La juramentación de Edmundo González el 10 de enero como presidente de Venezuela es, sin duda, el hecho histórico que los gobiernos democráticos esperan que ocurra para que se preserve el hilo constitucional en el país y la región recupere su estabilidad política y social con un giro que no solo frenaría la mayor migración en la historia del continente sino que además estimularía el retorno de millones de venezolanos a su patria. La negativa del Consejo Nacional Electoral (CNE) a publicar los resultados desglosados y las actas de la elección presidencial, así como los lapidarios informes de observadores internacionales como el Centro Carter y el panel de expertos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) constituyen pruebas irrefutables del fraude cometido el 28 de julio. Sin embargo, la oposición no ha logrado el quiebre militar necesario para socavar los cimientos que, con el poder de las armas, sostienen al régimen de Nicolás Maduro. Por tal motivo, si bien lo que corresponde es una transición pacífica, elevar la apuesta en este momento con el anuncio de una toma de posesión sin un plan concreto que garantice el éxito de esta acción política solo generaría expectativas frustradas para una población que no soporta una desilusión más y una dirigencia política que se desmoronaría con un nuevo fracaso.
“Si las expectativas se cumplen, el próximo 10 de enero estaremos tomando posesión del nuevo Gobierno en Venezuela, que va a restaurar la democracia venezolana”, dijo Edmundo González este miércoles desde Bruselas, Bélgica, adonde viajó para reunirse con el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, para –entre otras cosas– agradecer “la solidaridad de todas las fracciones del Parlamento Europeo que han estado acompañando a la democracia venezolana para restaurar la democracia y la legalidad democrática”, según palabras del ganador de los comicios presidenciales, de acuerdo con las únicas actas publicadas.
Más temprano, el exdiplomático de 75 años se reunió con la portavoz del Partido Popular español en el Parlamento Europeo, Dolors Montserrat; el eurodiputado Antonio López-Istúriz, y otros miembros del PP en la Eurocámara, con el objetivo de sumar apoyos de la comunidad internacional a su eventual investidura como presidente, pese a que Maduro se mantiene aferrado al poder y asegura que se juramentará para un nuevo periodo de seis años más sin haber podido mostrar pruebas de su supuesta victoria, lo que ha afectado su relación con aliados históricos como los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Gustavo Petro de Colombia.
Edmundo González, del desalentador exilio a la promesa de juramentación
El exilio de Edmundo González dejó un mal sabor de boca en sus electores cuando el pasado 8 de septiembre cedió a la coacción del régimen que amenazaba con encarcelarlo y decidió salir de Venezuela con destino a España, donde los primeros días parecía estar renunciando a su lucha, como habría exigido Maduro para permitirle abandonar el país. No obstante, la presión de la diáspora venezolana en Madrid, que incluye a un puñado de dirigentes opositores, así como de la propia María Corina Machado, influyó en su rectificación. Al poco tiempo asumió un rol más activo y se dedicó a reclamar su victoria en importantes foros y reuniones con líderes europeos, sumando viajes para encuentros oficiales en Portugal, Italia y Alemania. Luego de su paso por Bélgica tiene en agenda trasladarse a Países Bajos, donde será recibido por el Gobierno de esa nación, que fue el primero en abrirle las puertas de su embajada en Caracas para protegerlo.
La propuesta de juramentarse en el exilio parece haber sido totalmente descartada. Y es que no solo sería un acto meramente simbólico sin trascendencia sino que además no escaparía de la inevitable analogía con el fracasado gobierno interino de Juan Guaidó. Por ello, Edmundo González ha insistido en sus últimas intervenciones en que el 10 de enero se juramentará en Venezuela, algo que si bien por un lado puede interpretarse como un enfoque correcto en su discurso, por el otro puede desinflar su imagen y acelerar la caída de la nueva dirigencia opositora si llegada la fecha no logra asumir el poder. Además, las limitadas declaraciones a la prensa le han jugado en contra, al punto que un medio tradicional de oposición como El Nacional decidió lanzar recientemente una dura crítica al “silencio de Edmundo González”, que calificó como un “golpe a la libertad de prensa y al derecho a informar”.
Las expectativas para la complicada juramentación de Edmundo González
Elevar la apuesta de la eventual juramentación incluso ha trascendido fronteras. La excandidata presidencial colombiana, Ingrid Betancourt, dijo en su cuenta de X que en enero tiene “una cita en Caracas para acompañar a María Corina Machado y aplaudir la posesión de Edmundo González como presidente de Venezuela”. ¿Qué pasará si esto no ocurre? La oposición venezolana viene de acumular fracasos y expectativas frustradas de este tipo que también contaron con un importante respaldo desde el vecino país. No hay que olvidar que en 2019 el entonces presidente Iván Duque se atrevió a asegurar que a Nicolás Maduro le quedaban solo horas en el poder.
Pero, sin duda, la pregunta que todo el mundo se hace por estas horas es, ¿cómo hará Edmundo González para lograr juramentarse el 10 de enero en Venezuela? El régimen chavista repudió la decisión de Interpol de rechazar la solicitud de captura internacional del ganador de la elección presidencial argumentando que esta institución no actúa en casos relacionados con persecución política. Y como era de esperarse, la dictadura alardeó una vez más del poder que tiene dentro del territorio venezolano gracias al control de los organismos policiales y las Fuerzas Armadas. El ministro de Interior, Diosdado Cabello, fue el encargado de anunciar con su acostumbrado sarcasmo que tiene listo un “comité de bienvenida” para recibir a Edmundo González en el aeropuerto. “Los que quieran ir, todos vamos a recibirlo, porque él dice que se va a juramentar el 10 de enero aquí en Venezuela”, vociferó Cabello el lunes con marcada ironía.
El discurso de Edmundo González luce acertado en este momento. Pero sus palabras necesitan estar respaldadas por estrategias que lleven a los hechos. Su legitimidad de origen –sustentada sobre la base de la voluntad popular– y el liderazgo de la dirigencia opositora de turno –hoy llamada Plataforma Unitaria Democrática– parecen tener fecha de caducidad. En la medida en que se acerca el 10 de enero y se elevan las expectativas ante una eventual juramentación del nuevo presidente de Venezuela, también sube el costo político para la oposición en caso de no cumplir lo prometido. Ya el mantra del “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” que repitió sin éxito Juan Guaidó durante un par de años solo dejó una frustración y desanimo que aprovechó el régimen para sepultar el fallido interinato y extender su permanencia en el poder.
Fuente: PanamPost