia judicial impidió a Morales presentarse, este pidió a los votantes que invalidaran sus papeletas. Alrededor del 20% lo hizo.
Pero muchos más respaldaron a Paz, que pasó de menos del 10% en las encuestas a obtener el 32% de los votos en la primera vuelta. Paz, de 58 años, es hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora y lleva décadas en la política. Pero su compañero de fórmula, Edman Lara, es un outsider franco que se convirtió en un héroe popular después de ser despedido de la policía por denunciar la corrupción en unos videos virales de TikTok. Juntos recorrieron el país prometiendo una nueva política —ni la del MAS ni la de su oposición establecida— y un “capitalismo para todos”, que protegería los programas sociales del MAS al tiempo que liberalizaría la economía y combatiría la corrupción. Funcionó, especialmente en las tierras altas, donde obtuvieron casi el 50% de los votos.
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Quiroga, de 65 años, representa a esa oposición establecida. Ex vicepresidente, ocupó brevemente la presidencia en 2001 después de que su jefe dimitiera. Esta es su cuarta tentativa de ser elegido. Quiroga describe el reinado del MAS como “20 años perdidos” y promete un cambio radical. Su apoyo es más fuerte en el centro agroindustrial de Santa Cruz, el departamento más poblado y económicamente dinámico de Bolivia, que se ha opuesto durante mucho tiempo al MAS.
Antes de la segunda vuelta, las encuestas dan a Quiroga una ventaja de entre cuatro y ocho puntos sobre Paz. Dado que las encuestas no acertaron el apoyo a Paz en la primera vuelta, muchos se muestran escépticos. “Aquí en El Alto, se cree ampliamente que las encuestas están manipuladas a favor de Quiroga”, afirma Pablo Mamani, sociólogo aimara.
Quienquiera que gane tendrá que sacar a Bolivia de la crisis económica. Lo primero en la agenda es obtener dólares y mantener el flujo de importaciones de combustible, o su gobierno podría tener una vida efímera. Quiroga ha dicho que acudirá directamente al FMI para solicitar un préstamo. Paz afirma que no será necesario un préstamo después de que su gobierno reduzca la corrupción y restaure la confianza, lo que animará a la gente a sacar los dólares de debajo del colchón. No obstante, ambos ya han viajado a Washington para iniciar las conversaciones.
Con o sin el FMI, Bolivia necesitará grandes cambios, en particular en sus subsidios al combustible, que costaron 2000 millones de dólares en 2024, casi el 4% del PIB. Se necesitará mucho más para reducir el déficit fiscal de más del 10% del PIB. Los ministerios inflados y las empresas estatales deficitarias estarán en la mira. Impulsar las exportaciones agroindustriales podría atraer los dólares que tanto se necesitan. Las reformas podrían atraer a inversores extranjeros a los sectores minero, petrolero y gasístico. Pero será necesario reconstruir un sistema judicial independiente tras años de abusos por parte del MAS. En algún momento, habrá que flexibilizar el tipo de cambio fijo.
¿Qué tolerarán los bolivianos? En 2010, cuando Morales intentó eliminar los subsidios a los combustibles, las protestas le obligaron a dar marcha atrás. Ahora la gente comprende la necesidad de un cambio. Pero el próximo presidente se enfrenta a un dilema: si actúa con demasiada lentitud, desperdiciará su capital político mientras la economía se degrada; si actúa con demasiada rapidez, Bolivia entrará en una espiral de recesión. Para los votantes de ambos, Paz y Quiroga encarnan estos riesgos. “Ese es el debate”, afirma Daniel Agramont, economista. “¿Gradualidad o choque?“.
con informacion de INFOBAE.







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