
Las reflexiones autorreferenciales de un periodista oficialista argentino, pero periodista al fin
MUNDO



El pasado día lunes, otra jornada movida para la política argentina, yo lo comencé con una entrevista radial con Ernesto Tenembaum. Para mí, son las más divertidas, porque el interlocutor busca todos los flancos posibles para “entrarle” a quienes defendemos la gestión de Javier Milei. Como estoy convencido de mi respaldo (y tengo los argumentos para hacerlo), mientras más hostil el entrevistador, más divertido e interesante el ejercicio intelectual. Las charlas con los periodistas que me dejan decir de todo, sin obligarme al estado de alerta, llevándome al borde de la silla y a la atención máxima, me parecen un bostezo.


Lo único malo de estos intercambios con Ernesto (y sus compañeros de panel) es la cantidad de ventanas abiertas con sus dardos multilaterales, que me resulta imposible atajarlos y devolverlos a todos. Mucho menos contraatacar. Por lo tanto, en tiempo real, debo hacer un relevamiento mental para elegir cuál es el más importante para tomar, muchas veces, aceptando recibir las heridas de algunos no considerados como prioritarios. Luego de las entrevistas comienza la tortura de recordar todas las cosas que quise decir, aclarar y responder y no tuve oportunidad.
Uno de los que dejé pasar ayer, para responder asuntos, a mí parecer, más importantes, fue la reflexión del periodista sobre mi defensa a Milei incondicional, a quien él tacha supuestamente de “mi líder”. Incluso, quizá esta apreciación suya haya sido sin mala intención, porque el mismo Tenembaum me felicitaba de manera simultánea por mi defensa solvente a sus “ataques” (en el buen sentido periodístico).
Mi respuesta a su interrogante, de haber tenido el tiempo y en un ámbito absolutamente conceptual, es que Javier Milei no es “mi líder”. Ni siquiera me consideré nunca “mileíista”. Yo soy liberal libertario y, como comunicador, me encuentro ante la particular situación de tener un referente político en la presidencia, el cual me representa en 95 %. Casi un milagro estadístico solo superado en un escenario donde yo llegue al sillón de Rivadavia, una situación imposible, por carecer de todos los atributos y virtudes necesarias para llevarlo a él, primero la fama y luego al poder. Me resultaría mucho más divertido, si viviéramos en un país un poco más civilizado, ser un “periodista opositor” y concentrarme en ese 5 %, lo que, además, sería un aporte interesante para la discusión libertaria. Sin embargo, como dicen los gringos, “I can’t afford that“.
¿Por qué? Porque del lado de la oposición no hay siquiera un grupo con ideas diferentes, críticas honestas o propuestas superadoras. Hay una banda delincuencial cuyo único objetivo es retomar el poder para reinstalar el modelo corporativo causante del absoluto desastre del que hoy se lucha por salir. Además, ni siquiera me ofrecen como ciudadano una coincidencia en ese 5 % aproximado, como para distanciarme del oficialismo.
Por lo tanto, ese gusto profesional quedará para algún escenario en la vejez, si en algún momento me lo puedo dar. Los pies sobre la tierra me indican (sin ningún lugar a dudas) que lo mejor para este país son dos mandatos consecutivos de Javier Milei en los cuales, al menos, para 2031, haya una nación donde primen los acuerdos libres y voluntarios, exista un Estado limitado, las provincias compitan y sean autosustentables, la economía sea abierta, con baja carga fiscal y no se estafe a la ciudadanía con la falsificación monetaria. Los escenarios políticos alternativos a esto no son poco menos favorables, sino absolutamente desoladores.
La entrevista con Jonatan Viale y un polémico corte
El debate sobre la afinidad de algunos periodistas con el presidente quedó en el centro del debate, cuando viralizó en las redes sociales un segmento filtrado de la entrevista de Milei con Jonatan Viale. Como vio todo el país, en determinado momento donde se hablaba sobre la asesoría legal del presidente por las denuncias del tema de la criptomoneda “Libra”, sus derechos como ciudadano y el eventual rol del ministro de Justicia, el principal asesor de Milei, Santiago Caputo, interrumpió la grabación para hacerle una aclaración técnica jurídica al mandatario.
Las acusaciones fueron predecibles. Cosas como “Milei acusa de ‘ensobrados’ a los periodistas kirchneristas, pero cuenta con sus comunicadores propios (sugiriendo también la existencia de prebendas para ellos)” o elucubraciones como inferir lo complicado judicialmente del tema de Libra y a raíz de ellom deben cortar las entrevistas amistosas para evitar mayores problemas con la justicia.
Ante esta sarta de rumores, es necesario aclarar algo: las entrevistas con periodistas afines no son nuevas ni un invento de este gobierno. Yo, en lo personal, las detesto. Sobre todo, porque tengo la garantía que no va a pasar nada interesante que no pueda ser reemplazado por un parte de prensa. Me parecen el mismo bostezo comentado con anterioridad, cuando un periodista me entrevista a mí y por su afinidad política e ideológica no busca meter el dedo en la llaga para hurgar sobre errores, contradicciones y puntos flojos.
Cuando asumió Milei y, sobre todo, luego del mini show en el Luna Park, muchas personas allegadas de los últimos años se enteraron que conocía en persona al presidente, con quien tenía un vínculo de afecto y cariño, además del eterno agradecimiento personal por haber puesto a las ideas de la libertad en el lugar donde están ahora. Esto fue una sorpresa para muchos, porque jamás busqué “chapear” ni le dije a nadie fuera de mi círculo más íntimo sobre esta cercanía.
No publiqué ni le pedí una selfie como hace la gran mayoría de quienes lo visitan, ya sea en la quinta de Olivos o la Casa Rosada. Detesto el cholulismo, tan presente sobre todo en los arribistas, los “amigos del campeón” buscando algo a cambio siempre y los traidores ante la primera de cambio. Cuando hay pequeños sacudones, incluso por errores propios no forzados, si uno mira con atención las redes ya percibe quienes están dispuestos a soltar la mano. Sin embargo, cuando la situación se tranquiliza vuelve la lealtad al “Javo”.
Mis colegas y la dirección del medio donde trabajo (y al cual estoy agradecido por brindarme el lugar para mi sustento) se enteraron el año pasado que podría pedirle una entrevista al presidente y, lógicamente, pensando en los intereses del portal, me pidieron hacerlo. ¿Cómo se tiene a un periodista en tu medio, el cual conoce y conversa con uno de los mandatario más famosos del mundo y no aproveche la cercanía para conseguir una nota? Es lógico. Con toda la delicadeza del mundo, y con la lógica preocupación que mi posición me cause un perjuicio, me negué a hacerlo. Por fortuna para mí sigo trabajando aquí. Ahora, si hubiese sido yo el propietario del medio, el cronista rebelde no habría tenido tanta suerte y ya estaría desempleado.
El motivo es simple: como me cansa cuando me tiran centros, como dije, con la mejor intención, me aburriría de tirarlos yo, queriendo por sobre todas las cosas un futuro fructífero para el gobierno. Entonces, me limito a escribir columnas de análisis y opinión justificando las virtudes del programa de gobierno, a pesar de lo divertido que también me resultaría enfrentar al mandatario con las pequeñas diferencias “nerds” entre ambos. Le preguntaría, por ejemplo, el porqué considera que cuando hay Estado de bienestar y salud pública no se pueden liberar las drogas. En lo personal, considero inexacta su conclusión sobre el problema que los otros son quienes más “pagan la cuenta”.
Como argumenté en un artículo, el mercado negro de drogas produce vastos daños por intoxicación (la mayoría de las muertes rotuladas como “sobredosis” son tal como los envenenamientos ocurridos con el alcohol prohibido durante ley seca) y, por ende, especulo, los gastos de la salud pública son mayores con la prohibición y con el veneno comprado hoy en las calles en el mercado negro. Dejando de lado la cuestión no menor que las peores drogas son hijas del fracasado “war on drugs“. Cuando había fumaderos de opio legales y la cocaína se compraba en la farmacia, no existía ni el paco ni la pasta base. Sin embargo, con respecto a este tema, al mantener la prohibición la ciudadanía contribuyente paga la peor cuenta como externalidad negativa: políticos, policías y jueces (afectando la vida de todos) corrompidos por el narco.
Cuando alguna noticia coyuntural me lleva a enojarme y a preocuparme por estas pequeñas diferencias (los liberales somos así, coincidimos en más del 90 % y nos matamos por el 10 %) y quiero ponerme más crítico, me acuerdo que enfrente está la mafia empobrecedora delincuencial y se me pasa todo automáticamente. Quienes usan sus pequeñas diferencias libertarias para atacar al presidente, lo sepan o no, lo único que hacen es darle la comidilla del día a los mafiosos estatistas, agazapados por volver al poder.
Sí se me pasó por la cabeza haber grabado una entrevista con el mandatario apenas asumió el gobierno, para ser publicada en la campaña presidencial de 2027 por la reelección, charlando sobre la hoja de ruta “pasada-futura” de un programa económico sin posibilidades de fracaso. Eso sí me parecía divertido e interesante. Lamentablemente, un movido desde lo laboral me imposibilitó planear y desarrollar el proyecto, además del siempre presente pudor de molestar al presidente, cosa que suelo hacer igual.
Por fortuna, por esos días escribí junto a Nicolás Márquez un libro, donde dije que no tenía ninguna duda del futuro de esta gestión: las correcciones necesarias se harían y al poco tiempo se reactivaría el crecimiento económico sano, bajaría la inflación y Argentina comenzaría a ser un país más civilizado. Tal como está sucediendo hoy.
Volviendo a la entrevista con Viale, ¿fue en definitiva una entrevista “tira centros”?, ¿evidenció una degradación periodística, como se dijo desde varios sectores, “nunca antes vista”?, ¿es un “ensobrado” más? Además de esta cuestión, el otro dilema planteado acá es la interrupción de Santiago Caputo registrada en las cámaras y publicada por error u operación política intencionada, ¿es Milei un corrupto a quien deben salvar para no decir cosas presas de una complicación ante la justicia?
Voy a dar mi interpretación personal sobre todas este particular. Estas interrogantes son todas discutibles, por partir de mi subjetividad y análisis, pero estoy bastante convencido sobre mis conclusiones.
Esta primera conclusión puede sonar polémica, pero, más allá del incidente central de este segmento televisivo, en términos generales, Viale no hizo una mala entrevista. En lo más mínimo. Preguntó todo lo necesario por preguntar sobre el tema del fin de semana e incluso, con una repregunta, cuando consultó sobre si “es normal” que pocas personas tengan muchas monedas, llevó al mandatario a admitir que no conoce demasiado cómo funciona el terreno de las criptomonedas.
Esto no es en contra de Milei, se trata de un nuevo mundo donde la gran mayoría de los mandatarios del mundo desconocen lo más básico, probablemente con la excepción de Nayib Bukele, por su cercanía al Bitcoin, algo tildado como único.
Otra salvedad al respecto, vinculada al debate de esta semana: nadie puede pensar que Milei no sea solvente como economista, solo por no conocer a profundidad aristas técnicas del mundo cripto. Sin exagerar, seguramente sea el presidente con mayor conocimiento de economía sepa de la historia de todos los presidentes de la humanidad (en sus términos grandilocuentes usados varias veces con razón).
Este punto álgido también se le escapó a toda la clase política. Se quedaron en la superficialidad de la entrevista, como hacen con todo. La actitud angurrienta de ir contra Milei por cualquier cosa, impidió dejar pasar una parte para una crítica con fundamento. Lo que hizo “zafar” al presidente de ser criticado, tampoco permitió evidenciar que, más allá del error, Viale estaba haciendo su trabajo.
Quien quiera saber si Milei sabe o no de economía, delirio de nuevo en el debate por el escándalo del posteo y de la criptomoneda, debe ver la desarticulación de la bomba atómica heredada del kirchnerismo sin violación a los derechos de propiedad, en la reactivación económica y en la salida de la recesión correctiva en tiempo récord, en el aniquilamiento inflacionario y en tantas cosas virtuosas que todavía no se perciben, como los incentivos en las provincias con respecto a la sustentabilidad y competencia fiscal. Cuando alguien habló sobre su posibilidad de merecer un Nobel, no exageraba.
Con respecto al tema de las criptomonedas, allí se subyace la ley de la oferta y la demanda, las cuales funcionan como con todos los bienes y servicios del mundo. Sin embargo, para comprender este universo es necesario entender puntos básicos a priori. Por ejemplo, un economista profesional puede tener todo el conocimiento del mundo del funcionamiento de mercado, pero si quiere opinar acerca del futuro de un stock y el flujo de una verdulería, así como el impacto en las eventuales ganancias y pérdidas, debe saber los tiempos perecederos de una papa o una manzana.
Bukele, muy bien asesorado en materia de Bitcoin y Blockchain, demostró hace poco su poca noción en economía básica cuando propuso una medida filio-kirchnerista ante un fenómeno vinculado al incremento circunstancial de los precios del sector alimenticio. Sin embargo, lo han ayudado a corregir el problema y encaró este obstáculo por otra vía más saludable y no controlando los precios. Ningún mandatario (salvo el argentino en la actualidad) está libre de estos errores del ámbito económico. En Perú, ahora quieren prohibir la exportación de carne para bajar el costo del mercado local y es perentorio preguntarse si Donald Trump piensa la estupidez que EEUU debe tener superávit con todos sus socios comerciales, o si es una falacia impuesta con éxito por parte de determinados lobbys locales.
Resumiendo, de todos los presidentes del mundo, Milei es quien más sabe de economía. Por escándalo. El mandatario es idóneo en esta área y no es porque se haya recibido de economista, sino porque es partidario de las buenas ideas económicas. Personajes impresentables como los exministros de Cristina, Axel Kicillof y Martín Lousteau también se desempeñaron en este campo.
Los argentinos tenemos muchísima suerte en tener a Milei donde está, pero necesita (como todos sus colegas en el mundo y como toda la clase política) más conocimiento y asesoramiento en otros aspectos igual de importantes, sobre todo con la tecnología Blockchain y Bitcoin como indiqué dos veces en la entrevista con Tenembaum a modo de crítica constructiva bienintencionada (como siempre), deseando que convoque a los especialistas en la materia quienes se encuentran esperando un llamado para dar una mano, incluso ad honorem. Es más, dado su conocimiento y perspectiva austríaca en materia de instituciones, precios, mercado y descentralización, cuando comprenda el ABC a fondo, se convertirá en un experto absoluto.
Esta última referencia fue posiblegracias a Viale, quien preguntó y lo hizo en serio. Vale recordar que, al día de hoy, ningún periodista dijo jamás que Milei le haya establecido las preguntas o le haya sugerido otras. Todos acuerdan expresan lo mismo: él se sienta y responde.
Por respeto al oficio del periodismo (que intento honrar en este extenso artículo demasiado autorreferencial, a pesar de mis preferencias políticas manifiestas) debo ponerme en el rol del abogado del diablo para responder lo que el lector me estaría queriendo preguntar y reclamar: “¡Pero le interrumpieron la entrevista para editarla y cambiar una respuesta y él lo dejó pasar!”. Es cierto y aquí viene mi segunda reflexión.
Desde su editorial del martes, Viale reconoció su error. Todos los argumentos me suenan verosímiles. También me resulta creíble su intención de augurarle bien a Milei, su preocupación ante el eventual retorno de la mafia y su declaración de no haber recibido un solo peso jamás del gobierno.
Sí, se puede apoyar un Gobierno y no ser un ‘ensobrado’ por ello
Cuando un periodista blanquea su respaldo a un proyecto político, aunque sin dejar de hacer su trabajo, se le acusa de recibir un sueldo paralelo para así tener una explicación a su posición. Esto se relaciona con la actitud de los mercenarios que respaldaron al kirchnerismo, sin ningún núcleo doctrinario político ideológico o conceptual para apoyar. Todos recordamos el vuelco repentino de Víctor Hugo Morales, quien pasó de crítico de Néstor Kirchner a ser un kirchnerista fanático. En la misma línea hoy varios ocupan pantalla del prime time cuestionando al gobierno con cualquier argumento, como Pablo Duggan. Otro “periodista” crítico de la corrupción de la obra pública K, quien un día salió con un libro sobre Alberto Nisman y su “suicidio”, editado en sintonía con su vuelco hacia el kirchnerismo ortodoxo. Vale recordar a los panelistas de 678, los cuales no daban sus opiniones ad honorem, sino que, además de cobrar jugosos sueldos del canal estatal, hasta varios se fueron haciendo juicio al Estado por ridículas indemnizaciones.
Yo no veo a Jonatan Viale cambiando de bando por dinero. Mucho menos cuando analizo el impacto en él de la corrupción kirchnerista. Como se recuerda, él mismo reconoció que su padre no recibió a tiempo una vacuna y podría haber salvado su vida.
Si alguien le ofreciera un jugoso soborno para acribillar a diario a Milei, lo rechazaría. Esa es mi impresión. De la misma manera que se negaría a recibir algún incentivo para respaldarlo con más vehemencia. No puedo decir lo mismo de los Víctor Hugo y de los Duggan de la vida. ¿Será honesta la conversión al kirchnerismo a esta altura del partido de un Jorge Rial, quien increpaba públicamente a un Massa, por entonces “antikirchnerista” a no volver nunca con Cristina, cosa que hizo? Cada uno sacará su propia conclusión. Él también participó de una entrevista “friendly” con una CFK que, a pesar de su retórica aceitada, terminó siendo una verdadera tragedia para los argentinos, además de una corrupta condenada.
Aparte de ello, sus posiciones fueron coherentes. De colegas como Viviana Canosa, recordada por brindar una de las entrevistas más bochornosas de la historia junto a Sergio Massa, no se puede decir lo mismo.
Además, nadie me va a decir a mí que no se puede respaldar un proceso político desde la convicción y el desinterés monetario. En mi caso, no solo no recibí ni un peso del gobierno, sino que reduje de forma considerable mis ingresos para contar con el tiempo y la independencia política para apoyar al oficialismo. Sin dudarlo demasiado, aunque con el vértigo inmerso en una decisión de esta naturaleza, me fui voluntariamente de un trabajo con un sueldo gerencial (en pesos y en dólares billete), con la mejor obra social, el pago de un teléfono celular y su línea, así como mis aportes jubilatorios, que incluso perdí por la verdadera estafa ponzi de este sistema, ya que por mi edad no serán mis últimos años de aporte, reducidos al de un monotributista. Sin embargo, algunas personas tenemos convicciones (que en mi caso se tradujo en dos tercios de mis ingresos mensuales, entre lo que dejé de percibir y mis nuevos gastos), aunque se nos acuse a diario desde las redes sociales de recibir sobres imaginarios.
¿Quién es el ‘culpable’: Milei o Caputo?
Vale la pena una reflexión sobre la inoportuna interrupción a Milei registrada ante las cámaras. Aunque se planteó como algo para evitarles “problemas judiciales”, hace falta poner la lupa en lo que estamos hablando. El segmento de la discusión era sobre las eventuales consecuencias del tema de la criptomoneda, mientras Milei decía que posteaba desde su cuenta personal, pero se asesoraría con el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.
El comentario, producto de la vorágine de una extensa entrevista sobre un tópico realmente candente, llevó al presidente a cometer un error inocente e insignificante: estaba diciendo que hizo un posteo como un ciudadano, pero se asesoraría con un ministro, cruzando la barrera entre su vida personal y su rol en el gobierno. ¿Por qué se desata la polémica? Porque no puede ni se utilizaría a un ministro en el marco de su defensa, más allá de un lógico consejo privado que le pueda dar, como cualquier ministro de Justicia del planeta a cualquier presidente en ejercicio.
De no haberse interrumpido la entrevista, y de haber llegado a la versión definitiva, el inconveniente no habría pasado de una crítica menor. ¿Por qué? Porque este es el gobierno que más redujo el tamaño del Estado y el que menos lo utilizó para hacer política. En lugar de llenar las dependencias públicas con militantes, como hizo el kirchnerismo, el oficialismo cierra ministerios, secretarías y reduce hasta sus últimas instancias el tamaño de la burocracia. Si hay algo que el kirchnerismo hizo fue “privatizarse” para ellos mismos toda la estructura estatal y pasarnos a los contribuyentes la cuenta del salario de sus militantes. Esta gestión es republicana y no ha mostrado ni una injerencia con el Poder Judicial, a diferencia de la mayoría de los gobiernos antecesores.
Aunque toda la responsabilidad del incidente cayó sobre Caputo (algunos periodistas incluso lo ven como parte de la estrategia pública del mismo asesor, una persona muy inteligente, a pesar de los errores que cometemos todos) el presidente también tiene algo de responsabilidad en la situación. No por la irrupción en el plano de su asesor estrella, pero sí por haber fomentado un contexto de trabajo que lo llevó a cometer esa equivocación. Si hubiera sido en el primer mes de presidencia de Milei, seguramente Caputo no hubiera hecho algo así. Plantear porcentuales de culpa a este caso es estéril, pero la lección fue internalizada por ambos. Celebro, como trascendió, que el asesor haya puesto a disposición su renuncia y también haya sido rechazada por el mandatario. Es una dupla funcional, a pesar de necesitar algunas reflexiones, en el marco del cariño y respeto existente entre ambos.
A diferencia de Milei, a Caputo no lo he visto jamás en mi vida, pero sólo escuché elogios a su persona. En lo personal, la cuenta que se le atribuye en X, me parece una de las más divertidas y encuentro allí uno de los secretos de una gestión exitosa, a pesar de los errores, algo inevitable. En el trabajo diario y en la vorágine de la política, en el gobierno hay gente divirtiéndose, como el vocero Manuel Adorni en sus conferencias matutinas. Eso me encanta y me parece muy sano, fresco y espontáneo. Este gobierno cambió la política para siempre en Argentina y la oposición no acusó recibo todavía.
Pero si de pifies registrados en cámara y viralizados posteriormente se habla, si hay alguien si nada para opinar es el kirchnerismo. Ya desde los años de un Néstor gobernador, el expresidente había sido registrado presumiendo que los fondos coparticipables de las privatizaciones petroleras eran de su propiedad. Pocos años después, el misterio sobre el destino de los fondos de YPF para Santa Cruz ya estaba en boca de todos. Igualmente, la corrupción K se terminó llevando mucho más de los 600 millones de pesos/dólares de aquella oportunidad. Ni hablar de la destrucción de capital generado a la Argentina.
Lamentablemente, al kirchnerismo no le entraron las balas, aunque también daban vueltas otros videos con un Kirchner extasiado ante las cajas fuertes, que luego mostraba cara de preocupación cuando percibía las cámaras filmándole.
Otro clásico registrado en cámaras fue un exministro, quien se escapó de una entrevista porque no podía decir de cuánto era la inflación, mientras se mentía desde las estadísticas oficiales y los precios subían todos los días. Este último recuerdo es la antítesis perfecta de la actualidad.
En fin. Esto es todo. Días movidos y agitados en la política, los cuales llevan a extensas reflexiones a quienes analizamos la situación. Agradezco si alguien llegó hasta aquí, aunque lo dudo mucho.
Etiquetas: Javier MileiJonatan VialeLibraMarcelo Duclosperiodismo
Fuente: PanamPost