Voto joven, vivienda imposible y el efecto del apagón: los factores decisivos de las elecciones portuguesas

MUNDO Hugo Marugán*
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Portugal vuelve a las urnas este domingo por cuarta vez en apenas cinco años y medio. Una vez más, el país vota tras una crisis política, con un Parlamento disuelto, un Gobierno en funciones y una ciudadanía que, entre la apatía y la frustración, observa cómo los grandes problemas se acumulan sin solución a la vista. En medio de una campaña marcada por los reproches entre los dos grandes bloques —el Partido Socialista (PS) y el Partido Socialdemócrata (PSD)—, hay algunos elementos que podrían terminar siendo decisivos: el voto de una juventud precarizada, una crisis de vivienda que se ha convertido en asfixia social, la sanidad pública al borde del colapso, y, en los últimos días, el desconcertante efecto de un apagón que puso a prueba al Gobierno en funciones.

Todo esto en un contexto en el que los portugueses ya no creen que los partidos tradicionales tengan las respuestas, y donde la alternativa de Chega! sigue ganando espacio a base de discursos duros contra la inmigración y promesas de orden, castigo y autoridad. Los sondeos apuntan a un Parlamento sin mayorías claras, en el que las alianzas (o la falta de ellas) volverán a ser protagonistas.

El voto joven es uno de los grandes interrogantes. Muchos de los que acuden este domingo por primera vez a las urnas han crecido entre crisis económicas, precariedad laboral y sueldos mínimos que no alcanzan para alquilar un piso. El salario mínimo está en 870 euros brutos al mes, mientras que los alquileres suben sin freno (7 % en el último año) y los precios de compra se han disparado más de un 13 %. Lisboa y Oporto son ahora territorios casi vedados para quien no tenga un respaldo familiar.

Mientras tanto, ni PS ni PSD han planteado medidas de ruptura en este frente. El PS habla de reforzar la vivienda pública y dar ayudas al alquiler; el PSD prefiere incentivos fiscales para la construcción privada y eliminar restricciones al alojamiento turístico. Nadie se atreve a tocar de lleno el modelo turístico que ha encarecido el acceso a la vivienda. Así, el problema sigue ahí, con unos jóvenes que no pueden independizarse, ante lo que muchos optan por emigrar.

El apagón que sacudió la campaña
El sorpresivo apagón que dejó a oscuras Portugal, el sur de Francia y España llegó justo cuando arrancaba la campaña electoral. Lo que parecía un incidente técnico (provocado por un fallo en la interconexión eléctrica europea) se convirtió en un nuevo punto de fricción política. La gestión del suceso, especialmente en lo que respecta a la comunicación del Gobierno, fue duramente criticada por la oposición y generó un clima de desconfianza.

Durante horas, no hubo alertas claras, ni mensajes tranquilizadores, ni coordinación visible. La televisión quedó fuera de juego, y el Gobierno tardó más de cinco horas en enviar un SMS oficial. Para muchos, fue un reflejo de lo que no funciona cuando el país necesita respuestas inmediatas. En un debate televisivo, Pedro Nuno Santos —el candidato socialista— admitió errores. Luís Montenegro, del PSD, defendió que hicieron lo que pudieron.

El colapso de la sanidad pública también ha estado muy presente. Historias como la de 50 mujeres dando a luz en ambulancias el año pasado se han convertido en símbolo de un sistema sobrecargado, mal gestionado y sin recursos suficientes. El 16 % de los ciudadanos no tiene médico de cabecera, no tanto por falta de personal, sino por mala organización.

Frente a esta situación, el PSD apuesta por la semiprivatización de hospitales públicos, mientras que el PS insiste en fortalecer el sistema nacional de salud. Pero la percepción general es que los discursos no alcanzan y la ciudadanía siente que el sistema se desmorona.

Y como ya es habitual en la política portuguesa, la corrupción vuelve a aparecer como telón de fondo. Esta vez, con una empresa vinculada a la familia del propio Montenegro bajo el foco. La derecha insiste en endurecer la represión, mientras la izquierda propone agilizar los procesos judiciales y regular el lobby. Y entre tanto, Chega! vuelve a pescar en río revuelto.

En paralelo, la inmigración ha entrado de lleno en campaña, empujada por el discurso de Chega! pero también asumida por el resto de partidos. Portugal ha pasado de ser ejemplo de apertura a hablar de controles y regulación, ante un aumento de población inmigrante que ya representa el 15 % del total. Todos los grandes partidos han propuesto limitar la regularización por «manifestación de interés», la vía que durante años permitió asentarse a miles de personas en situación irregular.

Con una economía que crece pero no se siente, con promesas repetidas de trenes de alta velocidad y nuevos aeropuertos, y con una inflación que sigue golpeando los bolsillos, Portugal llega al 18 de mayo sin certezas. Ni el PS ni el PSD parecen en condiciones de gobernar en solitario, y los pactos se antojan inevitables.

  • Para El Debate
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