





Por Jorge Palos


La reciente decisión de Emmanuel Macron de reconocer oficialmente al Estado de Palestina no es simplemente un acto diplomático; encierra implicaciones profundas y complejas. Si bien es cierto que Macron busca alinearse con sus compromisos históricos hacia una paz justa en Oriente Medio, esta medida también pone a Francia ante un dilema significativo y, potencialmente, peligroso.
Francia, a lo largo de su historia reciente, ha sufrido serias repercusiones por sus posturas en la política internacional, incluida la violencia terrorista que ha sacudido su territorio. El reconocimiento de Palestina, por tanto, no debe ser visto únicamente como un gesto de solidaridad, sino también como una jugada arriesgada que podría intensificar tensiones tanto dentro como fuera de sus fronteras. El tiempo será el único testigo de si Macron ha cometido un error grave en la búsqueda de un equilibrio en este volátil contexto.
Al expresar su deseo de "finalmente construir el Estado de Palestina", Macron aborda una de las cuestiones más desafiantes del conflicto israelo-palestino. Sin embargo, sus comentarios sobre la necesidad de desmilitarizar a Hamas son cruciales. Este punto subraya la realidad de que la paz no solo exige el reconocimiento de derechos, sino también un compromiso sólido por parte de todos los actores involucrados. La promoción de la seguridad para Israel debe ir de la mano con la viabilidad del Estado palestino.
Además, el contexto internacional al que Macron se enfrenta es complejo. La organización de una conferencia en Nueva York por parte de Francia y Arabia Saudí demuestra un esfuerzo por reiniciar el diálogo sobre la solución de dos Estados. Sin embargo, hay una responsabilidad compartida: tanto los líderes europeos como los árabes deben asegurarse de que su diplomacia no sea simplemente un ejercicio de retórica, sino que se traduzca en acciones que garanticen la estabilidad en la región.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, ha celebrado el movimiento de Macron, alineándose con aquellos que abogan por una respuesta colectiva a la amenaza que representa la postura del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hacia los palestinos. Es un claro indicativo de cómo el reconocimiento de Palestina está siendo reinterpretado en función de las realidades políticas europeas contemporáneas.
Al final, tanto los líderes europeos como los ciudadanos deben preguntarse: ¿está esta decisión realmente alineada con los deseos del pueblo francés por la paz en Oriente Próximo? La ambición por la paz es una cuestión noble, pero debe ir acompañada de un enfoque pragmático que no solo reconozca el derecho a la autodeterminación de los palestinos, sino que también salvaguarde la seguridad de Israel. En este laberinto político, la cautela será la mejor aliada para evitar nuevos conflictos en un futuro ya incierto.
