Lo siento, Victoria: esta Vicepresidencia no es para ganar plata o vivir glamorosamente

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Durante el fin de semana, la vicepresidente argentina, Victoria Villarruel, sufrió el repudio generalizado. Sobre todo, de parte de los votantes de La Libertad Avanza, que la cuestionaron duramente en las redes sociales.

Luego de que el mismo Javier Milei reconociera las diferencias con su excompañera de fórmula, al señalar que ella se siente cómoda con “la casta” de la “alta política” en el Senado, Villarruel se quejó en las redes sociales por su remuneración. En un comentario en su cuenta de Instagram, la vicepresidente dijo que cobraba “dos chirolas” de sueldo y que además “no le daban” una vivienda, en clara referencia al jefe de Estado que se hospeda en la quinta de Olivos durante la presidencia.

Más allá del planteo celoso por la residencia presidencial, lo cierto es que presidente y vicepresidente cobran prácticamente lo mismo. Mientras que el bruto que percibe Milei es de 4.066.018 pesos, Villarruel cobra 3.764.820. En “mano”, la vicepresidente recibe casi tres millones de pesos mensuales.

Para el lector internacional, esto es poco menos de 3000 dólares. Cabe recordar que, al estar dentro de las prerrogativas del Poder Ejecutivo, Milei decidió “congelar” su dieta, como la de su vicepresidente. Vale esta aclaración, porque los otros poderes del Estado tienen la prerrogativa de fijar sus propios sueldos, como la Justicia. Aunque Villarruel preside la Cámara de Senadores y desempata en caso de ser necesario, formalmente, ella no es senadora. Su reclamo es que los legisladores que ella ve desde la presidencia de la Cámara cobran más que ella.

Aunque llevarse 3000 dólares por mes pueda parecer poco para el público internacional, si hablamos de un puesto como el de vicepresidente, tenemos que tener en cuenta tres cuestiones. La primera, que la gran mayoría de los argentinos gana muchísimo menos que eso, producto de la herencia populista recibida. La segunda, que, aunque suene a “chirolas” para un vicepresidente, es más que suficiente para vivir con holgura y dignidad. Además, con moderación, hasta se puede generar algún ahorro o inversión, ya que es una mujer divorciada, sola, sin hijos que mantener ni responsabilidades a la vista. Familias enteras sobreviven con menores ingresos totales. La tercera, no menos importante, es que ella está en un gobierno que decidió predicar con el ejemplo. Lamentablemente, parece que no terminó nunca de entender por completo de qué se trata el gobierno del que es parte, aunque sea en lo formal.

Probablemente, aspiraba al glamour de la vida de cualquier vicepresidente de la mayoría de los países. Seguramente subestimó que su compañero de fórmula hacía campaña al lado de ella con una motosierra en la mano.

Acompañar esta gestión es aceptar un trabajo temporario, con la gratificación honorífica de escribir el nombre de uno con letras de oro en la historia argentina, en el libro que contará cómo un grupo de patriotas cambió la historia. En términos praxeológicos de Ludwig von Mises, algunos entienden que eso vale más que un millón de dólares. Sobre todo, si se cuenta con la suerte de tener un buen pasar y no sufrir ninguna pobreza ni indigencia, como todos los que están en la política, sea en el oficialismo o la oposición.

Lo que Villarruel debería entender, si desea esa holgura “crematística”, es que necesita cambiar la estrategia. Milei sí va a ser millonario, aunque los placeres personales del presidente, como el estudio de la economía, la Torá o la vida con sus perros, no requieran millones de dólares de presupuesto. Luego de entregar la banda presidencial, y yéndose sin jubilación de privilegio (a la que él renunció y ella no), el sector privado tendrá para él ofertas millonarias por sus conferencias, sus libros, derechos de imagen o sus presencias en diferentes actividades. De continuar así la gestión, cosechando todos los días nuevos logros económicos, seguramente Javier Milei termine donando su jubilación, la que ni siquiera va a necesitar, ya que podrá vivir todo un año con lo que haga un día en una actividad como estrella internacional.

De haber comprendido “de que iba” este gobierno, ella también hubiera podido acceder a este futuro provechoso. Pero su envidia a la situación del único responsable del triunfo de La Libertad Avanza parece que puede más. Si hubiera comprendido el éxito de la gestión (aunque lo único que le importe sea el dinero) debió haber tomado estos años como una inversión a futuro. Claro que no iba a tener el mismo reconocimiento que Milei, pero sí uno que le permita acumular fortunas por ser la compañera de fórmula del hacedor del “milagro argentino”. No la vio. No la ve. Por eso se queja de que a ella “no le dan” vivienda y le pagan tres chirolas.

Como descarto que leerá estas palabras, me permito recomendarle, con la mejor de las intenciones, que reflexione. Por el bien de Argentina, sobre todo, pero por el suyo personal. Que deje de mirar lo inmediato y que vislumbre un mundo de posibilidades, más allá del sector público y la coyuntura. Si decide, finalmente, apoyar la gestión de gobierno sin especulaciones políticas ni ambiciones personales, al menos podrá alivianar la situación y generarse una imagen positiva a futuro en Argentina y en el mundo. El gobierno no necesita de esto. Puede seguir sin ella perfectamente. En cambio, si ella cambia la actitud, sí revertiría esta caída en su imagen, que podría no tener retorno. Siguiendo ese sendero, ella podría gozar de un futuro cómodo, al que no tendrá acceso si sigue atentando contra su propia imagen. Debería meterse en la cabeza que, de la Vicepresidencia no saldrá “hecha”, como otros vicepresidentes del mundo. Ahora, si la empieza “a ver”, el futuro en el sector privado le depara algo mejor y más interesante.

Claro que no la esperan ni los millones de dólares ni las alfombras rojas que el mercado tendrá para Javier Milei, pero sí con suculentas sumas de dinero por sus libros, experiencias y presencias como la vicepresidente del gobierno argentino que cambió la historia. Pero para eso deberá dejar el chiquitaje de lado de querer compararse con el que sí “le dieron” una casa para vivir.

Fuente: PanamPost

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