Los gobiernos europeos y una buena parte de su opinión pública se hacen cruces ante la victoria absoluta de Donald Trump, un triunfo por muchas razones verdaderamente histórico. En los pagos europeos, incluida España, el voluntarismo, la obsesión con que era imposible que en la nación democrática más importante del planeta se alzara con la victoria un político de la catadura de Trump ha nublado muchas mentes, sobre todo las progresistas.
Un hombre ególatra, pagado de sí mismo, con veta autoritaria que controla con autoridad su partido, donde ya no hay debate, que intenta avasallar a otras instituciones, que ha polarizado su país hasta límites desconocidos, que miente sin cesar con cinismo, etc… difícilmente podía llevarse el gato al agua en una democracia con total libertad de prensa. La conclusión era infantil, de un lado, la polarización podía jugar a su favor si no tenía un peso pesado enfrente. De otro, muchas de las descalificaciones con las que se describe no erróneamente a Trump son totalmente aplicables a Pedro Sánchez y nuestra izquierda lo encuentra atractivo, muy aceptable, con tal de que los «fascistas» de la derecha no lleguen al poder.
La elección americana se iba a jugar en siete estados basculantes, es decir aquellos que fluctúan entre los dos grandes partidos en las elecciones y en ellos, algo que en Europa no se quería ver, la suma de las encuestas, repito la suma, apuntaba a que Trump empataba en más de uno y ganaba en otros. Como es sabido, las peculiaridades del sistema americano hacen que conociéndose que Nueva York y California van a votar demócrata y Texas y Florida republicano, etc…el resultado en los estados flotantes, los siete de esta ocasión, consagran o hunden al candidato.
Trump se concentró en ellos como ya hizo el año en que ganó a Hillary Clinton —ha visitado en esta campaña Pensilvania veintiuna veces— y le ha sido rentable. En ellos se ha llevado el gato al agua y la Casa Blanca.
Además, Harris ha resultado una candidata mediocre. No ha hecho el ridículo, pero ha sido poco convincente y evasiva. No le favorecía haber sido vicepresidenta de un Gobierno que ha concluido con reducida popularidad y no ha quedado claro cuál sería su política si triunfaba. Los dos temas en que fustigaba a su contrincante, el aborto y los problemas que Trump podría presentar a la democracia estadounidense han tenido menos peso en la mente de bastantes votantes que la subida del coste de la vida con Biden-Harris y la desbocada entrada de inmigrantes, millones, con el Gobierno saliente.
Muchos americanos están preocupados con la subida del precio de los alimentos, de los seguros, de la gasolina, de los restaurantes y piensan, veremos si aciertan, que Trump maneja mucho mejor estos temas. Su conducta en su primer mandato hace años lo refrenda. Deducen que disfrutaban de un mejor nivel de vida al final de la Presidencia de Trump que ahora. El dato no es baladí y lo vienen mostrando los sondeos.
Esto significa que Trump ha hecho progresos electorales en la mayoría de los segmentos sociales. Más blancos han votado por él, como se preveía, pero ha reducido muy considerablemente la diferencia dentro de los votantes hispanos y negros. Ambas minorías siguen apoyando más a los demócratas, aunque Trump ha cosechado en ellos un porcentaje muy superior al de su partido en elecciones anteriores. Resumidamente, el republicano ha respondido sobradamente a sus expectativas en todos los campos y Harris ha quedado por debajo. Algo revelador aunque resultará demencial en Europa.
La noche electoral fue tranquila, a las 00:00 empezó a vislumbrarse la tendencia y a la 1:30 la entusiastamente trumpista cadena Fox ya daba vencedor al republicano que haría después un discurso deshilachado y anodino ante el delirio de sus partidarios. La breve alocución de J.D. Vance, el vicepresidente electo, resultó más articulada.
Para los incrédulos hay que anotar que Trump ha ganado en el Colegio Electoral, que lo hace presidente, en el voto popular, unos cinco millones de votos más que su contrincante, lo que hace su triunfo electoral irreprochable, incluso para los que no gustan del sistema electoral vigente, su partido controla el Senado y probablemente la otra Cámara. Lo ha realizado, además, con un presupuesto en publicidad, centenares de millones, sensiblemente inferior al de su rival. Guste o no guste esto es hacer historia. La señora Harris, por cierto, esperó hasta avanzada la mañana del miércoles para felicitar a Trump.
En Europa, el shock no es pequeño. En la Cámara de los Comunes británicos, durante la mañana del miércoles, la líder de la oposición pedía al primer ministro laborista, Keir Starmer, que se excusara con Trump por las frases insultantes que uno de sus ministros importantes dijo sobre el americano, recuerda al inefable Óscar Puente con Javier Milei. En Alemania, hay preocupación y también en Bruselas. En Ucrania mucha más.
Y aquí viene algo que aparte de las tasas aduaneras esbozadas por Trump debería atormentarnos. Ante la voracidad imperialista de Vladimir Putin, si Washington se descuelga aún parcialmente de la defensa de Ucrania, nosotros, Europa, enfrentará un peliagudo dilema. Tanto si suplimos a Estados Unidos como si no lo hacemos, habrá que plantearse que Europa debe rearmarse en vez de racanear.
Me temo que no lo hará, la ceguera también aquí es total, los líderes europeos no tienen las agallas para decir a su electorado que hay que distraer más recursos para defensa como nos hemos comprometido en la OTAN. Los Sánchez europeos se intentarán escabullir. Y Trump nos tildará de gorrones, no se equivocará, por no querer rascarnos el bolsillo con un pacifismo de tres al cuarto, dado la que está cayendo, y aumentará su frialdad hacia la Alianza Atlántica. A medio plazo, lo lamentaremos. Al tiempo.
*Para El Debate