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Taparse los ojos, mirar para otro lado o, peor aún, hacer referencia al tema desde su caprichosa perspectiva obviando realidades inocultables, ha sido la manera como el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha manejado su agenda pública frente a situaciones que ameritan al menos una posición coherente con la dignidad y los derechos humanos, en especial de los niños, que asegura defender y que ha incluido en su intervención en cada foro internacional al que ha asistido, así como en cada mensaje que publica diariamente en sus redes sociales. Sin embargo, esta preocupación solo aparece cuando el contexto coincide con su retórica ideológica. En caso contrario, su silencio cómplice es ensordecedor. Y aunque resulte inútil desafiar con estas líneas su testarudez, es inevitable expresar la indignación que genera su falta de empatía frente a la barbarie de un grupo terrorista como Hamás, que secuestró, asesinó y exhibió los cadáveres de un niño de cuatro años y un bebé de nueve meses, pero nada dice Petro sobre esta atrocidad solo porque la etnia, religión o nacionalidad de las víctimas no encajan con su discurso.
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“En el mundo generales israelíes bombardean y matan 17.000 niños en Gaza, autoridades de los EE. UU. mandan niños con sus padres encadenados por ser migrantes, en Colombia los que se llamaban antes revolucionarios, por pura codicia traqueta, asesinan los niños de su propio pueblo”, escribió Petro en su cuenta de X para anunciar la designación del general Pedro Sánchez como próximo ministro de Defensa, por haber sido quien estuvo al frente de la operación especial de rescate de cuatro menores de edad que estuvieron perdidos durante 40 días en la selva del Guaviare tras sufrir un accidente aéreo en el que murió su madre.
Irónicamente, mientras Petro publicaba este mensaje, el grupo terrorista palestino Hamás entregaba los cuerpos sin vida de la familia Bibas (Shiri, capturada con 32 años; y sus hijos Ariel y Kfir, que tenían ese día 4 años y 9 meses, respectivamente) y de Oded Lifshitz, de entonces 83 años, no sin antes exponer los féretros de una manera tan macabra que dicha acción generó el repudio inmediato de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que no tienen precisamente una postura pro Israel. El primero ha sido acusado por el primer ministro Benjamín Netanyahu de ser “antiisraelí”, y el segundo a pesar de referirse a Gaza y Cisjordania como “territorios palestinos ocupados”, ha dejado claro que es una “organización neutral” que solo responde a los principios del derecho humanitario internacional.
El alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, calificó como “abominable” la exhibición pública de los cuerpos de los cuatro rehenes israelíes y recordó que “según el derecho internacional, toda entrega de restos mortales debe cumplir la prohibición de tratos crueles, inhumanos o degradantes, garantizando el respeto de la dignidad de los fallecidos y sus familias”. Por su parte, el Comité Internacional de la Cruz Roja exigió en un comunicado “preservar la privacidad y la dignidad en todas las liberaciones, en particular cuando se trata, trágicamente, de personas fallecidas”.
Gustavo Petro no solo guarda un cómplice silencio frente a la perversa puesta en escena por parte del grupo terrorista Hamás, sino que además ignora por completo los llamados de atención de organismos como la ONU y el CICR, demostrando, una vez más, que su supuesta preocupación por los niños y la dignidad humana es solo una hipócrita bandera política que enarbola cuando es funcional a su retórica ideológica, como cuando desató una innecesaria crisis diplomática con Estados Unidos al impedir el aterrizaje de los vuelos de deportación con la excusa de que se debía respetar la “dignidad” de los deportados, pero nada dice ahora de la dignidad que exigen la ONU y el CICR a los terroristas de Hamás que exponen de manera macabra los cadáveres de niños asesinados, solo por ser israelíes.
Fuente: PanamPost