Cómo Bukele construyó su poder: narrativa, personaje y emoción

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“Quien domina el lenguaje, domina el relato. Y quien domina el relato, no necesita ganar elecciones para gobernar el sentido común.”

Nayib Bukele no solo ha transformado El Salvador en términos de seguridad y política, sino que ha redefinido la comunicación política en América Latina.

Con una aprobación de 83 %, según CID Gallup en enero de 2025, su éxito se explica más allá de las cifras y los hechos: está en cómo construyó su personaje político y el relato emocional que lo envuelve.

El arte de contar(se): narrativa política como estrategia
Desde el inicio, Bukele comprendió que no bastaba con gobernar: había que contar la historia del gobernante. Y esa historia debía ser emocional, poderosa y coherente.

La narrativa de Bukele parte de un mito fundacional: el outsider que desafía a los corruptos, que rompe con los partidos tradicionales y encarna la voluntad popular.

En esa historia él no es político, sino redentor. No administra, sino que salva. No gobierna desde el poder, sino desde la épica.

Esta narrativa se construye con:

Símbolos: la gorra hacia atrás, los tráilers cinematográficos.
Enemigos claros: pandillas, partidos tradicionales, ONGs críticas.

Estética emocional: discursos que apelan al abandono, a la lucha, a la redención. Y plasmado en videos de calidad cinematográfica.

El personaje Bukele: juventud, rebeldía y providencia
Bukele ha esculpido su personaje público con precisión quirúrgica. Joven, disruptivo, cercano, digital. Habla como los jóvenes, publica como influencer y decide como un estratega. La combinación es potente.

Pero además, ha tejido una imagen casi providencial: el elegido que aparece cuando más se necesita. Esa construcción simbólica lo eleva del plano político al emocional, incluso espiritual.

No se presenta como un líder institucional, sino como una figura histórica. No necesita un partido: él es el movimiento.

Emoción como herramienta de legitimación
Bukele no solo informa, emociona. No solo presenta hechos: presenta batallas. En su relato, cada política es un acto heroico, cada crítica una conspiración, cada resultado un milagro.

Las emociones que moviliza son:

Miedo al crimen.
Esperanza de orden.
Orgullo
Rabia contra la élite.
Y sobre todo: agradecimiento.
Ese vínculo emocional ha creado un contrato afectivo con la ciudadanía: mientras sientan que los cuida, lo seguirán apoyando, incluso si rompe normas institucionales.

Conclusión: el poder de narrarse
Nayib Bukele es el ejemplo más contundente en América Latina del poder del relato en la política contemporánea.

Más allá de sus políticas, su hegemonía se explica por cómo cuenta lo que hace y cómo se cuenta a sí mismo.

En tiempos donde la razón cede ante la emoción, su éxito nos obliga a repensar el rol de la narrativa y el personaje en la construcción del poder. Y a preguntarnos si estamos presenciando una evolución de la democracia o su reescritura simbólica.

Fuente: PanamPost

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