Meloni y Sánchez: diferentes formas de entender el rumbo peligroso de la «flotilla» de Gaza

Es «peligroso», «gratuito», una «irresponsabilidad». Supone asumir «un riesgo innecesario» y toda esa ayuda «podría haberla entregado Italia en pocas horas.» Georgia Meloni se refirió de este modo a la flotilla que surca aguas del Mediterráneo con el objetivo declarado, pero imposible, de abrir un pasillo humanitario en alta mar para alcanzar la franja de Gaza.

El Gobierno italiano se ha visto obligado a enviar una fragata para proteger a los activistas y diputados de la oposición que se han embarcado en una utopía que, a juicio de la primer ministro, como pide Meloni que se refieran a ella, para lo único que sirve es para «crear problemas al Gobierno».

La presidenta de Fratellí apeló a la responsabilidad «de los líderes de los partidos de la oposición que tienen a sus parlamentarios a bordo de estos barcos porque quiero respuestas serias… No estamos jugando a la petanca, estamos hablando de una guerra», insistió.

El malestar de Meloni con esta iniciativa que pretende desafiar a Israel, que ya ha avisado que no pasarán y les ha ofrecido recibir la mercancía y hacer entrega de esta en la Franja, contrasta con el entusiasmo de Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, seducido por la presión de Podemos, Sumar y otros socios, además de por lo funcional que le resulta la causa Palestina/Hamás en España, se expresó en otros términos al anunciar el envió del buque Furor P-46 que anoche tenía previsto zarpar de Cartagena.

«El Gobierno de España exige que se cumpla la ley internacional y se respete el derecho de nuestros ciudadanos a navegar por el Mediterráneo en condiciones de seguridad. Por eso, mañana mismo (por el jueves) zarpará desde la base de Cartagena un buque de acción marítima equipado con todos los medios por si fuera necesario asistir a la flotilla o realizar algún rescate».

Sánchez, a diferencia de Meloni, no parece tomar conciencia del peligro que corren las embarcaciones y de la temeridad que supone esa «aventura» más cerca de la frivolidad y de la tragedia que de un verdadero salvavidas humanitario.

Hasta ahora no se han registrado incidentes de importancia. Más bien anécdotas ridículas de idas y vueltas de barcos como el de Ada Colau o el enojo de Greta Thunberg que renunció a liderar la expedición y se mudó a otro barco por diferencias con sus compañeros. Pero Algunas embarcaciones se han quejado del supuesto acoso de Israel por lanzar «granadas aturdidoras» que al detonar producen un destello de luz cegador y un sonido ensordecedor de alta intensidad. Las otras protestas apuntan a la presencia de drones sobre los veleros que todavía están a muchas millas de la costa de Gaza.

Los intentos de disuadir a esta caravana marina, por el riesgo que entraña, han sido infructuosos. Los que lo han intentado, Meloni y el Gobierno de Netanyahu, han advertido de la gravedad y de las posibles consecuencias (letales) si siguen adelante. Sánchez, por el contrario, no ha pronunciado una palabra en contra de la travesía de Global Sumud, que podría terminar en desgracia.

El director general de Exteriores de Isrel, Eden Bar Tal, advirtió ayer mismo que ningún barco entrará en la Franja, a la que calificó de «zona de combate activa».

Meloni trató de convencer a los coordinadores de la flotilla para que atraquen en Chipre donde el Gobierno se ocuparía de entregar la ayuda al Patriarcado de Jerusalén que a su vez se la haría llegar a los gazatíes. Sólo encontró la negativa por respuesta.

Israel ofreció un puerto seguro en Ashkelon, a poca distancia de Gaza y se comprometió a entregar (previa revisión como es natural) las cerca de 250 toneladas de ayuda, pero la flotilla lo rechazó pese a saber que por mar jamás llegará a destino.

El Ejército y el Gobierno de Netanyahu no se cansan de repetir que no permitirán que penetre en sus aguas un sólo barco y de intentarlo lo considerarán un «acto hostil». Dicho de otro modo, que se convertirán en objetivo militar.

*Para El Debate